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La que la Academia ha hecho en mí

La vida de una persona se encuentra llena de curiosidades, sorpresas y respuestas instintivas. Y, a medida que se va creciendo, las interrogantes se hacen más profundas. Verónica Torres Oquendo nos presenta la cuarta entrega de la serie: Un Días en tu Universidad.

La universidad ha contribuido a enriquecer mi vida y fortalecer mis conocimientos en una manera que no es fácil de describir. Sin embargo, puedo decir que contribuyó grandemente a mejorar la calidad de mi ejecutoria educativa, ocupacional y personal.

Cuando una persona crece, desarrolla una idea clara y general sobre lo que es la universidad, en parte por todos los mensajes que los allegados le inculcan continuamente a la persona. Comentarios como"la Universidad es una gran meta", estudia para tener un futuro mejor"y "tienes que definir tus metas", son muy comunes a los oídos de los futuros estudiantes de nuevo ingreso y, sin querer, crean poco a poco una especie de presión constante. Como consecuencia, uno ve la universidad como lo más grande, ese lugar privilegiado al que un grupo limitado de personas tendrá acceso.

Cuando ingresé a la Universidad de Puerto Rico en 1994, me encontraba alerta ante lo que pudiera suceder: que todos los papeles estuvieran en orden, conocer bien los rincones del Colegio Universitario de Humacao... En ese entonces, sabía que me enfrentaba a algo nuevo, pero de momento no me sentía tan emocionada; no caía en cuenta del gran cambio que la universidad significó en mi vida y que pisaba un suelo diferente.

Hice una "gira" por diferentes salones, hasta dar con el aula donde habría de tomar la clase de Literatura Hispanoamericana, a las 8:30 de la mañana en la Facultad de Terapia Ocupacional. Asumo que, entonces, existía un problema con la asignación de salones.

Lo importante del caso es que conocí nuevos profesores, algunos de gran calidad humana, otros más famosos por la dificultad de sus exámenes, y otros con carácter poco menos amargo que el limón. En la clase de Literatura Hispanoamericana, por ejemplo, me atendió una profesora de más o menos 35 años, con un carácter simpático y amigable, que me preguntó si no estaba, en realidad, realizando un "tour" por la Universidad.

Fue así como comenzó una nueva época en mi vida, la época de mis estudios en el municipio de Humacao en Puerto Rico, tiempo en que, a pesar de los conflictos personales, debía tratar de manejar una estabilidad académica. Fue una época de lenta definición vocacional, de descubrir mis pros y mis contras, mis faltas y mis habilidades.

A través de los años que pasé en el Recinto de Humacao de la UPR, aprendí que podía ser aceptada por los seres humanos, y no siempre iba a ser rechazada. Aprendí a compartir con personas de diferentes pueblos, costumbres y creencias, y a aceptarlas tal como son. Lo que para mí puede ser importante, para otros es poco trascendental , como usar aretes o ir a discotecas. Supe que debía comenzar a dejar mis reservas a un lado, y que mis opiniones podían tomarse en cuenta. Que mis gustos y personalidad no tienen por qué ridiculizarse, aunque fuesen diferentes de muchos otros, pues en el mundo existe una gran diversidad de caracteres y formas de pensar.

Con la experiencia de tomar los cursos me di cuenta que, en algunas clases era más hábil que en otras, y que organizar el tiempo, así como adaptarse a distintos métodos de enseñanza, es doloroso y difícil, pero superable si se toma con calma. Ciertamente, son muchos los detalles que hay que cuidar, y yo tengo que relajarme y sonreír para no enloquecer.

Con el tiempo me di cuenta que la vida universitaria tiene altas y bajas. La mía en particular ha tenido, en términos generales, ha sido así. Hay cursos literarios, artísticos y que requieren el uso de la creatividad. En algunos salí más airosa que en otros. Los cursos que requirieron uso del análisis matemático, la pasé con notas aceptables, pero con gran dificultad. "Una de cal, y otra de arena", como dice el popular refrán.

Lo más importante para mí fue pasar por el proceso de definir mejor mis metas, y alejarme un poco de mis inseguridades. Llegué a la conclusión de que entramos a la universidad con varias ideas de lo que nos gusta, pero el tiempo dice cuál es el camino que uno debe tomar. Estudiar en una institución universitaria me ayudó a conocerme más a mí misma, y reconocer en qué me falta talento.

