Cassano declara la guerra a Capello
El delantero del Roma, el mayor talento juvenil de Italia, se niega a entrenarse y desaparece
El mayor genio juvenil del fútbol italiano, Antonio Cassano, alias Talentino, es un hombre desaforado cuyo único gobierno parece la propia sangre caliente. El viernes pasado no le faltó valor para enfrentarse abiertamente a Fabio Capello, su entrenador en el Roma y uno de los personajes con más poder y prestigio del fútbol italiano. El delantero, de 20 años, se enteró de que el técnico no lo incluiría en la convocatoria para jugar contra el Perugia, ayer en el estadio Olímpico. Harto de que lo traten como a un segunda espada, decidió encerrarse en su domicilio y no acudir al entrenamiento. Luego, la lesión que sufrió Batistuta hizo casi imprescindible su comparecencia. Desde el club le buscaron, le llamaron, pero no hubo respuesta. Sólo la voz de su madre al teléfono, diciendo: 'No está en casa'.
Si Capello dice que hay que apagar los móviles durante las comidas, él recibe llamadas. Y habla.
Cassano nació en el puerto de Bari, en el extremo del tacón de Italia, en 1982. Nunca conoció a su padre y a su madre la vio poco. Las versiones sobre su niñez son oscuras y en ellas no faltan los problemas derivados de la marginación en Bari Vecchia, el barrio de su crianza. Allí convivió con el tráfico de drogas, la prostitución y el acoso de la policía. Resistió a las inclemencias aferrándose a un mundo ideal: el que le proporcionaba la veneración de su santo, Diego Maradona, y el de los viejos de la plaza del barrio. 'No soy afortunado', ponderó una vez; 'lo que soy se lo debo a Dios, a la madre naturaleza y a mí mismo: no me he convertido en un delincuente sino en un futbolista'.
De Maradona aprendió el manejo del balón, el culto al engaño, el regate creativo, la definición con estilo y el coraje. Por los ancianos conoció una escala de valores sobre la que puso la amistad y la lealtad. Pronto se convirtió en un reyezuelo local, mujeriego y popular. 'A los viejos me gustaba hacerlos rabiar contándoles chistes verdes', dijo, en el diario Il Messaggero. 'Cuando supieron que me iba a Roma, ellos, que siempre fingían ser duros, tenían lágrimas en los ojos. Lloraban. Yo amo a los viejos'.
El Roma se adelantó al Milan y al Juventus pagando 28 millones de euros por su fichaje. Tenía 18 años y jugaba en Primera desde los 16. Se había convertido en el líder del equipo y mandaba a gritos a sus compañeros. Cuando no le pasaban el balón al pie les lanzaba una mirada de muerte. Tras su fichaje, Capello aseguró: 'Con 18 años sólo he visto a tres jugadores hacer las cosas que él hace: Raúl, Maldini y Baresi'.
Cassano ha esperado más de un año y Capello -que prefiere a Delvecchio, Totti, Batistuta o Montella- sigue sin darle muchos minutos. El jugador ha dicho que está 'seguro' de que ganará el Balón de Oro y cada vez soporta menos el carácter marcial del entrenador. Hace un mes le lanzó el primer aviso cuando le cambió en un partido contra el Modena: '¿Cómo me cambias a mí?', le preguntó. En el partido contra el AEK, hace dos semanas en Liga de Campeones, Capello le mandó a calentar y cuando fue a llamarlo para que saltara al campo descubrió sorprendido que Cassano no se había movido del banquillo. La multa que le impuso el club desencadenó la ira del jugador, el miércoles pasado, cuando el Roma estaba en Madrid. El choque con Capello fue violento y como consecuencia vio el partido desde la grada. El director general del Roma, Fabrizio Lucchesi, comentó ayer que le impondrá otra multa: 'Cuando eres joven puedes hacer alguna tontería; pero él ha hecho demasiadas'.
Su negativa a entrenarse no es nueva. Coincide con el plantón a la selección Sub'21. El día que se enteró de que no jugaría, en un partido contra Rumanía, hizo las maletas y se fue a su casa. Desde entonces, el seleccionador, Gentile, no le llama.
En el vestuario del Roma ya nadie se extraña de las extravagancias de Cassano. El hombre funciona en contra del reglamento. Si Capello dice que hay que apagar los móviles durante las comidas, él recibe llamadas. Y habla. Y si un dirigente del club, sentado a la mesa de al lado, lleva calcetines claros, él salta como un resorte. Se pone de pie y suelta una imprecación ronca y sonora: '¿No te han dicho que con pantalones negros no debes usar calcetines claros?'.
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