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Crónica:A pie de obra | TEATRO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un acto de coraje

Marcos Ordóñez

Uno. París 1940 es una obra necesaria, una de las mejores disecciones sobre el arte y la magia del teatro desde su trastienda, y una de las propuestas más arriesgadas y valientes de Josep Maria Flotats. La función que ha presentado en el Bellas Artes es la versión castellana, firmada por Mauro Armiño, de Tot assajant Dom Juan, que estrenó hará nueve años en el Poliorama barcelonés. Brigitte Jacques, discípula de Vitez, directora del Théâtre de la Commune Pandora, construyó este espectáculo en 1986 a partir de siete clases de Louis Jouvet a sus alumnos del Conservatorio de la Rue de Madrid sobre la escena VI del cuarto acto del Dom Juan de Molière: la aparición de Doña Elvira a Don Juan en presencia de Sganarelle, suplicándole que se arrepienta para salvar su alma. Elvire Jouvet 40 tomó forma cuando su autora descubrió que la alumna llamada 'Claudia' en las transcripciones de Jouvet, la actriz Paula Dehelly, vivía todavía y estaba dispuesta a narrar su experiencia. En su recreación, las clases comienzan poco después de la invasión de Polonia y continúan en plena ocupación nazi, entre el 14 de febrero y el 21 de septiembre de 1940. Al final, una voz en off nos informa del exilio de Jouvet, que, tras rechazar la propuesta de los alemanes de convertirse en administrador general de la Comédie, una Comédie en la que Giraudoux y Jules Romains son prohibidos por 'anticulturales', emprende una gira por Suramérica que durará toda la guerra, y del destino de Claudia/Paula, cuya prometedora carrera se ve truncada al ser denunciada como judía y prohibido su acceso a cualquier escenario. Elvire Jouvet 40 se estrenó en 1986, en el Théâtre National de Strasbourg, con el inmenso Philippe Clevenot y una jovencísima María de Medeiros; a los pocos meses, Strehler montaba la obra en el Piccolo bajo el título de Elvira o la passione teatrale. Por su parte, Flotats consiguió con la versión catalana su interpretación más aplaudida desde Cyrano. Si en 1993 la puesta de Tot assajant Dom Juan en el Poliorama era un salto sin red, hoy día, ante la opulenta miseria de la cartelera madrileña y tras el éxito multitudinario (y merecidísimo) de Arte, que parecía abocarle a 'otra de lo mismo', la elección de París 1940 supone por parte de Flotats una orgullosa declaración de principios, un acto de coraje puro y duro a favor del teatro y, en definitiva, una opción ética: elegir hablarnos de Jouvet, el Jouvet que Flotats descubre, adolescente, en 1960, leyendo Écoute, mon ami, un libro que se le convertirá en guía y biblia; ese Louis Jouvet, grandísimo actor y pedagogo, que sigue siendo entre nosotros un ilustrísimo desconocido, para reivindicar su sabiduría y su magisterio.

Dos. París 1940 es un espectáculo nada fácil, nada complaciente, pero que va a apasionarles. No teman una lección árida ni la mera exposición de un ensayo. Presenciarán, en un escenario casi desnudo, la crónica minuciosa y exaltante de la construcción de un personaje plasmada con una austeridad total, bressoniana, jouvetiana, y cómo poco a poco ese durísimo empeño se transmuta ante sus ojos en un insólito cruce entre función de magia e indagación detectivesca, con Jouvet/Flotats (Svengali racionalista, Holmes apasionado) rastreando, descubriendo y haciendo descubrir la verdad de una interpretación, y revelando a sus discípulos, sus aprendices de brujo, que el truco consiste en que no hay truco sino trabajo, trabajo y trabajo.

La función es todavía mejor que la que se vió en Barcelona en 1993. Van a ver ustedes a un Flotats sobrio y contenido como nunca, 'poseído' por los gestos, las inflexiones (a veces parece estar autotraduciéndose del francés) y la pasión de Jouvet, deslizándose en algunos momentos hacia la untuosidad circunspecta de Paul Meurisse pero entregándose a fondo y comunicando poderosísimamente esa extraña y contagiosa fuerza a caballo entre el artesanado teatral y la iluminación casi mística, y a una Mercé Pons que consigue mostrar con plenitud (los años y la experiencia son bazas decisivas) lo que no siempre alcanzaba en el Poliorama: que sigamos paso a paso la evolución de su trabajo desde los balbuceos de la búsqueda inicial hasta que el conejo blanco sale de la chistera, hasta que su aprendizaje culmina en la transfiguración alquímica de Claudia en Elvira. Un hombre y una mujer, un maestro y su alumna, diciéndonos: 'Afuera están el frío y los nazis y aquí estamos nosotros, tratando de mantener encendida esta pequeña llama contra el viento, porque ése es nuestro oficio, porque eso es lo que da sentido a nuestras vidas'. Grandes y humildes palabras, que son recibidas con un conmovido silencio y con grandes aplausos, como se reciben siempre en el teatro los actos de verdad y de coraje. Vi París 1940 en una función de domingo, ante un público que, en gran parte, no parecía conocer el 'tema' de la obra -para mi gusto, el mejor público posible- y anoté a la salida esta frase de un viejo matrimonio: 'No es lo que vemos habitualmente pero ¡cuánta belleza y cómo creen en lo que están haciendo!'.

PD. También vi entre el público a muchos jóvenes, estudiantes de teatro, deslumbrados por las palabras de Jouvet, preguntándose quién era y lo que había hecho, y pienso que la librería del Círculo de Bellas Artes haría bien (y haría negocio) colocando a la salida un tenderete con unos cuantos ejemplares de sus textos, aunque me temo que, para variar, no existan traducciones al castellano. Recomiendo: Écoute, mon ami (por supuesto) y Le comédien desincarné, ambos en Flammarion; Molière et la comédie classique (Gallimard) y Jouvet Qui êtes-vous?, de Paul-Louis Mignon (La Manufacture).

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