"Nuestro enemigo es el reloj"
Radomir Antic tiene prisa y parece estar de mal humor. No es que sea descortés. Al contrario, atiende con educación, aguanta cualquier interrupción ajena a su voluntad y la entrevista no acaba hasta que se rinde el entrevistador. No deben de gustarle las preguntas, igual están mal hechas o, a juzgar por las respuestas, actúa a la defensiva, como diciendo: "¿Qué quieres que te cuente, chico? Parece como si nos hubiera mirado un tuerto con tantas lesiones y enfermos como hay en el Camp Nou". Por lo demás, ya lleva días recorriendo periódicos y recibiendo periodistas, explicando que el Barça saldrá de uno de los mayores apuros de su vida.
A Antic parece escocerle más que a ningún culé el empate (1-1) cedido el pasado sábado ante el Valladolid y puede que también las interpretaciones mediáticas que se han dado y el protagonismo adquirido por Riquelme entre la hinchada. A cada pregunta, venga o no a cuento, aparece el maldito partido del sábado y el entrenador del Barça se explica anteponiendo su honor y el del equipo a cualquier asunto, como si se sintiera despechado. Juega contra el reloj. El calendario electoral está a expensas del futbolístico.
"Sabemos dónde fallamos. Más que un síntoma, los empates son una coincidencia"
"Me pregunto por qué la gente pide a Riquelme sin analizar qué tenemos con él y qué no tenemos"
"Nunca me había pasado algo así con las lesiones. Es una maldición. Pero no estoy desanimado"
Pregunta. No sé qué calificativo da al resultado de ayer [sábado], pero, en un club tan voluble como el Barcelona, el 1-1 suena muy mal, como si fuera una vuelta a las andadas, sobre todo después de una serie de partidos que invitaban al optimismo.
Respuesta. Espero que no. El equipo jugó de forma bastante equilibrada en el primer tiempo, pero cometimos un fallo y favorecimos el planteamiento del Valladolid. No estuvimos concentrados en la jugada del gol del empate y encadenamos una serie de errores en una acción que dominamos o que justamente es uno de nuestros puntos fuertes. La voluntad del equipo por remontar fue tan encomiable como recriminable su desorden final. La ventaja de lo ocurrido es que sabemos dónde fallamos.
P. Desde que usted llegó al Camp Nou, el Barcelona ha sumado cinco victorias y cuatro empates, pero en tres de esos cuatro encuentros no supo administrar la ventaja adquirida. Pasó con el Athletic, Osasuna y el Valladolid. ¿No le falta al equipo cierto control del partido, gobierno, entre juego?
R. Más que un síntoma de qué pasa algo, es una coincidencia. Una cosa no tiene que ver con la otra. Ayer [sábado], por ejemplo, tuvimos que cambiar la alineación por la acumulación de bajas. Mi preocupación ahora es saber cuántos efectivos tendré para el próximo encuentro. Me gusta buscar el equilibrio del equipo y cada día tengo menos recursos. Ya sabía, y así lo advertí, que el partido del Valladolid iba a ser complicado por lo sufrido en los entrenamientos de la semana: hay jugadores lastimados y otros se han entrenado con 39 grados de fiebre. Esas deficiencias se manifiestan después en el encuentro: falta concentración, chispa, velocidad.
P. No será que usted es demasiado exigente con una plantilla débil físicamente. Frente a los equipos grandes y fuertes que siempre le han gustado, el Barça tiene jugadores pequeños y poco endurecidos, acostumbrados a otras tareas y a un juego distinto.
R. Después de encontrar el equilibrio en el equipo aparecieron las bajas. Hasta los suplentes han recaído. Me gusta el juego físico, es cierto, pero todas las lesiones acumuladas son diferentes. No tienen una misma explicación. También me gusta desequilibrar en las jugadas de estrategia y ayer [sábado] lanzamos siete saques de esquina y no hicimos ningún daño cuando antes éramos muy efectivos en esta suerte. Las cosas dependen a veces de los especialistas que tienes.
P. ¿No será que su plantilla está descompensada, con jugadores repetidos, y, por contra, con más de un puesto sin cubrir?
R. La mejor plantilla acusaría tener diez bajas como ocurrió contra el Valladolid. A día de hoy, el plantel lo componen los 14 jugadores con los que nos hemos entrenado esta mañana. Así es difícil hablar de plantilla. Y no es un problema nuevo, sino que al final de cada partido tenemos que pensar en los jugadores de que disponemos y en los que vamos a poder recuperar para el siguiente. Nuestro gran inconveniente es que no tenemos tiempo; es nuestro enemigo: el reloj. Necesitamos tiempo para combatir la adversidad. Kluivert, por ejemplo, jugó contra el Valladolid pese a que sólo había podido entrenarse un día, pero si actuó con tan poca preparación es porque Dani también está lesionado. Y no hay otro.
P. Kluivert no estuvo especialmente bien. En el ataque...
R. Parece como si ayer [sábado] todo hubiera sido desastroso, y no es el caso. Dentro de las dificultades, hicimos un encuentro correcto. Defensivamente, por ejemplo, no tuvimos problemas. El bajón fue normal. Un entrenador sabe de qué va la cosa. El próximo martes [mañana] tenemos un partido muy importante, una gran final. Si sentenciamos la clasificación para los cuartos de final de la Liga de Campeones ante el Bayer Leverkusen, vamos a ganar credibilidad y tiempo para mejorar.
