Jose Antonio Ubierna, el 'Sherpa'

Conocí a José Antonio Ubierna hace muchos años, cuando juntos militamos en el FLP contra la dictadura de Franco. Recuerdo muy bien la primera vez que le vi, en aquella España autárquica en la que las gabardinas eran todas iguales y dejaban pasar el agua de la lluvia; venía de Inglaterra, en donde había cursado estudios y tenía una gabardina blanca inconfundible porque, además de inglesa, era verdaderamente impermeable. Con su aspecto de intelectual inglés distraído, José Antonio pronto se convirtió en "permanente" de la organización y asumió múltiples riesgos.

Nunca fue dogmático, buscaba siempre convencer y lo hacía, aun en las circunstancias más difíciles, con un notable respeto hacia las opiniones de los demás. Fue siempre un excelente compañero.

Durante un tiempo tuvo que exiliarse en París, en donde estuvo a punto de ser expulsado más de una vez por sus actividades en mayo de 1968, cuando pareció, de pronto, que la revolución era posible. Más tarde, cuando la democracia se instauró en España, volvió a nuestro país, como tantos exiliados, en busca de una oportunidad para incorporarse a la sociedad por la que tanto había luchado.

Tuvo que esperar bastante hasta encontrar un empleo en la Comunidad de Madrid, desde el que ayudó eficazmente a la integración de los marginados en la vida social. Encontró tiempo para escribir algunos libros, políticos, de poesías e, incluso, de recuerdos. El valor que demostró en la clandestinidad no le abandonaría nunca, incluso en la lucha contra la larga y dura enfermedad que ha acabado con su vida.

Si un país es, sobre todo, el conjunto de sus ciudadanos, puede decirse que España es hoy un poco más pobre al haber perdido a un hombre ejemplar en su lucha por la dignidad de todos, en plena concordancia con sus ideales de justicia y solidaridad, de los que nunca se apartó. Descanse en paz.