"En Madrid se ríen del Barça"
Sergi se mide hoy con el Atlético al equipo de su vida, cuya situación le duele y al que desea que, ya sin Van Gaal, empiece a divertirse
Sergi Barjuan (Les Franqueses, Barcelona; 1971) parece un pequeño toro enfadado, con su enorme tórax abultado, la cabeza gacha y la mirada fija en el suelo. Al menos, desde que se mudó de Barcelona a Madrid; del Barça al Atlético. Después de jugar 267 partidos en Primera en nueve temporadas y haber ganado nueve titulos, a uno por año, una mañana de junio le echaron a la calle. Así, sin más: adiós.
Sergi, ahora, escucha al periodista y se sonríe: "Me va a preguntar por Van Gaal y el follón del Barça. Está claro que el Bar-ça y yo somos los temas de la semana". Lo peor, la opinión cruel que resume la visión de Sergi, lo que más le apena, queda reflejado en una frase: "En Madrid se habla con ironía del Barça; de algún modo, se ríen de él".
El lateral, después de dejar en los campos de entrenamiento azulgrana las lágrimas de rigor, se marchó al Atlético: "A un grande, a un equipo que me cura el ego y me devuelve la autoestima". Pero ya desde la pretemporada se le quitaron las ganas de reír. En el hotel de concentración de los rojiblancos, en Los Ángeles de San Rafael (Segovia), se le veía ido, distante. Ahora, poco a poco, va cogiendo ya el aire a la ciudad, a las novedades...
Sergi, producto de la Masía, a la que llegó en 1988 con 16 años, fue acunado como futbolista por Johann Cruyff. Desde la marcha del holandés y, sobre todo, con la llegada de Van Gaal vio cómo se tenían que marchar por la puerta de atrás Ferrer, Amor o Guardiola. Chavales de la casa, como él. Van Gaal, desde su primera etapa, en 1997, también decidió que Sergi no le gustaba. "Es demasiado bajito", apreció con disgusto. Y le buscó sustituto. Muchos sustitutos. Pero, año tras año y a pesar del empeño del técnico por quitárselo de en medio, la banda izquierda volvía a tener un dueño: Sergi. El defensa, que a esas alturas ya había disputado 56 partidos internacionales y la Copa del Mundo de Estados Unidos 94, llegó a portar el brazalete de capitán. De Van Gaal, Sergi rebusca en su cabeza algo positivo y, al fin, lo encuentra: "El tío es trabajador, eso es cierto".
Hoy se enfrentará por segunda vez en su vida al equipo del que conserva el carné de socio. La primera fue en el Camp Nou, en septiembre: 2-2. El Barça no ha estado nunca peor situado. Ni sus estructuras, de norte a sur, habían dejado grietas tan profundas como las de los últimos meses. Y a Sergi le duele. No hay más que escucharle, que verle el ceño marcado, para comprobarlo: "Estoy preocupado porque yo me hice allí como jugador. Las cosas hay que hacerlas bien y no estoy seguro de que el Barça las haya hecho bien. En ese club han aumentado las incoherencias cada día". En su dolido análisis del marasmo, Sergi no olvida citar con ironía al entrenador que firmó su despedida y con el que mantuvo más de una discusión: "Espero que al irse Van Gaal todos disfruten jugando al fútbol".
Sergi, al que se le ofreció como un parche caritativo y a última hora la renovación por un año después de haberle dejado claro que no iba a jugar, airea sus dudas sobre la directiva del equipo catalán: "A lo mejor las cosas en el Barça no se han llevado con cautela, señorío y tranquilidad. Están en una situación límite".
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