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LA TRANSICIÓN EN IRAK

El riesgo de gangrena de las heridas de la guerra

Miguel González

Al día siguiente de desembarcar en Um Qasr, una ciudad de 35.000 habitantes, único puerto iraquí de aguas profundas, los soldados españoles recibieron la orden de retirar la bandera española de sus vehículos. En su lugar pintaron dos líneas blancas en forma de punta de flecha, como las agujas de un reloj, que identifican a las fuerzas de la coalición Libertad para Irak.

Desde que el pasado 19 de marzo empezaron a caer las primeras bombas sobre Bagdad, el reloj que marcaba la vida de Irak se paró y aún no ha vuelto a ponerse en funcionamiento. Najim Adb Mahdi, designado por las autoridades militares de la coalición presidente del consejo local, asegura que muchos de los problemas -la falta de agua, de luz, de seguridad- están a punto de solucionarse y anuncia que, gracias a la generosidad de la Administración estadounidense, los empleados públicos iraquíes recibirán una paga de 20 dólares. Intesar Abbass, maestra de primaria, cree que Najim, que ha aprovechado su condición de profesor de inglés para acercarse a las nuevas autoridades, sólo se preocupa por sus amigos y familiares.

Los militares españoles están trabajando en la restauración de la escuela de Intesar que, a pesar de su estado ruinoso, es la única de las 23 de la localidad que ha podido reanudar las clases. Para llevar adelante las obras, que pueden prolongarse dos meses, han contratado a 15 trabajadores locales, a razón de dos dólares diarios , un salario considerado aquí razonable.

Reparto de comida y agua

Además de arreglar las escuelas, los españoles reparten raciones de comida y agua en los barrios más necesitados. Para el reparto recurren a los imanes, única autoridad respetada, y aún así no están seguros de que parte de ella no acabe en el mercado negro. El agua hay que traerla desde Kuwait. Las tres potabilizadoras del Galicia no pueden funcionar sin salir a alta mar, debido a una falta de previsión.

Por todo el sur del país se ha corrido la voz de que en Um Qasr funciona un hospital a cargo de los españoles. Incluso desde Bagdad llegan pacientes, que pagan fuertes sumas a los taxistas a cambio presuntas garantías de que recibirán tratamiento. Los médicos del Galicia atienden los casos más graves. Pero no siempre es posible salvarles la vida. Uno de los primeros pacientes, un niño de 11 años quemado con un cable de alta tensión, se quedó en el quirófano. El comandante Miguel Ángel Pavón cree que "las auténticas secuelas las veremos en unos meses", ya que "las heridas mal curadas de la guerra pueden acabar gangrenándose".

También el proceso de reconstrucción de Irak corre el riesgo de gangrenarse. "Los iraquíes son muy orgullosos y no aceptarán un ocupante extranjero cuando sus necesidades básicas estén resueltas", advierte un oficial español. Para entonces, la bandera española que ahora se oculta puede resultar un símbolo más seguro que la punta de flecha compartida con estadounidenses y británicos.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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