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Reportaje:OLIMPISMO | El deporte da un paso trascendental para conseguir una legislación única

El debate del porro

La lista de sustancias prohibidas, que entrará en vigor el próximo enero, estará guiada por las tendencias más inmovilistas

Carlos Arribas

Hay gente como Bengt Saltin, el fisiólogo sueco, el científico más citado por sus pares, que creen que la lucha contra el dopaje desperdicia talento, energías y dinero persiguiendo sustancias menores. "Hay que concentrarse en lo verdaderamente grave", dice; "en lo que podíamos llamar drogas duras del deporte, en los anabolizantes, en la hormona del crecimiento y en los productos para el dopaje sanguíneo, la EPO, sus derivados y las hemoglobinas sintéticas. Los demás productos son un problema menor". Los demás son, mayormente, estimulantes, corticoides y las drogas recreativas, la cocaína y la marihuana, sobre todo, que los deportistas pueden consumir en su tiempo libre, de la misma manera que pueden fumar tabaco o beber alcohol sin que se les castigue por ello. Para Saltin, el criterio para incluir una sustancia en la lista de productos prohibidos debería ser doble: que sea perjudicial para la salud y que mejore el rendimiento.

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Pero gente como Saltin son minoría. "Aquí han dominado y decidido los conservadores del COI", dice, resignado. Se refiere a la redacción del Código Mundial Antidopaje. Mientras en los primeros dos borradores se trabajaba con los criterios que defienden Saltin y la mayoría de los científicos, en el tercero, junto al peligro para la salud y la mejora del rendimiento, se añadió un nuevo concepto denominado oficialmente el espíritu del deporte, definido unilateralmente por los redactores como "la celebración del espíritu humano, del cuerpo y de la mente". Así, los compiladores de la lista de sustancias prohibidas, la primera de carácter universal, que entrará en vigor el 1 de enero de 2004, pueden añadir productos que cumplan, a su entender, dos de las tres condiciones, o bien que mejore el rendimiento y sea malo para la salud, o que mejore el rendimiento y aun no siendo peligroso sea contrario al subjetivo criterio del espíritu del deporte, o bien que no mejore el rendimiento y siendo dañino para el cuerpo dañe también el alma.

Esa introducción ética, que algunos participantes en la conferencia ya interpretaron como el deber del deportista de asumir su papel de modelo de comportamiento para la juventud, no sólo no gustó a los científicos, sino tampoco a algunos gobiernos. Reducido al absurdo, como lo hizo incluso uno de los miembros de la AMA, ese criterio prohibiría cualquier medicamento, ya que se puede interpretar como contrario al espíritu del deporte el uso no terapéutico y a dosis más altas de las necesarias de un producto, y eso sería dopaje porque todos los medicamentos, por definición, son peligrosos para la salud, tienen efectos secundarios. "Pero debemos hacer que impere el sentido común", dijo la AMA. Con lo cual no prohibirá el antiinflamatorio Voltarén, con el que más abusos se cometen, vía infiltraciones o friegas excesivas, y causante de varias decenas de lesiones crónicas entre futbolistas. Pero sí que se mantendrán en la lista los corticoides, pese a que, según los últimos estudios, no mejoran el rendimiento.

Y también se mantienen la marihuana o las drogas recreativas, aunque no influyan en el rendimiento, lo cual planteará problemas legislativos en Holanda, donde el consumo de cannabis está legalizado. Y en el país donde un porro no es sinónimo de mala imagen, será difícil explicarles a los deportistas que para ellos está prohibido lo que para los demás ciudadanos está permitido.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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