_
_
_
_
Entrevista:FARRUQUITO | Bailaor

"Farruco decía: '¡Baila cortito y rabioso!"

Desde Camarón no se veía nada igual. Allí estaban Tomatito, El Cigala, Manolete, El Paquete, Jerry González... Muchos artistas y la gitanería en pleno, familias enteras con niños en brazos y las mejores galas. Fue el sábado, en el teatro Albéniz: Madrid rindió tributo a Farruquito. Con sólo 20 años, este pincel sevillano ha conquistado el corazón de los aficionados de medio mundo (debutó en Broadway con cinco años, de la mano de su abuelo) con su baile elegante, por derecho, de raíz y sentimiento, que trae a la memoria la estampa de los dos dioses del baile gitano: su abuelo Farruco, que falleció en 1997, y Carmen Amaya.

Después de un año de retiro por la muerte de su padre, Juan Manuel Fernández Montoya (Sevilla, 1982) venía "agotado" de una gira de un mes por Estados Unidos, donde The New York Times le dio el premio al mejor espectáculo de 2001. Pero apenas salió, marcando la siguiriya con su hermano Antonio, y la gente ya estaba enloquecida, gritando "ole". Una anciana decía "Dios te bendiga", el crítico más templado aplaudía a rabiar, el público salía en éxtasis. Acababa de ver a un bailaor que ya está en la leyenda y, con él, a dos promesas del baile de futuro espléndido: sus hermanos Antonio, Farruco, de 14 años, y Manuel, El Carpetilla, de cinco. "Tengo otra, de cuatro, que se llama Alegría. No baila, pero canta que da gloria".

Pregunta. Nadie diría que ha estado usted un año retirado.

Respuesta. Pues sí, así es. A raíz de la muerte de mi padre, decidí parar un poco. Y estuve un año largo que no podía ponerme ni las botas. Si volví es porque no quedaba más remedio.

P. ¿Por trabajo?

R. No, por seguir luchando por mi gente, mis dos hermanos pequeños, mi madre, mi hermano Farruco... Por mi carrera y por honor a mis dos dioses: mi abuelo Farruco y mi padre.

P. A veces el deber puede más que la pena.

R. El flamenco para mí no es un deber, ni una profesión, es un sentimiento que depende de la vida. Y por eso a veces te alejas más, otras te involucras mucho, y otras pones la rabia que tienes en el escenario... Parece que después de un tiempo muy negro se va aclarando mi camino.

P. Lo de Estados Unidos habrá ayudado a animarle.

R. Mucho. Hemos tenido mucho éxito en todas partes, muy buenas críticas, y eso me ha abierto el camino aquí. Desgraciadamente, ha tenido que ser allí donde me han ayudado, pero ahora hay que seguir. Con mucha humildad.

P. ¿Ya está recuperado?

R. Voy levantando la cabeza. Hace poco no tenía ganas de salir de casa, no quería viajar... Para un bailaor joven, perder un año es mucho, es quitarte mucho ritmo, pero he ido entrando despacio, un día me puse las botas, otro di una clase en la escuela que tenemos en Sevilla, otro me decidí a subir al escenario... Y ahora estoy mucho mejor.

P. Y mucho más delgado que hace tres años, cuando bailó en el Centro Cultural de la Villa.

R. Llevar una carrera y una familia cuesta mucho esfuerzo físico y mental... Y perder un padre es muy delicado.

P. Le he oído decir que no le gusta nadie bailando.

R. Me gustaría aclarar eso: fue una pequeña cosa que dije en una conversación muy larga. Me preguntaron qué bailaor me gustaba más y dije "mi abuelo". Pero no es que no me guste nadie. De todos aprendes algo. Y he ido a ver a muchos, a Canales, a Sara Baras hace poco, a Manolete, por quien tengo gran admiración. Lo que pasa es que a la hora de regirme yo me rijo por mi abuelo. Tengo ese camino. Y es verdad que antes había más en lo que fijarse. Ahora hacen mucho contemporáneo, y yo no entiendo esas danzas. Yo sólo puedo caminar por el flamenco de raíz que me enseñó mi abuelo. Pero no soy soberbio, sólo soy aficionado. Y por eso sé que me queda mucho por aprender.

P. En estos tiempos de bailes muy largos, baila muy corto.

R. Eso va en la persona. Yo me siento más en un baile corto, salgo y en cinco minutos doy toda la fuerza. Lo siento así. Nunca bailo muy largo. Aunque el sábado, con la satisfacción, me alargué un poco, siempre me gusta seguir el consejo de mi abuelo: "Cortito y rabioso".

P. A lo Carmen Amaya.

R. Y no sólo ella. En la época de ellos era muy lógico que se bailara así. Pasaban muchas fatigas. Ahora ya no hay tanta rabia, no hay tantas fatigas, no sufrimos lo mismo, ésa es la verdad. Aunque si uno sufre en la vida, sufre en las tablas. En mi vida hay una parte de mucho sufrimiento, y eso se nota.

P. Morente dice que para bailar y cantar flamenco no viene mal haber estado herido.

R. ¡Es que es la verdad! Una persona que en la vida no ha sufrido nada, no sabe apreciar el valor de las cosas. El flamenco es una cultura que expresa sufrimiento. Y el artista que no haya sufrido, eso no puede apreciarlo. Hay que sufrir y sacrificarse por el flamenco para entenderlo. Es una ley sencilla. Luego, cada uno la expresa como puede.

P. Pero es también una terapia. Se canta y se baila para olvidar las penas.

R. Desde luego es mi gran ayuda. La fuerza para seguir luchando, vivir, madurar, viajar, conocer... Ahora que soy cabeza de familia y tengo que enterarme de muchas cosas, el flamenco me está enseñando mucho.

P. ¿Qué recuerdo le queda de la noche del sábado?

R. Salir y que te digan "ole" antes de bailar. El "ole" de los gitanos llega directamente al corazón. Sentir eso es muy fuerte. No se puede definir con palabras.

Farruquito, el sábado, en el teatro Albéniz de Madrid.
Farruquito, el sábado, en el teatro Albéniz de Madrid.PACO MANZANO
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_