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La jornada de Liga | FÚTBOL

El 'Tornado' vuelve al Manzanares

Diego Alonso, máximo goleador de Segunda con el Atlético, se enfrenta a su ex equipo

Diego Martín Alonso (Montevideo, 1975), desmadejado, impulsivo, elevaba sus 183 centímetros de altura sobre la cara de un policía nacional a las tres de la madrugada del día 29 del pasado abril. Celebraba el ascenso del Atlético de Madrid a Primera División. Con una docena de aficionados como testigos, Diego Alonso discutía con violencia con el agente porque no le dejaba subirse encima del rey de las aguas, Neptuno, la fuente fetiche del club rojiblanco. "A los del Madrid sí, pero a nosotros no, ¿eh?", decía fuera de si el uruguayo. Movilla, conciliador, tuvo que apaciguarlo para que no le detuvieran por desacato a la autoridad.

Ocho meses después, fiel a ese espíritu que prima las emociones, el uruguayo asegura con sinceridad: "Si marco un gol al Atlético no lo pienso celebrar, aunque a mi se me va la olla cuando marco y nunca sé lo que voy a hacer". Ahora, ocho meses después, juega en el Racing de Santander, rival hoy del club rojiblanco en el Calderón. La entidad del Manzanares no consideró oportuno fichar al jugador, que estaba cedido por el Valencia, a pesar del grito de guerra de la afición: "¡U-ru-gua-yos, u-ru-gua-yos!". Alonso acabó en el Racing y se le olvidó marcar goles. Ha jugado nueve partidos, 261 minutos, y no ha logrado estrenar la portería contraria. La Liga pasada fue el máximo goleador de Segunda con 22 tantos.

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Alonso hizo una campaña activa para quedarse en el Atlético. "La experiencia de jugar en el Calderón es inenarrable", dice ahora con nostalgia. El delantero no se cansó de repetir que su sueño era permanecer en el club rojiblanco y mantener la pequeña sociedad, dentro y fuera del campo, que formaba junto a Fernando Correa, su compatriota y mejor amigo en el vestuario. Posó envuelto en la bandera del equipo pidiendo una oportunidad en Primera. Pero no pudo ser. La llegada de Javi Moreno y la previsible explosión de Fernando Torres le cerraron las puertas.

"En el Atlético me realicé como futbolista", reconoce el delantero con agradecimiento. Y, precisamente, el hombre que consiguió la explosión de El Tornado, Luis Aragonés, mostró ayer su admiración por el carácter del uruguayo: "Es de los jugadores más motivados que he entrenado a lo largo de mi carrera, no necesita ningún estímulo, está motivado hasta en los entrenamientos". Aragonés se lamenta ahora amargamente de que su equipo "no tiene gol".

"Volver será una sensación especial, sentiré mucha nostalgia de los momentos que he vivido en ese campo", explica, sentimental, Alonso. El Tornado, acelerado y desmañado en el campo, como esa noche de abril tratando de encaramarse a Neptuno, regresa al único estadio que entendió que su torpeza escondía una fe ciega en sus posibilidades, un corazón ganador.

Diego Alonso
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