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Entrevista:MANUEL RUIZ AMEZCUA | Poeta | Signos

"Soy un insumiso irredento"

Ginés Donaire

U na verdad extraña es el título del último libro del poeta jiennense Manuel Ruiz Amezcua (Jódar, 1952). La publicación, que recoge toda su producción poética entre 1974 y 2001, ha sido editada por Octaedro con la colaboración de la Universidad y la Diputación de Jaén. La obra de Ruiz Amezcua, que fue asesor cultural de la Embajada de España en Brasil y actualmente ejerce como profesor de Literatura en un instituto de Jaén, es un "testimonio de soledad y coraje, de pura obstinación en una búsqueda que no ha perdido en arrogancia, pero ha ganado en sabiduría", en palabras de Antonio Muñoz Molina, autor del prólogo.

Pregunta. ¿Su poesía es una forma de rebelarse contra cualquier tipo de sumisión?

Respuesta. Si estar en contra de la sabiduría oficial es insumisión, yo soy un insumiso irredento. Esta actitud acarrea soledad e incomprensión, pero es el precio que hay que pagar siempre. Como decía Bécquer, la soledad es el imperio de la conciencia.

P.. Decía Albert Camus que la grandeza del oficio de escritor está en su resistencia a la opresión. Usted en El lenguaje tachado sintoniza con esa máxima, ¿no?

R. Sí, y además añado que el silencio es la cobardía del escritor. El maestro Emilio Lledó ha recordado recientemente que la opresión de los mediocres y la cólera de los imbéciles están en primera fila, dominando el mundo.

P. ¿Cuál es la distancia que quiere marcar respecto a los poetas de su época?

R. Hoy por hoy existen unos cuantos poetas a los que releo con satisfacción. Uno de ellos es el granadino Antonio Carvajal, y luego están los poetas del franquismo sociológico poco disfrazado y los no disfrazados. Unos y otros aluden a experiencias y diferencias fundamentales, según ellos. Pero en los dos casos, la verdadera ausente es la vida, ésa a la que Dostoievski bautizó como la indomable. En mi caso, prefiero que sean los lectores y el tiempo los que establezcan esa distancia.

P. Hay quien piensa que la poesía es ya un producto residual, ¿usted se considera un nostálgico?

R. Los que así piensan hace tiempo que se dejaron seducir por el monstruo, poderoso caballero. Urge cambiarles la conciencia y de héroes cotidianos, y para ello no sirve la nostalgia, es mejor arma la melancolía, que siempre estuvo cargada de futuro.

P. Muñoz Molina, con el que usted compartió piso cuando ambos estudiaban en Granada, dice que ha depurado los impulsos dominantes de su escritura.

R. Sí. A Antonio le debo, sobre todo, dos cosas: mi amistad y conocimiento. Siempre se aprende algo nuevo con él. Seguimos hablando de literatura con la misma pasión que lo hacíamos en Granada cuando éramos estudiantes. Ha sabido aunar el hábito ético y el afán estético. Es uno de los grandes valores de la España de hoy.

P. ¿Hasta qué punto le han influido Bécquer, Miguel Hernández o Blas de Otero?

R. Hasta el punto que me han podido influir tantos otros. En poesía lo importante no es de donde se parte, sino adonde se llega. La cultura es mezcla. Es bueno alimentarse de muchas tradiciones culturales. La poesía brasileña de hoy, y la francesa, me interesan tanto o más que la española. Hoy no se puede ser heredero de una sola cultura.

P. La muerte, el amor, la verdad o el silencio son algunos temas recurrentes en sus obras, ¿se considera un poeta interesado por el lado más humano de la vida?

R. Son temas y símbolos de la condición humana. La opción del arte sólo puede ser radical frente a las ansias de aniquilar al individuo que tiene siempre el poder. La tarea de la poesía hoy debe ser la de oponer el lenguaje humano a la ideología.

P. El pesimismo es otra de las constantes en su poesía, ¿es una forma de revelar los desengaños que ha tenido en su vida?

R. Una sola dirección no basta para explicar una obra, sobre todo cuando ésta ha nacido de la necesidad. A mí me interesa crear valores a partir de cuanto hemos hecho y padecido.

P. ¿Se considera un poeta de Jaén, o un poeta que proyecta su obra desde Jaén?

R. Tuve buenos maestros en la vida, y uno de ellos, Juan López Morillas, me solía repetir que la meta no debe ser nunca el origen. Yo participo de las ideas de la Ilustración en este asunto: lo particular, lo local se sustentan en lo universal. La idea contraria, la de los románticos, ha traído demasiadas desgracias a la humanidad. Pero yo de quien me considero hijo es de mi pueblo, Jódar, que lleva siglos luchando contra la marginación y la miseria. También le debo mucho a Granada. En su universalidad encontré algunos profesores que, además de dar apuntes, daban ideas. Jaén es una ciudad que gira siempre en el mismo círculo que la encierra. Sobra incienso y faltan ideas; sobran súbditos y faltan ciudadanos. Aquí la vida es muy dura si se ejerce el pensamiento.

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