Plegarias desatendidas
En textos como este, o en obras como El cementerio de automóviles, el joven Fernando Arrabal, ahora tal vez algo más inconsistente, convertía el teatro Pánico en una especie de crónica de una marginación anticipada, con una dramaturgia repleta de personajes que serían perdedores al uso, en su trabajada inocencia, si se hubieran propuesto ganar algo alguna vez. Nada hay en el pasado de esos personajes que justifique su radical apego a la disgregación, o al menos ni se menciona, en una estela de preocupaciones cuyo continuador más radical sería Bernard-Marie Koltés. En la obra de Arrabal joven hay tanta insatisfacción, y expuesta de manera tan contundente y tan ingenua, que era susceptible de una cierta lectura política en el franquismo desarrollista, por lo que fueron numerosos los grupos de teatro independiente que lo tomaron como bandera.
El triciclo
De Fernando Arrabal, por Jácara Teatro. Intérpretes, Pedro del Rey, Miguel Esteve, Mila García, Joan Gadea, Javier Monzó, Luis García. Iluminación, Juanjo Lloréns. Vestuario y Espacio escénico, Carmen Baides, José A. García. Música y Dirección, Juan Luis Mira. Teatro Talía. Valencia.
Lo que queda hoy de todo eso es mucho, y basta con ver este montaje de Jácara Teatro, que entronca su puesta en escena con lo más digno del mundo de los payasos y su desarmante inocencia, para comprender las claves de una enumeración caótica que podría pasar por simple ocurrencia de autor moderno si no designara todo el tiempo diversas manifestaciones de un desamparo infeliz e indeseado. La dirección de Juan Luis Mira es simple en algunos pasajes, compleja en otros que le movilizan distintos resortes, y lo desigual del resultado se corresponde casi de manera homeopática con los altibajos de un texto furioso y joven. Pedro del Rey está espléndido en el protagonismo de un personaje residual y condenado de antemano, en compañía de una Mila García que compone sin desajustes a la desdichada Mita. Quizás el origen de todo esto se encuentra en el Rimbaud que demandaba atender en toda su extensión el vértigo de su inocencia. Un buen trabajo.
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