_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Pero, ¿a quién le interesa Espronceda?

Hace algunos siglos un señor escribía un soneto y si bien no podía estar seguro de que con eso se le abrirían puertas, existía la probabilidad. En el mejor de los casos, no pasaría de ser criado distinguido de la realeza o de la aristocracia, pero menos daba una piedra. La ciencia, en cambio, se abría camino en soledad; y en cuanto a la tecnología, era cosa de artesanos, y no necesitó apenas de la ciencia hasta el siglo XIX; antes al contrario. A Miguel de Unamuno le fastidió mucho el hecho de que la sociedad desplazara a la gente de letras. Un poeta frente a un ingeniero: no había color. Pero cada uno a su modo, no pocos literatos sintieron el ultraje. Entre otras actitudes, de ahí surgió la crítica a la 'barbarie del especialismo', resumida por Ortega en La rebelión de las masas. Claro que existe otra barbarie muy extendida, la de quien no es especialista en nada. Cuando el 'manitas' de la cultura tiene un título universitario, hay que emprender prudentemente la fuga.

El estudio de las Humanidades está perdiendo terreno a toda prisa y eso levanta una tormenta de lamentos. El pasado año, en Cataluña Filología Hispánica perdió el 19% de los alumnos, Geografía el 26%, Historia el 28%, Derecho el 19%. Es cierto que influye adversamente el factor demográfico, pero contando con él, Telecomunicaciones e Informática subieron alrededor del 20% cada una, y un 45% Relaciones Públicas. No tengo a mano datos para el resto del Estado, pero no serán muy distintos. El rector de la Universitat de Girona, Josep M. Nadal dijo: 'Si nos quedamos sin alumnos de Humanidades el pensamiento desaparece, un país deja de serlo. Es gravísimo, es un asunto para el Parlament'. Ahí tenemos a la escritora Doris Lessing lamentándose en Oviedo de que en muchos países no sean materia de estudio escolar ni la religión ni la Biblia. Para colmo, el latín y el griego son estudios en vías de extinción. Sin estas lenguas, sin Biblia y con mucha especialización técnica o científica, adónde irá el mundo a parar. Yo no sé que traducir la Guerra de las Galias y la Anábasis -malamente y con la ayuda del diccionario en el examen- haya mejorado las facultades intelectuales y morales de nadie. Más bien lo contrario, estos conocimientos excitan la 'avidez intelectual' del empollón, que tantos estragos causó entre los cargos públicos del franquismo. Será que el resentimiento no me permite una opinión más piadosa, o me nubla la objetividad.

En mi juventud, y con las excepciones de rigor, estudiaba letras quien no podía con las ciencias. En física o en matemáticas usted entiende o no entiende, tiene la solución a un problema o no la tiene. Apenas si caben términos medios, no vale el cuento. En literatura preguntan una cosa y casi siempre ha lugar para meter rollo y salirse por la tangente. Ahí está la madre del cordero. El estudio de las humanidades es, con mucha diferencia, más difícil que el de las ciencias. En realidad, es tan difícil que no hay más remedio que echar mano a la conversión de estos estudios en un gigantesco montaje. Si un licenciado en física puede explicarnos las innovaciones introducidas por Gay-Lussac, un licenciado en literatura tendría que ser capaz de escribir la crítica de una novela o de un libro de poemas de reciente aparición. Los críticos literarios se contarían por docenas de miles en este país. No hay tantos y entre los que hay, muchos de ellos no han estudiado literatura en la universidad; y quienes lo hicieron no aprendieron a escribir en las aulas. A decir verdad, ¿cuántos catedráticos hay capaces de hacer un buen análisis estilístico de un párrafo? En la ciencia no hay lugar para la banalización, pero tampoco hay que ser un genio para comprender la ley de la gravedad. En cambio, explique usted el romanticismo con cierta enjundia y los estudiantes le devolverán tópicos y usted acabará aprobándolos o hay que cerrar la carrera. No hablo de casos extremos, como el de un estudiante graduado que tuve en Buffalo. Habiéndole hecho una pregunta sobre San Juan de la Cruz, me contestó: 'No escribo nada sobre San Juan porque él era maricón y yo soy muy macho'. Si no recuerdo mal, mis esfuerzos por echarle de la universidad fructificaron, pero no me fue tan fácil conseguir la complicidad de otros colegas que tenían entre sus estudiantes al sujeto de marras.

Ni muere el pensamiento ni muere un país a causa de la disminución del estudio de las Humanidades. Esto no es propugnar su abolición a rajatabla, sino más bien tener en cuenta que las artes y las letras se 'llevan dentro' y que la importancia del substrato universitario es relativa. Como materias de estudio, son más influyentes en la secundaria, que es la edad de 'la comezón'; si bien los tiempos que corren no son precisamente estimulantes para las pulsiones más delicadas. En cuanto a la Universidad debería tal vez plantearse un proceso de readaptación. Según el citado rector Nadal, las Humanidades decaen por 'la falta de salidas profesionales, (por) el atractivo de las carreras técnicas y la promoción que se ha hecho de éstas...'. Pero, ¿acaso podría ser de otra manera? A los ya mayores y aferrados a una cultura con continuidad de siglos nos cuesta aceptar que estamos al principio de una nueva era, la de Internet y los trasplantes y los vuelos espaciales y la inteligencia artificial... Acoger todo eso con entusiasmo es puro papanatismo, cuando no estúpido autoengaño. Rechazarlo es, preponderantemente, vejez, senectud mental. No tiene nada de imprevisible un tiempo en que no sólo Espronceda (a quien ya hace tiempo que no lee nadie) sino San Juan, Ausiàs y Sófocles hayan dejado de interesar.

Mientras tanto, las Humanidades serían preservadas, en cierta medida, en el seno de las Ciencias. La física tiene mucho que ver con la filosofía, las ciencias naturales con Aristóteles, la anatomía con la pintura, la 'sociedad psicológica' de Freud surge de la influencia de la novela realista, etc. Una explicación unitaria del mundo todavía tiene demanda y todavía es imposible sin la historia y la geografía, sin las letras, las artes y las ciencias. Y no es absurdo que dentro de uno o dos siglos, cuando físicos y biólogos quieran situar al hombre en el mundo, aún tengan que recurrir a Proust y a Joyce. A la luz del día o clandestinamente, quién sabe.

Manuel Lloris es doctor en Filosofía y Letras.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_