Proyectos y realidades
Han colocado en las calles de Alicante unas vallas publicitarias con la imagen de Blas Bernal, el candidato socialista a la alcaldía de la ciudad. Son unas vallas limpias, blancas, que tal vez resulten un punto frías para animar a los electores -aunque siempre es un misterio saber lo que preferirán los electores-. Desde ellas, Blas Bernal, en mangas de camisa, dice a los transeúntes: "Haz que nuestros proyectos se hagan realidades". Es una frase bien pensada. Solicita nuestro voto de una manera indirecta, sutil, nada imperativa; incluso podemos entenderla como una demanda de colaboración. Digamos que es una de esas frases ingeniosas que tanto agradan a los publicitarios y que permiten utilizarlas prácticamente en cualquier circunstancia. De hecho, no nos causaría la menor extrañeza si la encontrásemos escrita en el cartel de una inmobiliaria.
Ahora bien, una inmobiliaria no se limitara a exhibir sin más la frase: a buen seguro que la acompañaría con imágenes de sus proyectos para que nos hiciéramos una idea de los mismos y juzgáramos con conocimiento. Y esto es, precisamente, lo que echamos en falta en el cartel de Blas Bernal. El candidato socialista a la alcaldía de Alicante solicita amablemente nuestra ayuda, pero desconocemos para qué. Al día de hoy, no sabemos una sola palabra sobre los planes de Blas Bernal para el gobierno de la ciudad. Si existen -y uno supone que deben existir, cuando ha decidido presentarse a unas elecciones- se guardan en el más absoluto de los secretos. Es más, si pretendiéramos adivinarlos por lo que ha dejado entrever en sus actuaciones, fracasaríamos de una manera total y absoluta. Y ésa es la paradoja que percibe el ciudadano y que le desconcierta: los socialistas alicantinos solicitan nuestra ayuda pero ignoramos para qué.
Semanas atrás, mientras los Estados Unidos bombardeaban Irak y el horror de la guerra estremecía a las personas de buena voluntad, resultaba impropio ocuparnos de las próximas elecciones. El candidato que, en esos momentos, se hubiera empeñado en reclamar atención sobre sus planes, habría recibido la indiferencia de los electores. Pero a medida que se amortigua el eco de las detonaciones, no nos queda más remedio que ocuparnos de estos asuntos. La indignación por una guerra injusta no puede sustituir a una campaña electoral. Aunque reprobemos la forma hipócrita en que se han comportado nuestros gobernantes, los ciudadanos necesitamos conocer los proyectos de quienes acuden a las elecciones para formarnos una idea personal sobre los mismos.
Cada vez que se produce un fenómeno como las recientes manifestaciones, los políticos se apresuran a decir que los ciudadanos reclamamos otras formas de gobernar. Ciertamente, así es. De hecho, no ha sido únicamente el horror de la guerra lo que ha indignado a tantas personas que se han manifestado en las pasadas semanas. También ha contribuido a ello -sobre todo, entre los jóvenes- ver cómo el Gobierno mentía y menospreciaba nuestra inteligencia con sus declaraciones. El arrebato de Fraga reclamando la política en exclusiva para los políticos es, precisamente, lo que rechazamos. Por el mismo motivo, desconfiamos de una publicidad retórica, de frases sin sustancia y sin argumentos.
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