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Columna
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Bagdad

Ayer llegó a Barajas desde Bagdad el convoy humanitario de apoyo al pueblo iraquí, que no a su presidente. La mayoría de la caravana son actrices, cantantes y escritoras de la plataforma de Mujeres Artistas contra la Violencia de Género: desde Gemma Cuervo hasta Cristina del Valle pasando por Dulce Chacón. Casi todas habían visitado el mes pasado campamentos saharauis de Tinduf para apoyar al Frente Polisario. Personas allegadas a la plataforma comentaron en el mismo aeropuerto la posibilidad de organizar una visita similar al pueblo palestino en los próximos meses. Seguro que lo hacen, porque no hay quien las pare a estas mujeres.

El compañero de una de ellas (antropólogo y periodista) hizo esta melancólica apreciación mientras esperábamos a las de Bagdad: "Que paren las guerras de una vez, carallo, porque a este paso se nos van las mulleres a Afganistán, o a Corea, o a Mali". Y en esto, tras pasar los controles, aparecieron ellas, lozanas como la aurora, tras un viaje plagado de incertidumbres. Antes de abrazar a los suyos, gritaron no a la guerra para que se enteraran los viajeros que andaban por allí y las cámaras de televisión.

La ciudad de Madrid estuvo muy bien representada en Bagdad. Entre las actrices estaba Beatriz Bergamín. Beatriz nació en París por esas cosas del exilio. Su abuelo era el genial escritor madrileño José Bergamín. Su bisabuelo, el torrencial comediógrafo Carlos Arniches, era de Alicante, pero muchos expertos afirman que fue él quien inventó el habla de la capital de España y que conocía todo el retablo de matices de la risa. Beatriz dijo en el aeropuerto que nunca tuvo miedo en Bagdad, "pero me da miedo sentir el miedo de los que de verdad tienen miedo".

Bergamín dejó un regalo muy especial en un refugio antiaéreo de Bagdad: dejó una reliquia de San José de Pigatelli que le había prestado un amigo agnóstico como talismán contra males diversos. La reliquia ya conocía Ruanda, Kenia, Tanzania, la selva del Amazonas, Honduras y Zaire. Ahora defiende al pueblo iraquí.

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