El mano a mano que no fue
Había que ver la plaza a rebosar. La atmósfera tibia y la afición con la hierba en la boca, que había ganas de ver toros. Y disfrutar el mano a mano de dos espadas que en Las Ventas han dado buenas tardes de toros. Pero el hombre propone y el toro dispone, que embista depende, y cómo, o sea, más bien poco. El mano a mano, pues, no pudo ser. Poca materia prima hubo para que el noble juego del toreo fuera auténtico y brillante.
Luis Miguel Encabo estuvo templado e inspirado en su primero, muy bien con las banderillas en su segundo, que desarrolló sentido y peligro en la muleta. Y al flojísimo quinto, apenas le pudo prestar los primeros auxilios.
Fernando Robleño, voluntarioso en su primero, artista y capaz en la faena de muleta a su segundo, estuvo dispuesto en el sexto, y tuvo dificultades al manejar la espada, a pesar de entrar muy de verdad.
Alcurrucén / Encabo, Robleño
Cuatro toros de Alcurrucén, y dos, 3º y 4º, de Hnos. Lozano, desigualmente presentados, mansos y de mal juego. Luis Miguel Encabo: oreja, ovación y palmas. Fernando Robleño: ovación, ovación; aviso y silencio. Plaza de Ajalvir, 2 de febrero. 3ª de feria. Lleno.
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