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Crónica:LA CRÓNICA | NACIONAL
Crónica
Texto informativo con interpretación

La peor crisis desde 1996

Soledad Gallego-Díaz

La crisis del Prestige se configura ya como la peor a la que ha tenido, y tiene, que hacer frente el Gobierno de José María Aznar desde su llegada al poder en 1996. Dirigentes del PP lamentan la imagen de frialdad, ineficacia y falta de capacidad de organización que ha llegado tanto a los electores españoles como al ámbito internacional, y que alcanza por igual a la Administración central y a Aznar y a la Xunta y a Manuel Fraga.

Según reconocen algunos de estos responsables del PP, lo único que pueden hacer ahora para atajar la crisis es la rápida llegada de ayudas económicas para las personas afectadas. Sin embargo, temen que esas ayudas, individuales y empresariales, que pueden paliar parte de la angustia de los perjudicados, tengan poco efecto para contrarrestar el impacto político en el resto del país, especialmente si el barco sigue soltando fuel intermitentemente y enviando nuevas manchas a las costas gallegas.

Algunos sectores del PP, críticos con Álvarez Cascos, creen que su actuación ha sido poco brillante y que le acarreará una pérdida de influencia en el partido

Imágenes emocionantes

Algunos analistas cercanos a La Moncloa temen que los próximos sondeos reflejen con fuerza la emoción que han causado las escenas recogidas esta semana por televisiones españolas (privadas) y de todo el mundo. Especialmente potentes han sido las imágenes de cientos de pescadores lanzados a detener por sus propios medios la llegada de la marea negra a las Rías Baixas y sus lamentos por la falta de ayuda de una Administración imprevisora, incapaz siquiera de proporcionar los contenedores necesarios para depositar el fuel recogido con palas.

El descrédito puede haber alcanzado también al Ejército, cuya imagen pública necesita permanentes cuidados y que, sin embargo, ha permanecido ajeno durante casi tres semanas a esta catástrofe. Su ausencia a pie de playa, reclamada por los miles de jóvenes voluntarios que llegaron a Galicia desde toda España, ha supuesto una equivocación, reconocida incluso por altos mandos de las Fuerzas Armadas, quejosos de que el Gobierno no ordenara una presencia militar más visible y rápida.

En otro momento, admite un ex ministro del PP, se hubiera podido pensar en dar una respuesta política a toda esa emoción, es decir, se hubiera podido considerar la dimisión o el cese de algún ministro implicado, pero ahora, a seis meses de unas elecciones, no se considera viable.

La cercanía de las elecciones municipales y autonómicas ha servido, por ejemplo, de colchón protector para el ministro de Medio Ambiente, Jaume Matas, cuya actuación es objeto de duras críticas entre las filas de su partido, pero que no puede ser sustituido antes de mayo como candidato a la presidencia de Baleares. "No tenemos ningún ministro para pagar políticamente, porque si no paga Matas o Álvarez Cascos , tampoco se le puede hacer dimitir a Arias Cañete [ministro de Agricultura y Pesca]", comenta el ex ministro.

Aunque la crisis se tenga que resolver finalmente sin dimisiones ni ceses, en muchos grupos del PP se considera que tendrá consecuencias políticas internas. "No afectará al tema de la sucesión de Aznar ni a las relaciones entre los tres vicepresidentes, pero tendrá efectos secundarios", mantiene un diputado cercano a la dirección del partido.

Reunión de Rato y Oreja

De hecho, el vicepresiente segundo y ministro de Economía, Rodrigo Rato, y Jaime Mayor Oreja mantuvieron hace pocos días, en Madrid, una reunión privada, a la que no pudo asistir, como en otras ocasiones, Mariano Rajoy por encontrarse en Galicia, y en la que probablemente se renovaron las promesas de no beligerancia interna.

Los efectos secundarios sí alcanzan a Manuel Fraga, cada día más criticado, incluso en medios cercanos a La Moncloa, habitualmente muy discretos y ahora dispuestos a comentar en voz alta que el presidente de la Xunta "ha estado ido". Fraga, según uno de sus seguidores en Madrid, está abatido y a la vez irritado por la actitud de algunos dirigentes del PP y personajes próximos a Aznar, y se niega a aceptar que esté "acabado" políticamente dentro del partido.

Otra personalidad del PP afectada es el ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos, cuyo comportamiento durante la crisis también es objeto de crítica creciente en algunos sectores populares. "Álvarez Cascos lleva meses luchando por conservar su nivel de influencia dentro del partido, de cara al proceso de sucesión, y ahora se encuentra con que ha dado más armas a sus detractores. Los demócrata-cristianos, que Cascos tanto repudia, deben estar ahora valorando su metedura de pata en el caso Prestige", ironiza un diputado andaluz.

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