Revolución blanda

Como era de esperarse, estaban agotadas las localidades tanto para el sábado como para el día siguiente, en el que el cartel se repetía. La velada prometía, además, amor a espuertas, porque tanto las figuras, como el telonero, llevan por enseña la dichosa palabra feliz de cuatro letras que tanto vende en música y en todo. En el caso del donostiarra Álex Ubago, el amor fue desparramándose en cálidas oleadas desde el escenario en dirección a la masa de seguidores de este joven, que es, por derecho y mérito, aspirante al trono de la canción romántica española, toda vez que Alejandro Sanz no espabile.

Ubago volvió a regalar los suaves temas de su álbum de debú, quitándose la espina de su reciente concierto en Madrid, en el que la policía impidió el acceso a la sala a gran parte de los menores de edad que habían roto la hucha-cerdito para no perderse a su ídolo. En Vistalegre, parece ser, rigen otras normas, por lo que los asistentes -gran parte de ellos chicas- se lo pasaron de miedo escuchando temas como No te rindas, Sin miedo a nada o ¿Qué pides tú?

Justo una hora después irrumpían en escena el cantante Pher Olbera, el guitarrista Sergio Vallín, el batería Alex González y el bajista Juan Calleros, abriendo con el tema Justicia, tierra y libertad, mientras a sus espaldas se proyectaban los rostros de personajes que a lo largo de la historia han mostrado su apoyo decidido a los oprimidos: Gandhi, Mandela, Rigoberta Menchú, Lennon, Cristo o Emiliano Zapata. Otras proyecciones, referentes a los embarazos no deseados, el sida y el uso de preservativos, se usaron para acompañar el tema Ana, y un pequeño discurso sobre la ecología precedió la interpretación de Cuando los ángeles lloran, dedicada al asesinado líder cauchero brasileño Chico Mendes.

Canciones con mensaje

Tras esta andanada de canciones con mensaje progresista, los mexicanos dedicaron el resto del concierto al amor y a su variante lírica de oposición: el desamor. Así, se lanzaron a la interpretación de una batería de temas en clave romántica que les quita el disfraz de banda de rock, para revelar lo que en realidad son: un correcto grupo de pop electrificado, especializado en baladas y con cierto aire tropical situado en la clave del estándar comercial ideal para calar en audiencias masivas, incluida ya la anglo gracias a su relación con Santana. Con eso les basta y sobra para encantar a un público que parece necesitar sólo de lo evidente y no de sutiles detalles.

Sin aire, Fe, Ángel de amor, Eres mi religión, Corazón espinado y otros éxitos del grupo sonaron y fueron enormemente coreados, junto a clásicos manalizados por los de Guadalajara (Jalisco): Se me olvidó otra vez, de Juan Gabriel, y Te solté la rienda, de José Alfredo Jiménez. Por haber, hubo un estruendoso e innecesario solo de batería, otro de guitarra y el clásico juego de oé, oé con el público que Pher explotó a conciencia.

Triunfó Maná en España de manera inequívoca. Sin embargo, a fuer de justos, en cuanto a la Revolución de Amor que pregona su última producción discográfica, a juzgar por su música y el modo de interpretarla, la verdad es que la cosa podía haberse denominado, más bien, Revolución blanda.