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Entrevista:MAR MORENO | Vicesecretaria general del PSOE

"Hay muchos funcionarios en política y eso la empobrece"

Desde su elección en diciembre de 2000, Mar Moreno (La Carolina, Jaén 1962) no ha hecho otra cosa que intentar ocupar su sitio. El pasado día 6 pronunció una conferencia en el Club Antares de Sevilla que supuso su confirmación pública. Se muestra muy incómoda al hablar del relevo del presidente de la Junta, pero se mueve como pez en el agua a la hora de proponer la reforma de la función pública: "La política a veces tiene un problema y es que hay muchos funcionarios haciendo política".

Pregunta. En su conferencia dijo que es "entendible", pero no "defendible", la impronta provincial de los políticos. ¿Esa tendencia cómo se quiebra?

Respuesta. Hay dos elementos fundamentales. Uno es la estructura provincial que hemos heredado y que es un pilar de los partidos, de las demarcaciones administrativas. Hay un hecho provincial que existe, que está justificado y es perfecto. Y luego hay una experiencia autonómica que es muy joven. En términos históricos seguramente le falta todavía rodaje a la sociedad andaluza para que consolide esa inteligencia andaluza. Eso está cambiando. Conforme crezca el sentimiento y el apoyo a la autonomía irán descendiendo los localismos.

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P. Le pongo un ejemplo: Educación ha decidido que la Escuela de Danza tenga sede en Málaga y su grupo parlamentario ha pedido que haya otra en Sevilla.

R. Cada vez hay más planes de ordenación autonómica muy importantes que dejan menos espacio para el debate interprovincial. Conforme la planificación abarque más ámbitos de los servicios públicos andaluces habrá menos espacio para la arbitrariedad y, por lo tanto, menos para el localismo. Lo local emerge con más fuerza cuanta más arbitrariedad y discrecionalidad hay en la toma de decisiones. Yo puedo defender lo mío, si sé que es posible que me lo den, pero si no lo es nadie inicia batallas perdidas.

P. ¿Es necesaria otra ley electoral para paliar los localismos?

R. No. El hecho provincial no es negativo, sino el provincianismo, la defensa irracional de lo provincial frente a los intereses generales.

P. La nueva ciudadanía andaluza que usted describe ¿qué demanda a los partidos?

R. Seriedad y rigor en la Administración. Y no hay una Administración que pueda ser rigurosa y seria si no planifica y distribuye de una manera razonable los recursos en el territorio. Eso significa renuncias por parte de algunos territorios a favor de otros, reequilibrios, atender singularidades. En el otro extremo del localismo estaría la administración por un ordenador que distribuyera a un euro por habitante de cada rincón de Andalucía los presupuestos de la Junta. Eso tampoco es política.

P. También habló usted de hacer pedagogía y de ser valientes en un tema como la inmigración. ¿Incluso a costa de perder votos?

R. Sin duda. En buena medida estamos siendo valientes. Hay grandes diferencias entre el discurso del PP y del PSOE en este momento, hasta el punto de que el PP ha intentado manipular la posición del PSOE hacia posturas de irresponsabilidad. Ahí hay que abundar, porque hay asuntos en los que la decencia está por encima de los votos.

P. Pero es más fácil hablar de inmigración en Sevilla o en Marbella que en El Ejido.

R. Sin duda hay sociedades que viven de manera diferente el fenómeno y eso a veces es causa de que se interiorice de manera más o menos agresiva. Por eso somos partidarios de hacer política de inmigración para evitar que la mala gestión del fenómeno migratorio se convierta en un problema, que genere hostilidad.

P. Usted habla de aprovechar el buen momento electoral del PSOE para hacer nuevas reformas. ¿A qué se refiere?

R. A la fiscalidad; función pública; nuevas reformas en materia de sostenibilidad; a la ley de flora y fauna, con valentía; a encarar el futuro energético; a la ordenación de todos los recursos de políticas de empleo que ahora mismo están demasiados compartimentados y eso les resta mucha eficacia; a la ordenación de la administración local...

P. Son reformas para toda una legislatura.

R. Y algunas hasta para más de una.

P. Llama la atención que cite lo de la reforma de la función pública cuando lleva parada más o menos desde 1990.

R. No es exactamente así. Ahora se está trabajando y hay un buen documento de diagnóstico. No quiero echar ningún balón fuera, pero a la función pública todavía no le ha hincado el diente de manera ostensible ninguna Administración española, ni autonómica ni estatal ni local. Cuando los buenos funcionarios no encuentran estímulo y los malos funcionarios no encuentran sanción, algo pasa.

P. ¿Qué habría que hacer?

R. La política a veces tiene un problema y es que hay muchos funcionarios haciendo política. Y la política tiene que enriquecerse. Hay que favorecer sistemas que logren que más ciudadanos puedan hacer política sin un riesgo irreversible para su profesión. La función pública ofrece una gran comodidad para hacer política. La clase política tiene un sesgo funcionarial muy importante que creo que la empobrece. Y esto es muy difícil de resolver. Cuando un funcionario hace política puede ser el más noble y el mejor del mundo, pero trae su croquis y su visión del mundo desde la función pública. Cuando un empresario, un profesional independiente, un obrero o un ama de casa hacen política lo hacen de manera bien distinta, traen otro universo de prioridades, conocen otro sector del mundo, tienen otra concepción. Hay que enriquecer la política haciendo que se nutra de más sectores sociales. Hay muchos empresarios, autónomos o profesionales que saben que un paso a la política, que siempre es temporal, luego perjudica su propio itinerario profesional.

P. Y al funcionario no le ocurre eso.

R. Exacto. Por eso hay más facilidad y más comunicación entre la política y la función pública. Eso empobrece a la política.

P. ¿Hay solución?

R. Hay que procurarla. Eso tiene que ver con las retribuciones, las incompatibilidades, las cesantías, con el prestigio, la fama personal... En otras sociedades, un político que abandona la política es considerado un buen gestor y le sirve para su currículo y para reintegrarse en la empresa privada, cosa que en España te estigmatiza: "Usted ha sido político, usted ya casi no vale para nada porque casi nos da vergüenza enseñarlo". Son cosas que hay que ir modificando por la salud democrática.

P. Eso también tiene que ver con la defensa que hizo de la honestidad en la política. Pujol dice que el gremio de los políticos es el único que no tiene por objetivo la defensa de sus miembros, sino su desprestigio.

R. Pasarán años hasta que se corrijan estas cosas. Eso supone compromisos personales muy fuertes, como la honestidad, que existe mayoritariamente, pero que a veces se puede vulnerar.

P. Esa falta de consideración hacia la política y los políticos ¿a qué la atribuye?

R. Creo que no hemos prestado demasiada atención a los valores en la escuela pública. Las primeras generaciones democráticas españolas han dado por sentadas demasiadas cosas que a la postre estamos comprobando que no había que darlas por sentadas. Y la política y los políticos, como servidores de la cosa pública, necesitan de una defensa permanente mucho más radical de la que hemos mantenido. Porque la defensa de la política no es frente a los ciudadanos, sino frente al mercado, a los que no necesitan de la política para hacer lo que quieren. Mucha gente sale del instituto hoy sin valorar y conocer en profundidad las instituciones democráticas. Y ha habido pudor en la izquierda hacia la enseñanza de los valores y de las instituciones democráticas. Sin política no puede haber ciudadanos.

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