Tregua en el bar
Henry es un antiamericano primario muy peculiar porque nació en California y conserva su pasaporte USA y su acento inconfundible. A Henry, que lleva más de diez años en el barrio, le llamó por primera vez antiamericano y primario, a la hora del desayuno, don Armando, que es belicista de los de armas tomar y pensionista de la Seguridad Social. Cuando se produjo el incidente verbal en el mostrador del bar de la esquina, Henry se estaba tomando una barra de pan, tostada y bien pringada de aceite de oliva y un café con leche en vaso y don Armando había pedido como siempre un donut y un descafeinado.
A Henry, que da clases de inglés y toca la guitarra y la armónica en bares de copas y tabernas irlandesas, no le gustó mucho lo de antiamericano y le desagradó profundamente lo de primario. Henry intentó explicarle a su interlocutor que él se consideraba pacifista, demócrata y de izquierdas, lo que en Estados Unidos llamarían un liberal, aclaró, sin sospechar la que se le venía encima. "En Estados Unidos les llamarán como les dé la gana, que están en su derecho", concedió de mala gana don Armando, "pero aquí los liberales son... somos, otra cosa".
-Don Armando es ahora neoliberal y centrista -aclaró con sorna, recalcando el ahora, Javi, camarero en prácticas y licenciado en Ciencias de la Información- antes era...
-Me da igual lo que fuera antes, lo que quiero aclarar es lo del antiamericanismo ese -terció Henry, que ya veía por dónde iban los tiros-. Mire usted, don Armando, no hay que confundir a los pueblos con sus Gobiernos; es como si yo le llamara a usted antiespañol primitivo por estar en contra de Aznar en lo de la guerra, o que por haber vivido en la España de Franco le hubieran llamado a usted franquista.
-Ahí le duele -remachó el clavo Javi y resistió impávido la mirada asesina del aludido, que no entró al trapo. Don Armando relajó el ceño y echó una visual por la barra en busca de un posible aliado para igualar la contienda.
Esta vez don Armando lo tiene difícil, pues la heteróclita, multicultural y multigeneracional parroquia del bar de la esquina, siempre discutidora y amiga de la polémica, se ha pronunciado casi unánimemente en contra de la guerra de Irak. Milagro anunciado que ya estuvo a punto de suceder hace unos meses cuando lo del Prestige, aunque en aquella ocasión hubo sospechas de que Silverio, patrón del establecimiento y gallego de Betanzos, se había ganado para su bando mediante sobornos a los dos borrachos de nómina que cuentan con voz, lo difícil precisamente es hacerles callar, pero no con voto, pues es como si vivieran en otro planeta y hablaran otro lenguaje. Las suspicacias saltaron cuando Agustín, El Mudo, empezó a gritar "Nunca Máis" cada vez que pedía una copa y a Pepe, El Chirla, pescadero hasta que pescó la merluza de su vida (así se presenta) le dio por solidarizarse con sus antiguos compañeros de oficio mediante sucesivos brindis.
Esta vez don Armando ni siquiera cuenta con el apoyo de la Iglesia, representada aquí por don Germán, cura párroco y socio del Atleti, por este orden, ni con el de la brigada de las meriendas que forman todas las tardes, menos las de los domingos, sus fieles parroquianas, doña Leti, doña Nati y doña Pili, con Machaquito, su minúsculo perro de aguas, menores, como dice el camarero periodista y gracioso. Doña Pili incluso le ha puesto una pegatina de "No a la guerra" a Machaquito en el chaleco de punto, y las tres amigas las llevan sobre sus abrigos de pieles, que seguramente quedarán algo despeluchados, pero, como dice doña Leti, "la causa es la causa". "Eso para ti es fácil decirlo porque el tuyo es sintético", le respondió doña Nati a su amiga la primera vez que lo dijo.
Don Armando está casi solo al pie del cañón, aunque se empeñe en contabilizar el apoyo mercenario de su sobrino Fermín, que sólo viene al bar para sacarle pasta haciéndole la pelota. Don Armando empieza a contemplar la posibilidad de un repliegue estratégico ante el descafeinado y da los primeros pasos: "En realidad yo también soy un poco pacifista, a nadie le gustan las guerras, pero...". ¡Guerra, nunca máis!, le interrumpe Agustín desde el fondo del bar y El Chirla propone un brindis por la paz a cuenta de la casa.
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