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Crítica:ÓPERA | TEATRO REAL
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mirando hacia atrás

Los dos teatros de ópera de más solera de España abrieron sus puertas, allá a mediados del XIX, con títulos de Donizetti. Eran otros tiempos, desde luego: tiempos de una cultura vocal a ultranza, que resiste ahora a duras penas frente a la importancia de los valores orquestales y teatrales de la ópera. Con La favorita comenzó su periplo el Real el 19 de noviembre de 1850. Su reposición era una asignatura obligada, aunque sea únicamente por razones sentimentales, y más aún si se hace en francés, el idioma original de la obra. Todo lo que usted desee saber sobre este título lo cuenta en detalle Santiago Salaverri en un formidable artículo del programa de mano, e incluso hace un guiño a los periodistas señalando como un posible encabezamiento para sus informaciones la frase: "Una primicia en el Real: la ópera que lo inauguró hace siglo y medio". La paradoja está lista.

La favorite

De Gaetano Donizetti. Orquesta Sinfónica de Madrid. Director musical: Roberto Rizzi. Director de escena: Ariel García Valdés. Escenografía y figurines: Jean-Pierre Vergier. Con Manuel Lanza, Dolora Zajick, Raúl Jiménez, Stefano Palatchi y Susana Cordón. Coproducción con el Gran Teatre del Liceu. Teatro Real. Madrid, 13 de abril.

Javier Pérez Senz, cuando realizó la crítica para EL PAÍS desde Barcelona la pasada temporada, se refería al montaje de Ariel García Valdés y sus colaboradores -centrado en una inmensa roca que se contorsiona, gira y adopta formas múltiples- como "un sólido refugio que invita a reflexionar sobre cómo puede llevarse a escena un teatro imposible que sólo cobra sentido desde el arrebato del canto". Comparto su punto de vista y quizás también el Real, pues los dos repartos vocales anunciados para cubrir las representaciones no se tienen nada que envidiar entre sí. Manuel Lanza se alterna con Carlos Álvarez, Dolora Zajick con Sonia Ganassi y Raúl Giménez con Josep Bros, si nos ceñimos a los primeros espadas. El canto, pues, domina y está bien que así sea. La triunfadora de la noche del primer reparto fue, en cualquier caso, Dolora Zajick. Por temperamento, por coraje, por garra. Raúl Giménez hizo una prestación bastante apreciable y más todavía teniendo en cuenta que en óperas como ésta aparece siempre por Madrid el fantasma de Alfredo Kraus para amargar la noche al tenor de turno. Pero Giménez se revolvió con casta, aunque el canto francés exige un punto más de sutileza. En cuanto a Lanza, Palatchi y Cordón actuaron con sobriedad y buenas maneras.

La orquesta no empezó fina, pero se fue centrando conforme la noche transcurría y al final acabó en punta. Roberto Rizzi dirigió con brío y facilidad. En función de las voces, en todo caso, lo que se agradece, tal como estaba el panorama. La escena tuvo su mérito narrativo en el aire de cuento, de cómic. La dirección de actores fue convencional, ordenada, sugerente. Y la roca, un hallazgo plástico, aunque pueda resultar monótona.

El público recibió mayoritariamente bien la representación. No hubo grandes alharacas, salvo para Zajick, pero tampoco protestas, ni siquiera para el equipo escénico. El Real ha salvado su deuda histórica con su ópera más antigua. Ha mirado hacia atrás sin ira y sin complejos, por mucho que este tipo de obras estén muy lejos de las inquietudes actuales.

Dolora Zajick.
Dolora Zajick.

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