Descubrí que lo mío, más que la Pedagogía, se encontraba en la redacción callada, serena y a veces anónima. Me agrada también utilizar mi creatividad y mi imaginación, y hallé otros intereses, como mi amor por el canto, la creación de canciones, y la música.

Yo misma me sorprendí de mi capacidad para hacer cosas que no imaginé, como realizar diligencias telefónicas y entrevistar a profesionales de las Comunicaciones. Aprendí a ocuparme de asuntos de los sólo una persona adulta es capaz de hacer. Por tal motivo, decidí ingresar a la Escuela de Comunicación de la UPR en Río Piedras luego de culminar el bachillerato en Estudios Hispánicos. Pensé que otras personas tenían más capacidad que yo para analizar textos literarios, formular tesis y realizar ciertos tipos de investigación. Sin embargo, no creo haberme alejado por completo de mi base literaria. La literatura estará presente en mi estilo de escribir los artículos periodísticos.

Para muchos fue chocante el cambio, pero estudiar Comunicaciones sólo ha enriquecido mis conocimientos. Siempre buscaré la forma de que literatura y comunicación se complementen. Sinceramente, debo decir que no me arrepiento de cambiar el curso de mis estudios.

En el año 2000, comencé a concentrarme en el Periodismo. Los primeros meses en la Escuela de Comunicación fueron difíciles, pues las clases requerían tiempo y mis problemas personales crearon mucha tensión en mí. Fue después de un año que logré acoplarme. Debo comentar que la muerte de un ser querido tiene la capacidad de trastocar todo tipo de planes. En mi caso, perder a mi madre fue un golpe muy duro, y me afectó bastante en el aspecto académico. Habrían de pasar algunos años antes de recuperarme de tan profundo impacto.

Pero ante dicha situación, el tener sueños y aspiraciones me ayudó en gran manera, y aparte del apoyo emocional de algunos familiares, conocer nuevas personas y nuevos lugares renovó mis deseos de vivir.

La reciente pérdida de una tía sin duda fue una experiencia lamentable, pero el deseo de superarme en el aspecto profesional me ayudó a mirar mis estudios como una especie de oasis donde buscar alivio a todo mi dolor, y canalizarlo en acciones buenas y constructivas. Seré lo que mi madre siempre quiso que fuese, una persona de provecho, con una profesión decente de la cual pueda vivir.

Estudiar periodismo amplió mis destrezas académicas y de expresión literaria, así como mi juicio moral. Hay mucho de qué aprender, mucho de qué escribir, y expresarlo de mil maneras. Me falta más por aprender, pero estoy adquiriendo destrezas que me ayudarán por toda una vida. He crecido un poco más como persona, a la vez que aprendí lo que es trabajar en una empresa, a vestirme de traje sastre y, sobre todo, a actuar como una verdadera persona adulta.

Al practicar de 9:00 de la mañana a 5:00 de la tarde en el portal Universia Puerto Rico, pude valorar más la labor profesional, y asumir mayores responsabilidades en mi vida. En adelante, apreciaré tanto el dinero que pueda ganar, como la experiencia que pueda adquirir. Asimismo, miraré mi labor periodística, no sólo como una forma de ganarme la vida, sino como una función valiosa y necesaria que es un fin en sí misma. Supe lo importante que es la labor de comunicar, y hacerlo de manera cuidadosa, dedicada y responsable.

Muy importante es practicar el uso correcto de la ética, y cuidar el tono a la hora de redactar las oraciones, para no mostrar rabia ni herir sensibilidades.

Puedo llegar a la conclusión de que las experiencias buenas o malas me han hecho crecer como persona. Espero, con el paso del tiempo, madurar en el aspecto profesional y emocional. o mejor que he hecho en mi vida es volcar las emociones negativas a través del mejoramiento de mis habilidades. A la misma vez que hubo una expansión del saber, resurgió la esperanza de dejar una huella en el mejoramiento universal.

Aprendí a abrirme paso al dolor, al poner mis complejos y frustraciones a un lado, y canalizando mis energías por medio del desarrollo de mis aptitudes, tanto periodísticas como creativas.

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