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"No bebemos ni hacemos daño a nadie. ¿Por qué nos han pegado?"

Cuando Abdesadek Ben Sfia, marroquí de 24 años, sintió en el muslo el pinchazo de la navaja, después de recibir una lluvia de palos en todo el cuerpo, puso su vida en manos de Alá: "Sálvame", pidió. Ahora que se encuentra repuesto físicamente de la agresión da gracias a Alá por estar vivo. Abdesadek Ben Sfia fue el primer inmigrante que recibió el alta médica tras sufrir una brutal paliza por parte de una banda de cinco encapuchados, la madrugada del pasado jueves, junto a la estación de autobuses de Huelva. No obstante, sigue hospitalizado por su temor a salir a la calle.

Él tuvo mejor fortuna que los otros dos compatriotas que resultaron apaleados. Su primo, Bubker Z., de 36 años, cruzó ayer la puerta del hospital Virgen del Rocío tras recibir el alta médica, una vez repuesto de los golpes que casi le abren la cabeza. Mohamed Z., de 60 años, no podrá nunca contar lo sucedido, ya que murió a causa de las heridas sufridas en el cráneo. Pese a que Abdesadek y su primo conocieron a Mohamed Z. unas pocas horas antes, la penuria en que los tres malvivían les hizo intimar en seguida. Por ello ahora se lamenta Abdesadek: "Hemos perdido un amigo. Nos dio ánimo a pesar de que su situación en España era más complicada que la nuestra. Estaba desesperado. Había estado buscando sin éxito trabajo en los campos de Murcia. Después regresó a Marruecos para reflexionar sobre qué hacer, y de vuelta a España, en vez de trabajo, recibió una paliza mortal", afirmó ayer Abdesadek Ben Sfia, que añadió de forma amarga: "No es justo. ¿Qué hemos hecho? No bebemos ni pretendemos hacer daño a nadie. ¿Por qué a nosotros, por qué nos han pegado?"

La vida de Abdesadek Ben Sfia ha quedado reducida a una pequeña bolsa de plástico donde guarda como si fuera oro una cartera con algunos papeles y el teléfono móvil. La bolsa la tiene envuelta en una toalla del hospital de la Blanca Paloma, donde está previsto que permanezca ingresado hasta hoy porque, aunque está curado de las heridas de navaja que recibió en la pierna, sufre una crisis de nervios. "Tengo miedo. En el hospital, al menos, me siento seguro. Me tratan muy bien. No puedo dormir por la noche. Me dan vueltas esos tipos con palos en las manos, persiguiéndome, como si fueran fantasmas, un mal sueño", afirma.

Abdesadek Ben Sfia no pudo dar detalles de la identidad de los agresores y recuerda los hechos de manera confusa. "Tenían el rostro cubierto. Eran unas capuchas negras. No recuerdo que dijeran nada. Ni siquiera recuerdo si nos insultaron. Se limitaban a golpearnos", afirmó. Los palos les cayeron a los tres inmigrantes de madrugada y en medio de un silencio macabro.

A primera vista, Abdesadek Ben Sfia, tiene aspecto saludable. Salvo el vendaje de la pierna izquierda, donde recibió la puñalada, no quedan rastros en su cuerpo de los golpes. Pero su mirada parece la de una persona atemorizada y su rostro refleja el terror de la noche del apaleamiento.

La familia de Abdesadek Ben Sfia, el mayor de seis hermanos, es de una ciudad al sur de Marruecos. La madre murió en accidente de coche y su padre está enfermo. "Tenía toda la responsabilidad de cuidar a mi familia. No hay trabajo en mi país. Y mi familia está atravesando momentos muy duros. Pensé que si encontraba trabajo en España todo cambiaría y podría enviar dinero a los míos", dice. Cuando emprendió el viaje a España hace dos años, venía con la idea de buscarse la vida en cualquier trabajo. "Nunca he tenido problemas. He recorrido España buscando empleo. He trabajado en la vendimia, en la aceituna de Córdoba y en los invernaderos de Almería. Siempre he dormido en la calle y nunca me había ocurrido nada", dice.

Abdesadek Ben Sfia, a diferencia de los otros dos compañeros que fueron agredidos, no tiene su situación regularizada en España. "He solicitado el permiso de trabajo y residencia, tengo un certificado, pero cada vez que pregunto me dicen que tengo que esperar", afirma. Ben Sfia y su primo Bubker Z. decidieron probar suerte en Huelva en la campaña de la recogida de la fresa. Tenían conocimiento de que en los tajos onubenses se necesitaba mano de obra. Una vez en Huelva conocieron a Mohamed Z., y los tres acordaron buscar trabajo juntos. La aventura terminó en tragedia.

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