Freire busca "una victoria por la paz"

Óscar Freire posa para un fotógrafo en el jardín de su hotel. Entre sus manos, una bandera con lo colores del arco iris y una leyenda: Pace; paz, en italiano. Un periodista italiano le pregunta: "¿Su posición ante la guerra?". Y Freire subraya lo obvio: "Si estuviera a favor, ¿me haría esta foto?" "En España", continúa el doble campeón mundial, "el 99% de la gente está en contra. Sólo conozco a una persona a favor, Aznar; bueno, él y sus amigos".

Es la víspera de la Milán-San Remo, una de las grandes clásicas del ciclismo. Es la víspera de una de las citas más importantes y, mientras algún rival, como el italiano Mario Cipollini, se entretiene fingiendo enfermedades, fiebres y dolores de tripa, Freire, el mismo que se sumó a la huelga general en junio, hace un recordatorio del compromiso de los deportistas frente a las injusticias.

El miércoles, horas antes de los primeros bombardeos, Freire dejó de piedra a Cipollini cuando surgió por debajo de su sobaco; de su espalda, que ya estaba erguida en el gesto previo a levantar los brazos victorioso; desde donde no se le veía ni se le esperaba, después de remontarle cinco metros en 50, y le adelantó sobre la raya. Y después subió al podio de la Tirreno-Adriático y exhibió otra pancarta por la paz. "Bien orgulloso de hacerlo", dice. "y, si gano en San Remo, intentaré repetir el gesto. Quiero que sea una victoria por la paz".

Freire, que ha tenido que emigrar para encontrar un equipo, una filosofía, una cultura de interés por las clásicas de la misma forma que Miguel Poblet, el único español ganador en San Remo (1957 y 1959), tuvo que exiliarse, dice que hará su declaración si gana porque cree que puede ganar: "Sé que estoy muy rápido". Lo dice porque lo siente. Y porque quizá ya le toca: "En la primera Milán-San Ramo terminé el tercero, pero me vi sin ninguna posibilidad; en la segunda, el año pasado, fui el quinto, pero me vi mucho más cerca de la victoria. En la tercera...".