España funcionó mejor sin experimentos
En el primer tiempo, Armenia sorprendió al equipo de Sáez, que arregló el partido cuando volvió a su dibujo natural

El regreso a los orígenes fue decisivo en la victoria de la selección, que fracasó con el experimento de Sáez en el primer tiempo, plagado de complicaciones por la falta de simetría en el dibujo y por la pésima mezcla que protagonizaron Valerón y Xavi. Los dos salieron tan perjudicados del partido que fueron sustituidos. Sustituciones decisivas, en cualquier caso, especialmente por el ingreso de Vicente como extremo izquierda. El efecto de los cambios vino inmediatamente acompañado por los goles en el segundo tiempo. Detrás de la victoria hay material de sobra para pensar que España es un equipo con alguna virtud muy acusada y con defectos demasiado evidentes.
Las peores señales de España vinieron acompañadas por la sorprendente actuación de Armenia, equipo que provocó la perplejidad en la selección, acostumbrada a manejar los partidos desde una minuciosa elaboración del juego. No lo consiguió en esta ocasión. Sáez había avisado de ciertas características de los jugadores armenios, gente habilidosa, con desparpajo y con gusto por el toque. Fueron eso y mucho más. Armenia dispuso de la pelota en dosis tan abundantes que, en muchos momentos, sacó del partido a la selección española, que sin el balón es poca cosa. Equipo liviano como es, no puede imponerse de ninguna manera en el apartado físico. Tampoco tiene el vértigo de los jugadores explosivos, capaces de desarmar a los rivales en los contragolpes. No tiene sprinters y se encuentra con la dificultad que lastró al Madrid hasta la llegada de Ronaldo. O España mastica el juego hasta el área, o pasa un calvario. No es un problema de ahora. Viene de lejos y, en buena medida, está condicionado por las características de esta generación de futbolistas.
ESPAÑA 3- ARMENIA 0
España: Casillas; Salgado, Helguera, Marchena, Raúl Bravo; Albelda, Xavi (Vicente, m. 53); Etxeberria (Joaquín, m. 43), Raúl, Valerón (Baraja, m. 64); y Tristán.
Armenia: Berezovsky; Vardanyan, Dokhoyan, Hovsepyan, Melikyan; Petrosyan (Mkhitaryan, m. 81), Sargsyan, Voskanyan, Khachatryan (Minasyan, m. 83), Artvazd Karamyan; y Arman Karamyan.
Goles: 1-0. M. 63. Centro de Vicente que Tristán remata al borde del área pequeña. 2-0. M. 69. Córner que saca Vicente y Helguera cabecea picado en el primer palo. 3-0. M. 90. Gran pase al hueco de Raúl a Joaquín que marca de perciosa vaselina.
Árbitro: Alon Yefet (Israel). Amonestó a Valerón, Baraja y Melikyan. Unos 14.000 espectadores en el estadio Antonio Amilivia de León.
España se las ha arreglado en los últimos tiempos gracias a su cuidadosa y paciente elaboración del juego. No lo pudo hacer en la primera parte frente a Armenia, que utilizó la clase de recurso que ha hecho reconocible a la selección. Con paciencia y buen toque produjo un efecto disuasorio en las filas de España, que no encontró la manera de manejar el partido. Dedicó el primer tiempo a perseguir la pelota, que pasaba por los habilidosos pies armenios con una facilidad inesperada.Un equipo diseñado para atacar se encontró con la desagradable tarea de defenderse más de la cuenta. Tampoco funcionó el juego de ataque, con Xavi como principal víctima. Empantanado entre Albelda y Valerón, nunca supo cuál era la naturaleza de su trabajo. Se sintió tan secundario que no estuvo ni para defender, ni para atacar. Xavi es de esos jugadores que necesitan sentirse importantes, de los que exigen que el fútbol gravite sobre ellos. No fue el caso porque ese papel correspondió claramente a Valerón, que no jugó mal. Simplemente jugó fuera de cacho.
Sáez se decidió por el dibujo del actual Madrid para encontrarle un sitio a Valerón. El experimento fracasó por varias razones: a Valerón le quedó lejos el área, la falta de simetría produjo un vacío en la banda izquierda que no llenó Raúl Bravo y la profusión de jugadores similares generó un atasco insuperable. El picassiano dibujo de Sáez eliminó un rasgo decisivo de los equipos españoles: los dos extremos. Sólo estuvo Etxeberria, sin desborde frente a los tenaces defensas armenios. Sin juego por los costados, todo quedó pendiente de la creatividad de Valerón, Raúl y Xavi, que se invadieron las posiciones. Todos hicieron lo mismo en los mismos sitios. Era un equipo demasiado redundante.
La victoria llegó cuando Sáez se decidió por la naturalidad. Retiró a Xavi y colocó a Vicente en el ala izquierda. El efecto fue inmediato. España comenzó a jugar con los dos perfiles, con una profundidad que rindió beneficios muy pronto. Un centro de Vicente fue rematado con mucha clase por Tristán, que giró el tobillo derecho y dejó la pelota en la red. Fue una acción típica de este jugador impredecible, ofuscado como pocos hasta ese momento y autor de un gol extraordinario. A Tristán se le toma o se le deja. Es así, un delantero muy singular.
El tanto significó la retirada de Valerón y el ingreso de Baraja, de lo que se deduce una preocupante noticia para el seleccionador, que no encuentra acomodo para el jugador del Deportivo. El juego demostró la eficacia de los cambios, o del regreso al dibujo natural. Armenia, que había producido una notable impresión en el primer tiempo, se desplomó en el segundo. Fue un derrumbe lleno de dignidad, a través de una manera de interpretar el fútbol que siempre es bien recibida por los aficionados españoles. Pero su hora había pasado. Cuando Helguera, el mejor del partido, marcó el segundo tanto en un poderoso cabezazo, el partido se cerró definitivamente. Sáez probablemente tomó nota: a España le conviene Valerón, pero le conviene mucho más el par de extremos de toda la vida.

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