"No es fácil ser estudiante en la Argentina"
Universia y El País Universidad han solicitado a estudiantes de varios paises iberoamericanos que escriban un artículo describiendo un día en su universidad. Pía Cambariere, estudiante de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires, inicia la serie.
Soy la cuarta de una familia de cinco hermanos, hija de profesionales cuya única y mejor herencia fue darme la posibilidad de estudiar. Realicé mis estudios primarios y secundarios en colegios privados recibiendo los mejores cuidados y docentes que uno podría tener. Pero cuando llegó el momento de elegir la universidad, no tuve que pensarlo demasiado, ya que, aunque mi situación económica me permitía estudiar en una institución privada, la Universidad de Buenos Aires, pública y gratuita, se presentaba como la mejor opción para una joven estudiante que quería "salir a la vida real".
Aunque un profundo interés por la literatura y la escritura se veía en mi desde chica, recién se hizo evidente en el secundario. Como la filosofía y las letras me parecían un camino poco práctico para encarar mis intereses profesionales, decidí estudiar Ciencias de la Comunicación, carrera a través de la cual podría vincular mi pasión por la escritura y mi interés por la problemática que gira alrededor de los medios de comunicación tanto gráficos como audiovisuales.
No es fácil ser estudiante en la Argentina. Las razones son obvias, si pensamos en la profunda crisis por la que atraviesa el país, traducida en una situación económica y social casi imposible de sostener. Pero se hace mucho más difícil cuando uno decide ser estudiante de una Universidad que depende del estado y sufre directamente los avatares e injusticias de una crisis económica que no deja títere con cabeza.
Sin embargo, en un país donde el presupuesto educativo se encuentras siempre bajo peligro de recorte, es sorprendente contar con un nivel académico tan elevado como el de la Universidad de Buenos Aires.
En este caso, les toca escuchar mi campana, la experiencia cotidiana de una estudiante de Comunicación que cursa todos los días en la Facultad de Ciencias Sociales de Buenos Aires.
Con la esperanza de algún día, contar con todas las herramientas necesarias para poder desempeñarme social, laboral e intelectualmente no sólo en cualquier medio de comunicación sino en la vida, me someto día a día a una carrera y, por ende, a una facultad, llena de "sorpresas"......
Debido a que durante la mañana trabajo en un diario, curso de noche. Es importante resaltar que casi todos los estudiantes argentinos que se encuentran en últimos años de la carrera, trabajan. En la mayoría de los casos, por desgracia, no desempeñan tareas relacionadas con su carrera hasta después de recibidos (o incluso una vez recibidos), salvo contadas excepciones.
Mi vida universitaria comienza a las cinco de la tarde. Después de un largo viaje colgada de la puerta de un colectivo que se ha dado el lujo de aumentar su tarifa dos veces en menos de dos años, comienza la odisea. La entrada a las aulas es digna de relatar. Es imprescindible llegar a la facultad con por lo menos, veinte minutos de anterioridad, ya que, en el caso de Ciencias Sociales, contamos con dos edificios (ex fábricas) de sólo cuatro pisos para más de veinte mil alumnos, lo cual hace que caminar por los pasillos de la facultad sea una misión a veces imposible de cumplir. Miles de cuerpos, uno al lado del otro, caminan apresurados, atropellándose, con un solo fin: acceder al aula y escuchar la clase. Los que logran llegar y conseguir un banco y una silla, pueden considerarse satisfechos. Los que no contaron con la misma suerte, deberán presenciar las dos horas de clase sentados en algún espacio libre en el piso o desde el pasillo. Cuando, al cabo de dos horas, la clase llega a su fin, la odisea comienza de nuevo, ya sea para llegar a la clase donde se asistirá a la otra materia o para salir de la facultad y regresar a sus casas.
Comprar un apunte es otro de los dilemas cotidianos. A las 7 de la tarde, hora pico en cualquier universidad argentina, ya que es el momento donde se concentra la mayor cantidad de estudiantes, y la intersección horaria entre clase y clase, los dos locales de apuntes con los que cuenta la facultad se llenan de estudiantes contrariados que, apresurados, buscan comprar los últimos textos teóricos o prácticos de sus materias. Apuntes que, cuando están disponibles, cuestan el doble que el año anterior.
Caminar por los angostos pasillos de Ciencias Sociales no solamente es una aventura gracias a la cantidad de estudiantes que diariamente deambulamos de clase en clase, sino que muchas veces se convierte en una carrera de obstáculos debido a los enormes carteles, banderas y pancartas de los diversos partidos políticos que lideran la facultad y que, colgados del techo, interfieren nuestro camino convirtiéndonos en pequeños toros en medio de un espectáculo. Ni hablar, si estamos en fecha de elecciones del centro de estudiantes, cuando los postulantes y sus seguidores nos inundan de panfletos y demás volantes.
Una vez de vuelta en clase, sentados en sillas, en el piso o parados en los pasillos, es frecuente escuchar una clase con ruidos de bombos y platillos de fondo, propios de alguna marcha o movilización estudiantil con motivo del reclamo de un nuevo edificio, una baja en el precio de los apuntes, una universidad totalmente gratuita y menos politizada y un mayor respeto a los derechos de los estudiantes. Es así como, los extensos textos de Horkheimer, la teoría de Marx, las observaciones de Bordeau, Saussure o Pierce, se estudian bajo el eco de las movilizaciones cotidianas. Pero es justamente en este momento, cuando estudiar esta carrera, en esta facultad, en este país, cobra sentido y las vicisitudes se hacen parte de nuestra vida y hasta de nuestra formación, ya que, las complicaciones que como estudiantes podamos llegar a encontrar, se equilibran con el extraordinario nivel de los textos, la preparación académica del programa, la dedicación, trayectoria y excelente desempeño de los docentes (que trabajan prácticamente de forma gratuita porque los sueldos son un chiste) y alto nivel intelectual y académico de la enseñanza.
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