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Reportaje:AIRE LIBRE

Viaje al fondo de un mar jurásico

El Torcal de Antequera, un excepcional espacio geológico al norte de Málaga

Paco Nadal

A simple vista o en la lejanía puede parecer una montaña caliza más, una de tantas como abundan en el sur peninsular. Pero si el visitante confía en la curiosidad, deja el coche en el aparcamiento y se aventura a pie -como deben de conocerse los parajes naturales, por cierto- por este dédalo de callejones pétreos entenderá con rapidez por qué el Torcal de Antequera, esculpido por la erosión en las proximidades de la bella ciudad malagueña, fue uno de los primeros parajes naturales protegidos de Andalucía.

La razón de tan tortuosa morfología tiene una explicación científica muy sencilla. Y así tratan de hacerlo ver en el centro de visitantes, el primer lugar al que el viajero deberá dirigirse si quiere entender de un plumazo el porqué de ese caos de callejones, torcas, corrales, dolinas y pilas de tortas que ha horadado el macizo del Torcal. Los sedimentos calcáreos de un antiguo mar fueron elevados por las fuerzas telúricas a más de 1.300 metros de altitud, pero -y a diferencia de otros macizos montañosos- no perdió su forma horizontal. Durante siglos, las aguas y los hielos fueron trabajando esa plataforma gigantesca y plana de estratos calizos segmentada en miles de bloques hasta erosionar lentamente la roca. Como cada capa tenía una dureza diferente, los bloques fueron diluyéndose también de forma diferente. El resultado final, si incluimos otra decena de procesos geológicos, es un queso gruyère perforado por formas imposibles que da vida a uno de los escenarios naturales más sorprendentes de la comunidad andaluza.

Visto el centro de visitantes, es hora de ponerse las botas. Para caminar, claro. El paseo se reduce a un kilómetro y medio circular, bien señalizado y dotado de papeleras, que, pese a su brevedad, permite ver de cerca buenos ejemplos de corredores -callejones excavados a favor de una grieta-, pilas de tortas -pilares erosionados que asemejan un apilamiento de monedas o de tortas- y algunas de las formaciones con nombre propio más famosas del parque, como la Esfinge, el Macetón o las Dos Iguales. La excursión termina en el mirador de Las Vistillas, desde el que se disfruta una estupenda panorámica de la comarca del río Campanillas, con el Mediterráneo y la línea tenue de la costa africana al fondo.

Museo natural

Si el atracón de formas de este museo natural no ha sido suficiente, cabe la opción de bajar hasta Antequera. Esta ciudad, Antikaria para los romanos y Medina Antiqaria para los árabes, es una de las más monumentales de Andalucía, gozne de todas las rutas históricas entre Sevilla, Granada y Málaga. La vida urbana discurre en un sube y baja continuo por la calle del Infante Don Fernando, desde el Paseo Real hasta la plaza de San Sebastián, epicentro del casco viejo antequerano. A uno y otro lado se levantan iglesias, palacios, viejos conventos, casas solariegas y restos de las puertas de la muralla en un batiburrillo histórico-artístico que satura de puntitos rojos el mapa que dan en la oficina municipal de información y provoca en el visitante una especie de síndrome de Stendhal, pero con sabor a bienmesabe, el postre local por excelencia. Como no da tiempo a verlo todo en un fin de semana, entre los objetivos ineludibles deberían quedar la Real Colegiata de Santa María la Mayor, el palacio de Nájera -testimonio de la riqueza de la ciudad en el Renacimiento y el Barroco- y el conjunto dolménico que rodea la ciudad, una de las mayores concentraciones megalíticas de Europa.

También podría sustituirse este plan por un paseo a pie desde el Coso Viejo hasta la plaza de San Sebastián -con un tapeo a base de pescaíto frito y porra (gazpacho antequerano)-, con posterior subida por la cuesta de San Judas hasta la plaza de Santa María la Mayor a través del arco de los Gigantes. Allí, en la antigua plaza del castillo, en el cerro donde nació Antikaria, nos acercaríamos a las almenas de las murallas para dejar que la vista se perdiera por el mar de tejas morunas que tapiza el cielo de Antequera mientras el encalado impoluto de las fachadas nos cegaría la vista hasta hacer buena aquella frase de Gerardo Diego que la definió como "la ciudad de las iglesias blancas".

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GUÍA PRÁCTICA

Cómo ir

Antequera está a 73 kilómetros de Granada por la A-92 y a 45 de Málaga por la N-331.

Dormir y comer

- Hotel Plaza San Sebastián (952 84 42 39). Centro de Antequera. Buenas tapas en la terraza. Habitación doble, 39 euros.

- Parador de Antequera (952 84 02 61). Detrás de la plaza de toros. La doble, 76,62 euros.

- Venta Molino Blanco (952 11 12 76). Carretera al Torcal. Comida antequerana, unos 15 euros, y menú fin de semana, 6,75.

- La Espuela (952 70 30 31). San Agustín, 1. Platos típicos: porra (una especie de gazpacho) o mollete (bollo).

Visitas e información

- Centro de visitantes del Torcal (952 03 13 89). El Torcal. Abierto a diario de 10.00 a 17.00. Cada hora, audiovisual del paraje natural. Entrada gratis.

- Turismo de Antequera (952 70 25 05; www.aytoantequera.com).

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