"El órgano es música en estado puro"
Daniel Oyarzabal disfruta tanto tocando en un órgano del siglo XVIII como siguiendo con el cajón el ritmo del flamenco más puro. Entre esos dos extremos le gusta todo tipo de música, pero no puede soportar las canciones de Whitney Houston y Mariah Carey porque, simplemente, le aburren. Con una carrera profesional ya en marcha -ha interpretado seis conciertos en el festival Musika-música y participará el próximo mes de septiembre en el palacio Euskalduna en el ciclo internacional de órgano- Oyarzabal invita a descubrir "la música en estado puro" que es capaz de crear un organista.
Pregunta. El órgano es un intrumento majestuoso, pero resulta distante.
Respuesta. Sí, lo es en el sentido del contacto físico. Para empezar, en el 90% de los conciertos ni siquiera se ve al intérprete. El órgano es música en estado puro, sin distracciones, sin adornos. Se trata de sentarse, escuchar y disfrutar. Es un sonido que te envuelve, algo etéreo, muy espiritual, fascinante. En un lugar como una iglesia de Harlem, en Holanda, es imposible que el sonido del órgano te deje indiferente. En ocasiones, cuando acaba La pasión según san Mateo [de J. S- Bach], el público está sobrecogido, ni siquiera aplaude.
P. ¿Qué le llevó a convertirse en intérprete de órgano?
R. Bach. Cuando tenía 10 años escuché la Passacaglia de Bach y me quedé aturdido. No tenía oportunidad de escuchar a Bach en Vitoria y me compraba discos. Mi mentalidad cambió cuando salí fuera a estudiar. En Holanda están los órganos que me gustan, los barrocos alemanes; los echo de menos cada mañana cuando me levanto. Este órgano [el sinfónico del Palacio Euskalduna] es fabuloso, un órgano sinfónico muy complejo, con muchísimas posiblidades, pero aquí no se puede venir a tocar cada día.
P. ¿No es una lástima que se infrautilice?
R. Es un auditorio y hay muchas otras cosas; está pensado para ofrecer conciertos con una orquesta, no para practicar. Es razonable, ocurre lo mismo en cualquier auditorio del mundo. Pero hay otros órganos muy buenos, como el de la catedral de Santiago.
P. El repertorio de música sacra tampoco ayuda a difundir la música de órgano.
R. Sí, a mí me han dicho muchas veces a ver si soy cura o seminarista. El órgano esta unido a la iglesia, pero el propio Bach, que era tremendamente religioso, insistía en que había que desvincular el órgano de la música religiosa y verlo como un instrumento en sí mismo.
P. ¿De qué manera?
R. Tocando y mostrando los órganos. En un ciclo que organizamos en Vitoria, hacemos excursiones para conocer los instrumentos. Son muy desconocidos, están ahí arriba en las iglesias, y ya está. Pero si se ven por dentro, llaman la atención y despiertan la curiosidad de la gente. El órgano es un instrumento muy versátil, por eso se ha compuesto tanto para órgano en el siglo XX. Mi ilusión es tener cerca de donde vivo un órgano barroco alemán.
P. ¿Cómo se puede dar a conocer esa versatilidad?
R. Enseñando el órgano a los niños desde los 10 años. Te aseguro que a alguno siempre le va a atraer la música del órgano, aunque en el mundo en que vivimos nunca va ser como la guitarra eléctrica, claro. Siempre será una música minoritaria, porque la música clásica, en general, lo es.
P. ¿Queda mucho por descubrir en la música para órgano?
R. Decir mucho me sabe a poco. Muchísimo, una inmensidad. Lo mismo ocurre con otros instrumentos, como el arpa, que yo mismo me avergüenzo de no conocer con detalle como funciona. La mayoría de la gente, por ejemplo, no sabe que el arpa tiene pedales, que se utilizan para cambiar la nota.
P. ¿Hay instrumentos de primera y de segunda?
R. Piano, violín y violonchelo son los reyes del público. Son más cercanos. Tampoco se sabe mucho del órgano: piensan que es Bach y se acabó.
PERFIL
Daniel Oyarzabal (Vitoria, 1972) comenzó estudiando percusión y piano en el Conservatorio de Vitoria pero "por culpa de la música de Bach", asegura, abandono los estudios de Derecho y Económicas, para acabar convirtiéndose en intérprete de órgano y clave. Su sueño es encontrar un mecenas que le permita organizar un grupo de musicos volcado en interpretar
las cantatas de Bach.
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