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Reportaje:

El arca del Buen Amor

Un grupo de jubilados se cita desde hace años en la Peña del Arcipreste de Hita para leer el clásico y velar por su tradición

El Libro de Buen Amor ya tiene guardián. Una asociación de jubilados aficionados al senderismo se ha convertido en la vigilante de este tesoro de la literatura española del siglo XIV.

Hace unos años, los integrantes de este grupo marcharon a la sierra de Guadarrama para visitar la Peña del Arcipreste de Hita, una enorme piedra caballera declarada monumento natural de interés nacional en 1930. Desde esa fecha siempre ha habido un arca en una oquedad de la peña con un ejemplar del clásico. Pero los ancianos descubrieron que la caja estaba muy deteriorada por las lluvias y que el libro había desaparecido. Decidieron entonces renovar el arca y convertirse así en los vigilantes del santuario.

Los veteranos pondrán el libro en un cofre bajo la piedra de la sierra de Guadarrama el día 20

En enero de 2001, este grupo de veteranos repuso el ejemplar del clásico y desde entonces convirtió el lugar en una de sus habituales rutas. "Lo que más nos gustaba cuando llegábamos a la peña era descansar de la marcha tumbados al sol, mientras leíamos pasajes del libro", comenta Ángel Román, uno de los senderistas.

No les duró mucho la distracción. La peña fue objeto de sucesivos actos vandálicos que acabaron con el robo del arca y de su contenido. A finales del año pasado volvió a desaparecer y el grupo tomó la determinación de acabar con los robos sujetando el arca a la peña mediante unos anclajes.

Los ancianos se han reunido con los senderistas de El Espinar y los de Malangosto (Segovia), grupos que también suelen visitar la zona y que están interesados en el proyecto de convertir la peña en un templo y salvaguardarlo de los actos vandálicos. Todos asistirán a la cita del día 20 de marzo en la que se repondrán el arca y el libro. Para ello cuentan con el apoyo de la Dirección General de Promoción y Disciplina Ambiental de la Consejería de Medio Ambiente, que les ayudará a organizar el acto en la peña. "Lo haremos tantas veces como sea necesario. No estamos dispuestos a que los gamberros dobleguen nuestro empeño", asevera Fermín.

Fermín es un apasionado del libro, al que considera una joya de la literatura y una de las bases del castellano actual: "Algunos de los pasajes son muy beatos. A mí me gustan más los satíricos que describen los parajes de la sierra de Guadarrama por donde estuvo el autor".

Uno de esos pasajes es el famoso episodio de La Chata, donde se relata el pacto que el autor realizó con la serrana que vigilaba el camino y que cobraba particulares peajes por el paso del puerto de Malangosto: "Pasando yo una mañana / el puerto del Malangosto, / asaltóme una serrana / tan pronto asomé mi rostro. / -Desgraciado, ¿dónde andas?, / ¿qué buscas o qué demandas / por este puerto angosto?".

Fermín comenta que entre los senderistas hay mucha afición a la literatura. Además del Libro de Buen Amor, dentro del arca había unos cuadernos en los que los excursionistas de la zona solían escribir las reflexiones típicas de quienes se topan con la soledad de este tipo de parajes naturales. "Bueno", matiza Fermín, "algunos de los pensamientos eran una pesadez: que si esta chica está muy buena, que si he llegado muy cansado... Nada que ver con el libro ni con el paisaje".

El acto del día 20 será también una forma de difundir los valores del libro. Para Fermín, lo más interesante de la obra es que el autor la dejó abierta. Y cita uno de sus pasajes favoritos: "Cualquier hombre que lo oiga, si bien trovar supiere, / puede más añadir e enmendar si quisiere. / Ande de mano en mano, a quienquiere que lo pidiere. / Como pella las dueñas, tómelo quien pudiere".

Como en el libro, los jubilados quieren que su acto tenga repercusión y que sea imitado por las siguientes generaciones para que bajo la peña siempre exista un ejemplar del Libro de Buen Amor y todo el mundo pueda disfrutar de él. "Cuando denunciamos la desaparición del arca a la Guardia Civil de la zona, ni siquiera sabían que bajo la piedra hubiese un arca", se lamenta Fermín.

Están orgullosos de su proyecto porque ellos se consideran jubilados, pero no ociosos. Para estos amantes de la naturaleza y el senderismo, consagrar su tiempo a velar por el santuario les mantiene ocupados en algo que les apasiona y que les hace sentirse útiles. Muchas de las conversaciones del grupo giran en torno a los problemas de la tercera edad: "La mayoría de los jubilados estamos en contra de esas guarderías para viejos en las que nos suelen meter cuando somos un estorbo".

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