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Columna
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Las aguas no se remansan

En los mentideros políticos y financieros del cap i casal, y más en éstos que en aquéllos, el asunto que priva es la crisis de la empresa Aguas de Valencia, y no tanto por el relevo de sus dos altos ejecutivos -el consejero delegado y el director general- como por el avispero que puede sacudir una solución traumática de tal despido. Los dedos se nos hacen huéspedes y cada día que pasa encuentran su acomodo las versiones más temerarias. Quizá porque no lo sean tanto como aparentan y, además, porque los verdaderos protagonistas de este conflicto se atrincheran tras el mutismo, como es el caso de la citada compañía, o se escudan ante vicarios oficiosos que predican trapisondas improbadas y, hoy por hoy, improbables.

Para quienes hayan seguido y estén atentos a este folletón no les habrá pasado inadvertida la falta de fuentes informativas identificadas y solventes en que se basan los relatos publicados de este trámite, que debiera ser exclusivamente mercantil y privado, pero que desde su mismo estallido se está configurando como un caso político. Da la impresión de que los cronistas del evento, con pocas excepciones, son omniscientes o demasiado propensos a dar por buenas y sin el debido contraste las historias que les suministran. No nos extrañaría que, junto a los damnificados de esta batalla, haya que registrar a la misma deontología periodística. Pero éste es otro cantar que propiciaría otro género de glosa.

Por el momento, y mientras no se pongan todas las cartas encima de la mesa -lo que sin duda ocurrirá sin mucha demora- nos hemos de limitar a constatar que las mentadas aguas no se remansan ni hay visos de que así ocurra. Contra el pronóstico de que las partes implicadas se inclinarían por un desenlace rápido y pragmático, colmando con miles de euros las eventuales beligerancias judiciales, resulta que han tropezado con la resistencia de los ejecutivos decapitados. Ni se avienen, ni se marchan sin que se auditen determinadas cuentas. Una rareza, cuando es bien sabido que estas aguas potables mojan y ablandan cuanto tocan, y no nos referimos a los garbanzos. O sí.

¿Y a qué operaciones concretas se referirán los héroes o villanos de esta peripecia, decimos de Aurelio Hernández y Francisco Pontes? Confesamos que al menor intento de escudriñar esta pista nos han dado con el silencio en las narices. Lo cual, y como efecto lógico que decanta toda ocultación -al menos cuando escribimos estas líneas-, nos excita la fantasía, conminándonos a reputar como viables algunas trapisondas contables que no han sido decididas ni bendecidas por los mentados directivos y que, al decir de sus portavoces, bien podrían delatar la postulada intervención del ex presidente Eduardo Zaplana. Y no -digámoslo pronto y claro- para lucrarse personalmente, sino para involucrar a esta compañía acuática en negocios mediáticos lejanos y ajenos al País Valenciano. Algo fantástico, ya decimos, pero cuya confirmación tampoco nos asombraría, pues la ósmosis entre el poder político y el dinero, aderezada con una buena dosis de egolatría, puede parir tamaños disparates. Sea lo que fuere, no tardará en despejarse esta incógnita, reveladora de la larga mano del Gobierno en el universo empresarial, como ha denunciado Federico Félix, presidente de AVE.

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