Denilson resucita al Betis

El Betis vive enganchado a la angustia, al sufrimiento; acostumbrado a llegar con apuros a los últimos minutos de cada partido y nunca saber si saldrá cara o cruz. Le pasó ante Osasuna y Racing, cuando ganó en los últimos compases. También contra el Alavés y Recreativo, aunque con peor resultado. Y ayer volvió por sus fueros, en este caso con el Villarreal por enemigo.

Debe ser falta de carácter o templanza, porque ayer tarde se demostró que no es ni carencias en su juego ni en la plantilla. Tras varios partidos en los que el Betis había empobrecido su fútbol y perdido la magia del arranque de la Liga, y con la amenaza de las bajas -hasta 10 jugadores fallaron ayer entre sanciones y lesiones, cinco de ellos titulares para Víctor Fernández-, el equipo sevillano recuperó su chispa y su juego liderado por Denilson.

El brasileño, contagiado de los males del equipo en el último mes y medio, resucitó ayer -y el Betis con él- para regalar a la hinchada su mejor fútbol y, sobre todo, sus escasos goles. Maravilló en la primera parte, en el minuto 18, cuando bajó con el pecho en el área de Reina un centro pasado de Joaquín y, con el exterior de su bota izquierda, mandó el balón a gol por encima del portero catalán.

Un gran gol que a punto estuvo de repetirse apenas cinco minutos después cuando regateó a su par, quedó sólo ante Reina y, esta vez, la mandó fuera por muy poco. De su mano, y de la de su compatriota Assunçao, enorme en el robo de balones y en la dirección del equipo, jugó el Betis su mejor fútbol ayer.

Y lo hizo con la garantía de su improvisada pareja de centrales, Arzu y Melli, que con su buen partido evitaron el recuerdo de los lesionados Juanito y Rivas. De uno de los escasos pelotazos del joven Melli, internacional sub 20, salió la jugada del segundo gol. Denilson la esperó en el área, a la espalda de su marcador, la pinchó y, para sorpresa de Reina, la mandó a gol con un durísimo zurdazo.

El Villarreal resultó un equipo mucho más pobre de lo que señalan los nombres que figuran en su once de salida o en su banquillo. Recogido atrás durante toda la primera parte, con Farinós y Víctor desaparecidos, Palermo abandonado a su suerte a muchos metros de sus compañeros, el grupo de Benito Floro sólo mostró talento en el brasileño Senna; primo, por cierto, de Marcos Assunçao.

Con la lesión del jugador levantino al borde del descanso, el Villarreal abdicó del partido en la segunda parte. Hasta que, tras el 2-0, un contragolpe guiado en banda izquierda por Arruabarrena, pilló a contrapié a toda la zaga bética y acabó en gol tras empujar Aranda el balón a la red de Prats. El agobio posterior de los levantinos, con pelotazos colgados al área, llevó la acostumbrada angustia a la grada pero no consiguió borrar de los aficionados el buen sabor por el recuperado juego de su equipo y la merecida victoria.