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AMENAZA DE GUERRA | La posición del Gobierno
Columna
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Entramos en guerra

A la hora de escribir estas líneas, la suerte está echada. Todo indica que a partir de esta madrugada habremos entrado en guerra, por supuesto sin las formalidades previstas por el artículo 63 de la Constitución, según el cual "al Rey corresponde, previa autorización de las Cortes Generales, declarar la guerra y hacer la paz". El Gobierno de Aznar seguía ayer negando la evidencia de sus anhelados compromisos para lograr alguna participación junto a las fuerzas expedicionarias de Estados Unidos. Por ejemplo, en el Congreso de los Diputados la ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, se sumaba a mediodía de ayer al desmentido propinado el viernes por el vicepresidente Mariano Rajoy al secretario de Estado Ramón Gil Casares, quien horas antes había dicho en Tele 5, a preguntas de Montserrat Domínguez, que España formaría parte de la coalición militar liderada por Washington.

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Con una tozudez admirable, la ministra Palacio intentaba ayer una vez más presentarse como campeona de la paz mientras respondía a un periodista que carecería de sentido posponer la intervención militar anunciada hasta después de escuchar el informe pendiente del inspector Blix ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Así que después de haber abanderado la propuesta de una segunda resolución, a la vista de que faltan los votos precisos, se quiere reducir al silencio al Consejo y se declara suficiente el amparo de la 1.441 para ir a la guerra. Como si el automatismo militar hubiera quedado autorizado en ese texto. Pero conviene recordar que la incorporación literal de ese automatismo militar ya quiso hacerse cuando se negociaba la 1.441, pero hubo de ser eliminado porque el rechazo que suscitaba impedía su aprobación por el Consejo de Seguridad.

Antes de seguir, situémonos en la base de Lajes, en las islas Azores, y repasemos las escenas transmitidas por televisión. Veamos a los tres mosqueteros -Bush, Blair y Aznar, y a su criado portugués- compareciendo ante los representantes de la prensa internacional. Preguntémonos en primer lugar por qué los periodistas aceptaron participar en semejante farsa incorporados al decorado de un tablado propagandístico carente de cualquier respeto profesional. Todo el montaje de la cumbre sólo tenía el objetivo de esa conferencia de prensa, pero sólo hubo una pregunta facilita a formular por un representante de cada uno de los contingentes nacionales -norteamericano, británico, español y portugués-, que hubieran podido sustituirse de modo ventajoso por figurantes.

Al Consejo de Seguridad se le sellaban la boca y los oídos, se le convertía en estatua de sal obligado a mirar para atrás hasta llegar a noviembre pasado para seguir indefinidamente recitando de memoria la resolución 1.441, sin permitirle pronunciamiento adicional alguno. Los tres tenores rivalizaban en protestas sobre la necesidad de sostener la reputación de una peculiar Comunidad Internacional mientras el vigente Consejo de Seguridad, que es su encarnación más legítima, recibía las mismas amenazas que Sadam Husein en forma de "graves consecuencias" para el caso de que osara disentir de la hiperpotencia norteamericana escoltada en la ocasión por el Reino Unido y España.

Resulta que ese Aznar, que en la tribuna del Congreso de los Diputados reitera que nunca cambiaría la seguridad de los españoles por un puñado de votos, ha sido el más impaciente en Lajes para suplicar a Bush que desencadene ya la guerra a fin de evitar las salpicaduras sobre la inminente campaña electoral a culminar el 25 de mayo. Por eso era muy de ver hace unos días el pavor de algunos candidatos del PP al escuchar la petición francesa de un mes de prórroga para las inspecciones de Blix. Clamaban con desesperación pensando que algunos desastres serían capaces de atravesar el blindaje informativo y terminarían por interferir en la decisión de los convocados a las urnas. Pero, al fin, el presidente George W. Bush, después de consultar su calendario, ha escuchado a Ansar y esta pasada noche se habrá dirigido ya a su nación y habrá anunciado la orden de ataque para la intervención militar en Irak. Contento de la rapidez obtenida, según informan testigos a bordo del avión de la Fuerza Aérea Española, nuestro presidente se fumaba un puro y comentaba los resultados de la jornada liguera. Tenemos un líder de primera.

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