Ronaldo y el dilema de sus sustituciones
Rony, como le llaman sus colegas, luce una nueva imagen últimamente. Como aquellos jugadores de los años cincuenta, como varios de los brasileños que levantaron la Copa del Mundo en 1958, se ha dejado un fino bigote pegado al labio superior. El toque moderno lo pone la perilla luciferina, detalle que magnifica su sonrisa, ese triángulo blanco que ayer exhibió una vez más al mundo, al meter su gol. Abrió los brazos y celebró contento su obra, consecuencia última de su placentera estancia en el Madrid, un equipo que le permite hacer lo que quiere, o casi. Apenas defiende en las jugadas a balón parado del contrario, camina la mayor parte del tiempo y hasta jugando mal, como ayer, resulta indispensable porque es la imagen del negocio y porque es potencialmente efectivo. Si lo cambian antes del final, protesta, como hizo hace un mes. Desde entonces Del Bosque, el técnico, le dio siempre 90 minutos o casi (una vez le cambió en el 87). Pero ayer, justo al día siguiente de que la prensa le interrogara sobre el repentino cambio de costumbre, Del Bosque volvió a las andadas: le sustituyó en el minuto 74, otra vez el primero de los madridistas titulares en desaparecer del campo.La barbilla de Ronaldo es un detalle intimidatorio para quienes no conocen su carácter afable y transparente. Gente como Wörns o Metzelder, los centrales alemanes que ayer le guardaron una distancia reverencial.
Ronaldo, por primera vez, no jugó de último delantero del Madrid. Esa función la cumplió Raúl. El brasileño jugó unos metros por detrás, a distancia de los centrales alemanes. Fue el medio volante, Reuter, a quien le tocó quitarle espacio al brasileño e impedirle girarse sin problemas. Por lo demás, Ronaldo actuó a su aire, tomando distancia frente al área de Lehmann, mientras Raúl se incrustaba entre los defensas. Recibió con tiempo, se giró con soltura, y miró bien a su alrededor. Su problema, ayer, es que no había entrado al campo con la pierna derecha. Las cosas se le comenzaron torciendo. Tiró paredes que terminaron en poder del Borussia, encaró sin fortuna a sus oponentes, y disparó tres veces a puerta, dos muy mal. La tercera, aunque acabó en gol, también, demasiado centrado. Ronaldo tiene buena estrella y hasta en sus tardes malas se puede destapar. Así hizo el gol, un pequeño churro que pasó por debajo del cuerpo del portero, Lehmann, muy torpe.
Con gol y todo, el fondo sur del Bernabéu pidió su cambio de forma tácita: le cantó a Raúl, en el campo, y le cantó a Guti, en el banquillo, para que entrase. Guti, el sustituto natural de Ronaldo, fue el hombre que eligió Del Bosque para entrar al campo en el minuto 74. Un momento que, por el gesto, pareció pillar desprevenido a Ronaldo. No le gusta que le quiten, dice, porque su rendimiento evoluciona con los minutos. Tal vez vuelva a protestar.
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