El botijo
El PP enarbola de nuevo el botijo del Plan Hidrológico Nacional como principal elemento de demolición electoral del PSPV. Lo hizo el pasado mes de noviembre, espoleando a las organizaciones empresariales para neutralizar la manifestación celebrada en Valencia en contra de un trasvase sobre el que no planean menos interrogantes que convicciones. Insiste ahora auspiciando una manifestación en su favor, que convocan los sindicatos agrarios afines, y poniendo al rojo vivo sus decrecientes resortes mediáticos, como si el trasvase (el mismo que de acuerdo con los datos del último sondeo del CIS sólo preocupaba al 0,5% de la población) fuera el asunto más crucial para los valencianos. La irritación constitucional y territorial, impulsada por el mismo partido en Madrid con idéntico objeto, ha sido adaptada aquí a una suerte de patriotismo hidrológico que sitúa al borde del precipicio de la traición a quienes no comparten ese entusiasmo con los ojos cerrados. En el reciente Anuario Estadístico de la Comunidad Valenciana la misma agricultura que tanto depende del trasvase apenas representa el 2,4% del Valor Añadido Bruto (servicios, 65,4%; industria, 20,3%; construcción, 9,7%, y energía, 2,1%), sin embargo ese agua es el mejor remedio para amortiguar las caídas, puesto que en un país en el que la agricultura pesa menos que el agua que desplaza (Arquímedes), siempre acaba convirtiendo su necesidad en un resorte sentimental. Ahí es donde más se agudizan las contradicciones del socialismo valenciano, cuyos representantes en el Congreso de los Diputados tuvieron que defender el PHN en el programa electoral para luego dar marcha atrás y desdecirse en función de los intereses derivados de la nueva coyuntura orgánica del PSOE. Y ahí es donde Joan Ignasi Pla se enredó con el hilo de Ariadna, se extravió en el laberinto y dejó su femoral a merced del Minotauro. El PP ha rescatado el botijo de los museos de antropología para consagrarlo como un argumento político que chirría en el paisaje metalizado con reflejos de I+D que dibuja la misma propaganda oficial. Su primitiva asa se ha convertido en el lugar más seguro al que cogerse para no caer.
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