Gozosa razón de la pintura
De la mítica estirpe de discípulos de Beuys en la Academia de Düsseldorf durante los años sesenta, Imi Knoebel (Dassau, 1940) es, sin duda, uno de los que a la larga ha articulado una más sólida, elocuente y fructífera defensa de las posibilidades de la pintura. Algo que el artista germano emprendería además, a diferencia del contagio neoexpresionista que identificó, hace dos décadas, a la eclosión temprana de su entorno generacional, desde la estela del posminimalismo y de una lectura secularizada del paradigma fundacional del suprematismo.
La galería Helga de Alvear presentó ya, hace un lustro, una primera y muy hermosa muestra personal de Knoebel en su sala madrileña. Con todo, la que hoy nos ofrece en ese mismo espacio reúne un conjunto de piezas, con diferencia, más ambicioso y rotundo. Es, en rigor, una selección de las series realizadas por el artista a lo largo de los dos últimos años y que éste presentó in extenso el pasado verano, en la Kestner Gesellschaft en Hannover. En su planteamiento, estos trabajos se alejan de las derivas de intervención escénica en el espacio o de la exploración de estructuras excéntricas, para entroncar, dentro del hacer de Knoebel, con aquella vertiente centrada, en un sentido más específico, en torno al arquetipo del cuadro.
IMI KNOEBEL
Galería Helga de Alvear Doctor Fourquet, 12. Madrid Hasta el 28 de febrero
De un lado, nos topamos en el recorrido de la exposición con ejemplos del ciclo bautizado por el artista bajo el lema de Pure Freude, esto es, "gozo puro", desarrollado a partir de la reiteración de un soporte que establece, bajo la figura de un rectángulo inscrito en otro mayor, la confrontación entre dos planos monocromos distintos. Y junto a la efusión pura y gozosa de esos diálogos modulados sobre la tensión bipolar del color, el vuelo se eleva mediante otra familia de piezas de formato colosal, en la que el artista aborda, con ambición más compleja, aquella dimensión objetual del soporte pictórico a la que tanto énfasis ha venido otorgando en el curso de su obra. Ensamblajes formidables, esos grandes polípticos se edifican por adición de módulos cuadrados, planos en primer término a los que se intercalan superposiciones en profundidad de retículas ortogonales de bandas de aluminio. A la par, la enrevesada vocación de la estructura se corresponde más allá con la multiplicación del espectro cromático desplegado sobre las distintas superficies, de modo que lo que resultaba despojada contención en el juego de variables desvelado en Pure Freude se torna aquí, en el espectáculo de las piezas mayores, fragoroso alarde polifónico, heráldica ejemplar del poder de la pintura.
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