_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sin acritud

Venía en avión desde Málaga después de haber estado en La Línea y en Gibraltar. Los llanitos lo tienen muy claro, lo último que quieren es contaminar sus reivindicaciones con el problema vasco, que, a su vez, está contaminado por el terrorismo. Y pude constatar en mi visita que la delegación del PNV que había estado la semana anterior no se había llevado ningún mono para el monte Igueldo (quizás no les haga falta). El avión no daba prensa y mi vecino no tenía nada mejor que leer que el Plan Ibarretxe -¡hasta por ahí me persigue!-, con lo que ni siquiera valía la pena leer de reojo. En el aeropuerto de Loiu nos reconocimos; mejor dicho, él me reconoció a mí, los años no pasan en vano. Era Goyo Monreal.

Aproveché el vuelo para pensar, esperando que esta vez sí fueran pensamientos de altura. Que Bush se va a cargar antes a Aznar y a Blair que a Husein. Pero, impresionado por un político británico que conocí, daba vueltas sobre su estatus, sobre esa autonomía que tienen respecto a su partido, impensable aquí, y sobre una fidelidad mucho mayor a los electores de su distrito que hacia su propio partido. En España -y en esto Euskadi se pasa de ser España-, los partidos se convierten en el único referente del debate político, la jerarquización y disciplina internas son muy fuertes, y los derechos de cualquier afiliado son en su seno mucho menores que lo que las constituciones y las leyes reconocen para cualquier ciudadano. Por eso la crítica es tan difícil y escasa, lo que, unido al proceso de inversión que se produce en todo colectivo cerrado, puede llevar a cualquier partido a convertirse en un fin en sí mismo y a hacer exactamente todo lo contrario que motivó su nacimiento. Cuando empiezan los problemas, la jerarquía echa mano de la gloriosa historia del partido, de sus mitos endogámicos y de sus perjuicios identitarios.

Así, los dirigentes del PNV, cuando se les acusa de connivencia con la violencia, declaman su "centenaria historia de meridiana democracia", lo que es una mentira más grande que el Peñón. Arana no era un demócrata, y lo que tuvo de moderada la Comunión Nacionalista lo tuvo de tradicionalista. Pero que todo partido tenga una tendencia totalitaria no es ningún baldón, más vale reconocerlo para tomar precauciones. Al PP le viene su origen de donde le viene y ha acabado defendiendo el Estatuto y la Constitución, lo que no le libra de volver a donde vino. Y el mismo PSOE, que gusta llamarse socialismo democrático -y Fernando de los Ríos es ese símbolo frente a Lenin-, tuvo sus apasionados momentos totalitarios con Largo Caballero. Porque todo poder tiende a hacerse totalitario, el Estado democrático se organiza mediante contrapoderes. Los tres poderes, el ejecutivo, el legislativo y el judicial son entre sí contrapoderes.

A los partidos no les vale escudarse en su historia para obviar su comportamiento en el presente. Obras son amores; se es demócrata cuando se participa y colabora en los marcos de convivencia democrática -entre los cuales son fundamentales la Constitución y el Estatuto- o no se es. Se es demócrata cuando se renuncia al propio programa en pos de la convivencia en común, o no se es. Se es demócrata cuando se reconocen y respetan las decisiones de los diferentes cotrapoderes, o no se es. Se es demócrata cuando se sigue la ley.

En Euskadi existe desde hace tiempo (en el resto de España empieza a aparecer) un comportamiento por parte de algunos partidos semejante al que dio al traste con la II República. Porque esos partidos, aprovechándose del sistema político, sólo les importa sacar adelante sus objetivos aun a costa de cargarse el sistema. La falta de respeto constante a las decisiones de los jueces encargados de reprimir el terrorismo constituye una práctica muy grave, que, unido al no reconocimiento de la Constitución y al eufemismo de la superación del Estatuto, le hace a uno pensar en qué consiste ser demócrata para el PNV, ¿en no pegar tiros?

Todo esto se produce ante unas elecciones municipales donde el mismo PSE reconoce que no existe igualdad. El clima de enfrentamiento es tal que sólo falta la chispa de algunos asesinatos más para que se tengan que adoptar medidas excepcionales, so pena de que el conflicto pase de ser un argumento nacionalista a convertirse en una realidad. Entonces el PNV dirá que el Gobierno del PP crispa la situación. Nadie quiere mirar en su dimensión el enorme reto que supone el que tengamos unas auténticas y democráticas elecciones municipales. Los partidos constitucionalistas miran hacia otro lado, no lo quieren ni pensar. Aceptar unas elecciones con candidatos -por modestos que sean- asesinados, sería el principio del fin, aunque los nacionalistas pusiesen el grito en el cielo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_