P. A juzgar por la buena respuesta que tuvo el equipo nada más sentarse usted en el banquillo, en febrero, se deduce que tenía visualizado desde hace mucho tiempo cómo entendía que debía jugar el Barcelona
R. El equipo ha cogido rápidamente la idea del juego. Lo que pasa es que ayer [sábado] la voluntad se impuso a la cabeza. No estuvimos orientados. Hubo errores en el pase porque nos pudo el cansancio. Tener concentración estando cansado es imposible.
P. El fútbol que usted propone es opuesto al de Louis van Gaal. De la posesión del balón y la elaboración, que no llevaba a ningún sitio en los últimos partidos, se ha pasado a un juego más vivo, rápido, a la contra..., un fútbol que puede parecer de equipo pequeño desde la distancia, pero que en la proximidad es posibilista, más acorde con los jugadores que tiene.
R. Nuestra forma de jugar está en consonancia con las características de los jugadores. El sistema, sin embargo, no es rígido. Mis ideas, por otra parte, están en consonancia con las demandas de la gente: velocidad por las bandas, repliegues rápidos, generar espacios, llegada al área rival... Pasan cosas.
P. Usted, que tiene un gusto extremo por los detalles, ¿cómo se explica que el Barcelona, en la Liga, no haya marcado un solo gol de libre directo, lleve once remates a los postes y no haya tenido ni un penalti a favor desde hace dos años en el Camp Nou?
R. No se explica.
P. ¿No está preocupado?
R. Yo no he venido aquí a quejarme, sino que es una satisfacción poder entrenar al Barcelona. Quiero decir que intento siempre compensar al equipo, pero a veces es complicado. La baja de Motta, por ejemplo, me obligó a cambiar a dos o tres jugadores de sitio ante el Valladolid. Nunca me había pasado una cosa así con las lesiones. Es una maldición. Pero no estoy desanimado. Espero que sea pasajero.
P. ¿Le preocupa más el entorno y la manera en que puede afectar al equipo?
R. Al fichar por el Barça, ya asumí todo lo que significaba y sus consecuencias. Sé lo que debo hacer. Aprovecho todos los minutos. No hago nada por hacer ver que hago algo o porque sí. No pierdo el tiempo. Busco el razonamiento en todas las cosas. El entorno no va a condicionar mis decisiones.
P. El entorno ha generado un problema difícil de digerir: Riquelme, que parece tan genial de solista como difícil de cuadrar en una alineación, aun cuando el Barça no tiene hoy jugadores capaces de decidir por sí solos como ocurría en otros tiempos.
R. Es un jugador más de la plantilla, Yo intento potenciar las cosas positivas en beneficio del equipo y me pregunto por qué la gente reclama a Riquelme sin analizar antes qué tenemos con Riquelme y qué no tenemos con Riquelme. Lo importante es facilitar el funcionamiento del grupo.
P. Los jugadores, y se supone que Riquelme entre ellos, coinciden en que con usted se sienten más libres que con Van Gaal.
R. No sé que ocurrió con anterioridad a mi llegada ni quiero entrar en ello, pero no creo que el asunto esté en si ahora hay más o menos libertad, sino que hay que mirar lo que nos conviene, confrontarlo con lo que tenemos y ver hasta dónde podemos ir a parar sin entrar en conflicto con la naturaleza de los jugadores.
P. La situación de interinidad que vive el club tampoco ayuda. Hay socios que piden elecciones cuanto antes y otros que reclaman prudencia y ya veremos cuándo conviene elegir presidente, aun cuando se baraja julio como plazo máximo.
R. Procuro que no me afecte. Yo me siento un privilegiado y quiero estar satisfecho conmigo mismo. Quiero salir del Barcelona sabiendo que Antic ha sido honesto con Radomir, por decirlo de alguna manera. No soy un novato y, además, el fútbol para mí es más que una obsesión, por no decir que me resulta más importante que la vida misma.
P. Algo que comentar respecto al Madrid y otros asuntos.
R. No tengo motivo alguno para hablar del Madrid. Me ocupa exclusivamente de mi equipo.
Y Antic se despide apretando la mano, exhibiendo su mandíbula prominente, expresión de un optimismo hoy mal disimulado. Técnico competente y hombre de fuerte ego, el entrenador del Barça procura no generar tensión en el ambiente como ocurría con Van Gaal, aunque hoy le cueste ganarse a la gente como ha conquistado a los jugadores, hartos ya de tanta consigna, libreta y orden. Quizá por este motivo en el entrenamiento de ayer por la mañana no insistió en los errores del sábado ni obligó a su plantel a comerse el vídeo del partido. Le basta con hacer saber que está enfadado o impaciente. Antic juega con sus jugadores y no con los números ni los rivales.
Fue el entrenador yugoslavo -lo prefiere a serbio- el que acabó con el dream team de Johan Cruyff, cuando el Atlético conquistó el doblete ante el Barcelona y es Antic también quien ha llegado al Camp Nou para procurar edificar un nuevo Barça a partir de la zona cero. El no va más para un ambicioso.
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