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Reportaje:

Pintura en el tren, adrenalina en las venas

Un 'grafitero' cuenta su vida y calcula que en Madrid hay cerca de 800 personas que emborronan trenes, "100 de ellas peligrosas"

Sale por una boca de metro y se presenta como Juan. "Por decir un nombre", advierte. Es alto, fuerte y va vestido como cabía esperar: prendas deportivas exageradamente anchas y una mochila colgando por la espalda. En cambio, contra todo pronóstico, resulta educado, muy agradable y amable. Incluso dulce. Pero ha tenido un juicio por romper un brazo a un vigilante del metro ("salí libre por in dubio pro reo", dice). Tiene 19 años, es estudiante universitario y traductor, pero sobre todo grafitero. Lleva años dedicado a pintar muros y trenes en todo el mundo: "Nueva York, Nueva Jersey, Virgina, Florida, Georgia, Otawa, Los Ángeles, París, Burdeos, Berlín, Bélgica, Holanda..."

Esta mañana, como todas, ha salido de casa con un bolígrafo y una cámara de fotos digital que le permite mostrar las imágenes de sus últimas obras: son muros de Madrid, pintados muy recientemente. Tal y como él no tiene reparos en reconocer, pinta muy bien. De hecho, es una firma que tiene prestigio entre sus colegas. "Realmente, pintar trenes es estúpido. Lo explicas y no lo entiende nadie: ¡pintar para que lo borren...! Pero me gusta el riesgo y la adrenalina más que nada. Empiezas con rotulador, porque ves tu nombre en todos lados, una publicidad que te atrapa y no puedes desdeñar. Te metes en una cadena que es adrenalina en vena. Los trenes están siempre ahí. ¿Tú sabes lo que es meterte por un túnel de metro que huele que apesta, a oscuras, con un colega, una linterna y una cámara? He visto ratas como perros. Pero lo haces una vez, te sale bien y tienes que repetir. El tiempo se para. Es pintura en el tren y adrenalina en las venas".

"Somos capaces de esperar siete horas en un 'zulo' para poder pintar 15 minutos"
"Conozco padres de familia que terminan de trabajar y van a los vagones"
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"La gente que pinta trenes vive para pintar trenes. No puedes tener novia, a no ser que esté dentro de este rollo, porque para empezar, no puedes pintar todos los días. ¿Cómo le explicas que no puedes verla porque estás subido en un puente esperando un tren, o en mitad de una carretera? Somos capaces de estar siete horas escondidos en un zulo, esperando para pintar 15 minutos. O nada. Y luego están los problemas de dinero, porque suelen caer multas cada vez que te cogen. Y si no puedes pagar, trabajos forzados. Te ponen horas de trabajos sociales los sábados. Pero no creas que consisten en borrar los muros. Es cuidar ancianos o hacer jardinería en la calle. A un amigo le cayeron 40 horas. No he visto cosa más dura que estudiar y pintar. Una temporada tuve que bajar la marcha para aprobar. Pero conozco padres de familia que terminan de trabajar y salen a pintar. Se acuestan a las cuatro de la madrugada y se levantan a las ocho. Realmente, no tiene sentido", explica Juan. Éste saca de su mochila fancines con fotos de trenes pintados. "¿No ves? Todos los días se pinta un metro en Madrid. Y trenes de Renfe, todavía más. Hay muchísima gente metida en esto. Los que pintan trenes en Madrid, calculo que pueden ser 800. Que sean violentos, unos 100. Y torrijos, que manchan por manchar, miles, incontables. Crews, muy activistas, puede haber 11 o 12. Son gente que pinta todos los días. Hay niños de papá, gitanos, yonkis y profesores".

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Su discurso está elaborado, sabe lo que dice y se expresa muy bien. "No me atrae el vandalismo. El panorama cultural es horrible, así que me parece que la violencia en el grafiti es algo insignificante. No vas a renunciar a ella cuando el objetivo es pintar. Pero casi nunca se recurre a la violencia, porque entonces deja de ser grafiti y se convierte en vandalismo. Si me dicen que vamos a una misión y que hay que pegar a un [vigilante] jurado, no voy. Lo que pasa es que a veces hay que amenazarles o meterse en la cabina del conductor con un palo para parar un metro. Siempre se rumorean historias. Hace un año, alguien dejó en coma con un extintor a un vigilante. Hace poco rociaron con pintura a otro".

Y sigue con su relato: "Los que más pintan son gente marginal y violenta, bacalas, a los que les van las drogas sintéticas. Ésos son chungos, chungos. Ésos son los que llevan armas. Un grafitero peligroso suele tener de 25 a 30 años. Es gente que no se ha desenganchado, que lleva toda la vida pintando. Los hay desde que viven en chabolas a gente que trabaja como mecánico u otras cosas; son de nivel medio bajo; inquietud cultural, la mínima, y están desligados del hip hop y del grafiti. Cogen esto en su faceta más desagradable. Invierten muchísimo tiempo y dinero en pintar. Te encuentras su firma por todas partes: vas a Toledo, y ahí está; está en el supermercado, en un parking, no hacen otra cosa más que pintar. Algunos tienen en su álbum más de mil trenes. Sí, yo también tengo un álbum, todos los grafiteros tenemos un álbum".

"La gente hace con mucha cabeza esto del grafiti. Si sabes que te van a pillar, no lo intentas. No es llegar y pintar. Estudias durante semanas los horarios de trenes de un jueves, por ejemplo; cómo van las patrullas, las cámaras. Vas un día por fin a pintar. Te vistes bien para confundirte entre la gente, y si se cruza alguien, nada: vuelves, y por fin, pintas tres minutos. Te sube la adrenalina y te vas. Si robáramos bancos, estaríamos forrados. Una forma de parar el tren o el metro es el palancazo. Uno va dentro del vagón y otros esperan en la estación. El de dentro tira de la palanca y para el tren. Se pinta y se hace la foto. En terminar el trabajo se puede tardar de uno a quince minutos. A veces llegas a la estación y te das cuenta de que han dado un telefonazo a Renfe". ¿Quién? "Otros grafiteros. Todo el mundo da telefonazos. Incluso, se han llegado a quemar vagones pintados por otros. Pero es que ¿quién puede ser más hijo de puta que alguien que para un tren para pintarlo?".

En el muro de un generador eléctrico entre La Ventilla y el barrio del Pilar hay grafiti de distintas firmas y, junto a ellos, está el muro de las visitas, en el que los colegas que van a verlos dejan su firma. Él las conoce todas, dice que hay obras muy buenas, y explica, casi palmo a palmo, cada una de ellas. Existe la power line, el trazo que se usa para resaltar la pieza; la black line, que es la silueta negra; el fondo, que es lo que está fuera de la firma; el colorazo, que suele ser plateado; la pompa, "se hace a toda leche, ni siquiera se cubre bien la pintura", la raya in line, la que se usa para dar brillo, o el keko, un muñeco. Alguien ha pintado encima de uno de los grafiti y eso le molesta. "¿Lo ves? Por eso los muros legales no solucionarían nada. Siempre llegará alguien que pinte encima. Hace poco se hizo una preciosidad de mural. Habíamos gastado muchísimo dinero. Llegó uno y lo pintó encima. Pues se llevó una paliza. Por eso los muros legales generan violencia".

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