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Columna
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Matices

No a la guerra. Quién no va a sumarse a ese lema. Pero estoy en mi derecho, como persona que posee el raro privilegio de escribir en un periódico, de matizar. Son malos tiempos para el debate, porque lo que se espera de una persona pública, al menos en España, es que pertenezca a un gremio, a un partido, a un lema. No a la guerra. Cuando pienso en esa frase creo que para ser honrada debería añadir no a "esta" guerra, porque hay otras guerras que fueron necesarias. Hay veces que pienso que el pacifista puro es aquel ser privilegiado que no quiere líos. No a "esta" guerra, claro. Y añadiría, no a Sadam Husein, para no brindarle a semejante personaje la alegría de una supuesta "solidaridad".Y añadiría más cosas que iban rondando en mi cabeza el sábado en que salimos a la calle. No creo, por ejemplo, que la paz deba significar dejar en paz a Sadam. No creo que sea cierto que España es una dictadura como gritaban algunos jóvenes. Ellos no saben lo que es una dictadura, pero, ¿y nosotros, no tenemos la obligación de explicarles que en una dictadura uno no saldría jamás a manifestarse como quien va a una fiesta ciudadana? Quiero decir "no a esta guerra" disintiendo, para empezar, de alguna pancarta en la que se leía "Fuera judíos de Palestina", ¿no era la convivencia lo que estábamos defendiendo? Quiero ir a una manifestación teniendo mi forma personal de ver las cosas, sin tener que comulgar con todo el mundo. Quiero leer artículos de gente que opine algo distinto. Ayer leí un artículo del gran escritor Ian McEwan en el que no se situaba precisamente en una actitud antibelicista. Aunque sólo sea porque su última novela, Expiación, es un trabajo de investigación y ficción abrumador situado en la Segunda Guerra Mundial, ¿no debo escucharle? ¿Sería posible que en España se diera esa postura en un intelectual sin que se convirtiera inmediatamente en un proscrito? Yo diría que nos falta libertad de expresión, entre otras cosas, porque no tenemos costumbre de ejercerla, y carecemos del valor necesario. Y para terminar, nunca iría a una manifestación pacifista al lado de Otegi. Hasta ahí podíamos llegar. Bastante es que su partido nos arrebató el noble gesto de levantar el puño. En resumen: quiero ir por libre.

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