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"Lo mejor está por llegar"

Tras su mejor partido en el Barça, Riquelme advierte de que no cambiará de modo de jugar

Una asistencia en el minuto 1 para Kluivert y, poco después, dos recortes consecutivos y un balón que clava en la red. Y todo rapidísimo. El Camp Nou vio el pasado domingo (6-1 al Racing) más de Riquelme en siete minutos que en todo el curso. Radomir Antic, el técnico yugoslavo, se ha propuesto exprimir al máximo las cualidades de este jugador de brillo intermitente y que da signos de una obstinación de hierro. Fue su mejor noche en el Barça, pero el argentino le puso ayer peros porque ocupó la banda izquierda: "Me resulta más difícil porque tengo menos espacios y debo coger confianza. Intentaré hacer lo que me pidan, aunque sea de arquero. Pero no voy a cambiar mi forma de jugar. Es así como la siento".

Su análisis causó cierta sorpresa porque Riquelme redondeó su mejor semana desde que está en el Barcelona. En Newcastle dio los dos pases de gol a Kluivert y Motta y el domingo culminó su actuación con una última asistencia hecha con tiralíneas a Overmars. "¿Mi mejor partido el del Racing? Bueno...", dijo discrepando de las palabras de Antic; "a mí me gustó más el partido de Inglaterra porque jugué por el centro, donde siempre, de enganche. Pero estoy contento porque ayer jugamos bastante bien". Luego, todo el mundo se quedó algo estupefacto tras preguntársele si se estaba cumpliendo lo que profetizó: que sólo sabría si se adapta al fútbol español con la continuidad que le da el entrenador yugoslavo: "No lo sé. Me ha tocado venir acá y, a medida que vaya jugando, tomaré más confianza. Pero lo mejor está por llegar".

No es éste, ni de lejos, un nuevo caso Rivaldo, el brasileño que retó a Louis van Gaal por no querer jugar de extremo. Riquelme, que utilizó otra táctica con el holandés (le dejó caer), es otra historia. Escurridizo, introvertido, inasequible, hace buena una regla de oro en el fútbol defendida por muchos: juega tal como es y es tal como juega. Una especie de planeta que va por libre, que tan pronto se despista y llega tarde a un entrenamiento como desaparece o se va el último. Vive el fútbol de lejos. Tanto que hace una semana Antic le convocó para el partido en Newcastle pese a que alegó una lesión. A Riquelme no le interesa demasiado el contacto con la prensa ni se que se sepa de él. Hacía lo mismo en Buenos Aires. Como si entendiera el fútbol profesional de la misma forma que lo concebía en barrio: una prolongación de los partidos que jugó en la calle.

Pero ahí se acaba. Sus prioridades son otras. Su mujer y sus dos hijas, con las que vive en Gavà, cerca del mar, a un tiro de piedra de Barcelona, en una casa puerta con puerta con la de Frank de Boer en la que ha rechazado, a diferencia del central y de Cocu, también vecino, vigilancia privada. El clan argentino (cuatro jugadores) es casi tan numeroso como el holandés (cinco), pero Riquelme va por libre. Tanto que ni siquiera tiene compañero fijo para dormir en sus desplazamientos (comparte la habitación con Rochemback, Christanval o Mendieta). Sus mejores ratos los pasa con sus amigos tomando mate. O matando el tiempo hablando con sus amigos del Boca, Palermo y Arruabarrena, ambos en el Villarreal, o el técnico Bianchi. "Riquelme ve las jugadas tres tiempos antes que otro jugador", manifestó ayer Bianchi a la Cadena Cope. "Es muy parecido a Zidane" , siguió; "para verle jugar bien sólo hay que hallarle su posición". Y remachó: "Es introvertido y tan tímido que a veces quiere pasar inadvertido".

Riquelme en algo no es una excepción. Antic ha hecho buenos a varios de sus jugadores, apagados con su antecesor: Saviola golea, De Boer no se siente ya la oveja negra y Reiziger ya no quiere irse. "No sólo los holandeses hemos mejorado: mirad a Saviola o Riquelme. El equipo está invicto y eso da mucha confianza", dijo el lateral. Y esa confianza es lo que tiene ahora Riquelme, que lleva cinco partidos consecutivos -"lo bueno es jugar y eso es lo que pasa ahora"- como titular. Pero él vive en su mundo y, pese a que empieza a sentirse mejor, no reniega de su visión y su forma de jugar. ¿Cambiar? ¿Por qué? Al fin y al cabo, bajo su aspecto inescrutable y su hilo de voz, ha ganado ya la Copa Libertadores de América y la Intercontinental. Es el Barça el que no gana nada.

SCIAMMARELLA

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