El Rayo, el menos malo
El equipo de Fernando Vázquez aprovecha su ocasión ante Osasuna
El reencuentro con el fútbol este nuevo año se convirtió en Pamplona en una especie de funeral de los centrocampistas, en el que los espectadores se convirtieron en mudos acompañantes del féretro del fútbol. Hasta ocho jugadores pulularon por la línea divisoria sin entrar en juego, especialmente los osasunistas, que además de no disponer de ningún argumento, renunciaron a la presión, su mejor arma durante toda la temporada. Osasuna, que acabó el año con una derrota tras una impresionante racha de victorias, volvió a ser el equipo triste que comenzó la temporada. Por contra, el Rayo, que tampoco anda sobrado de juego, supo aprovechar su única oportunidad en el primer período. Julio Álvarez, de falta directa, coló el balón en la portería de Sanzol. Muy poco más, pero bastó.
OSASUNA RAYO VALLECANO 01 Osasuna: Sanzol; Izquierdo (Gancedo, m. 66), Cruchaga, Mateo, Antonio López; Rivero, Puñal, Alfredo (Muñoz, m. 78), Moha (Brit, m. 53); Rosado, Aloisi. Rayo Vallecano: Etxeberría; Mario, Mainz, De Quintana, Graff; Julio Álvarez (Dorado, m. 62), Helder (Corino, m. 78), Azkoitia, Mora, Míchel; Bolic (Bolo, m. 71). Goles: 1-0 M. 22: Julio Álvarez, con la derecha, de falta directa desde el borde del área. El balón, por encima de la barrera, hizo el arco de fuera a adentro y entró casi por la escuadra. Sanzol no pudo llegar, pese a estar colocado en ese palo, pues tapado por sus compañeros saltó tarde y no alcanzó a tocar el balón en su estirada. Árbitro: Téllez Sánchez. Amonestó con tarjetas amarillas a Graff, Rosado, Alfredo, De Quintana, Helder y Mora. 13.000 espectadores en El Sadar. Noche fría, pero sin lluvia. Terreno de juego en perfectas condiciones
Desde ese momento, a la mediocridad osasunista se sumó el síndrome de inferioridad y de impotencia, de un equipo que se sabía superior pero que no era capaz de demostrarlo. Los locales dominaron zonalmente a la espera de un golpe de suerte que cambiase el rumbo del partido pero no llegó. Ni las facilidades defensivas que ofrecieron los visitantes animaron a los osasunistas, incapaces de llevar balones con peligro al área rival.
El Rayo metió incluso a Bolo para intentar marcar un segundo gol, pero sus propias carencias lo impidieron. El mismo problema que Osasuna, incapaz de concretar aunque el equipo contrario le ofreciese carriles de entrada por ambas bandas y por el centro del área. Pero sin centro del campo, sólo la fortuna podía hacer algo por Osasuna y, ayer, la fortuna decidió darle la espalda.
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