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BALONCESTO

Yao Ming, el otro Marco Polo

La NBA y varias multinacionales aprovechan el impacto del fichaje de los Rockets de Houston para abrir el mercado chino

Unos 1.300 de los más de 6.000 millones de personas que pueblan el planeta residen en China. De esos más de mil millones de habitantes, unos 300 practican el baloncesto. La NBA llega al Lejano Oriente con el objetivo de abrir la muralla que le ha separado de la milenaria nación. En una época en que el deporte baja escalones en la lista de prioridades de los estadounidenses, la apuesta es exprimir el interés que estas competiciones despiertan en el exterior. La Liga más importante del mundo se ha globalizado. Más de 60 extranjeros forman parte de sus equipos. Cada país representado es un semillero de potenciales consumidores en el que los ávidos estrategas y ejecutivos de ventas aplican sus conocimientos mercantiles. China es el país de las oportunidades gracias a un embajador de 2,21 metros: Yao Ming.

Las ventas de Nike, tutor del jugador, en la zona asiática serán este año de 1.210 millones de euros
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A pesar de ser el tercer chino que consigue jugar en la NBA, su impacto es inmensamente mayor que el de Meng Bateer o Whan Zhi Zhi. Número uno del draft, la revista Sports Illustrated ya le considera el séptimo mejor pívot de la competición sin haber disputado aún un minuto oficial. Su influjo en el mercado chino es comparado con el que tuvieron Magic Johnson, Larry Bird o Michael Jordan en Estados Unidos. Nike considera a China una plaza vital para sus intereses. Este verano envió a Vince Carter de promoción. Sus ventas en la zona asiático-pacífica para 2002 llegarán a los 1.210 millones de euros. Otras empresas, como Coca Cola o Adidas, también van a aprovechar el tirón de Ming para lanzar campañas en China.

Se estima que 500 millones de chinos seguirán en directo por televisión el debut de Ming con el Houston Rockets. David Stern, el comisionado de la Liga, anunciará en breve acuerdos con diversas cadenas televisivas para retransmitir unos 150 partidos por temporada. La NBA ya prepara una versión de su página web en mandarín, el lenguaje oficial de China, y planea abrir una sucursal en Beijing. Además, se espera cerrar acuerdos de colaboración con Nokia y la empresa de telecomunicaciones Jitong Network. En el plazo de uno o dos años se podrían disputar partidos de exhibición en Shanghai o Beijing. Tiendas, restaurantes..., la NBA va a aterrizar en China con todas sus naves. Las empresas locales también quieren sacar provecho de la llegada de Ming a Estados Unidos y la cervecera Yanjing va a convertirse en uno de los patrocinadores de los Rockets.

El debut de Ming cierra un proceso que se inició hace casi dos decenios. Nike, en el verano de 1984, decidió apostar fuerte para hacerse un lugar en el mercado chino y vistió al equipo de atletismo en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. En los 90, el baloncesto se popularizó en China, la empresa sembró canchas y organizó competiciones escolares. Los frutos llegaron pronto: la juventud adoptó la moda deportiva occidental a pesar de las reticencias de las autoridades De este modo, surgió la necesidad de consumir productos relacionados con el deporte que se practicaba: ropa, calzado, bebidas... La cultura del playground se extendió por la nación. En 1995 se creó una Liga profesional. Un año después, en la presentación del Shangai Sharks, apareció Ming, la gallina de los huevos de oro.

Nike se convirtió en el tutor deportivo del jugador. Antes que nada le cambió las zapatillas, hasta ese momento de la competencia. Ming era la pieza que terminaba el puzzle. Nadie mejor que un ídolo local para animar a sus compatriotas a consumir baloncesto. La empresa llevó de gira a su patrocinado por medio mundo. En 1998 llegó a Estados Unidos para participar en un campamento de verano en San Diego. Debilucho, enclenque y no dispuesto a hacer mates, pues pensaba que era una jugada ostentosa. Así era el jugador que se encontraron los ojeadores de la NBA y que después sería número uno del draft.

Hasta el día en que Stern pudo anunciar su elección por el Houston Rockets, la llegada de Ming fue un serial interminable. Las autoridades chinas han vendido muy caro el permiso para que su estrella se marchase. Su salario se ha convertido en una herencia que tiene muchos beneficiarios. De los más de 18 millones de euros que percibirá en los próximos cuatro años, la mitad será para su Gobierno. Después de interminables negociaciones entre la directiva de los Rockets, la federación china, el Shanghai Sharks y la Administración, a las dos de la madrugada del mismo día en que se celebraba el draft, Michael Goldberg, asesor jurídico de la franquicia, recibió el fax que concedía el para que Ming fuera elegido. Goldberg fue aconsejado durante la negociación por el ex secretario de Estado estadounidense James Baker.

Ming es una empresa. Un equipo de diez personas de la Universidad de Chicago, del que forma parte su primo Eric Zhang, dirige y planea su carrera. Se ha convertido en mucho más que un simple jugador de baloncesto. Coincidencia o no, el presidente chino, Jiang Zemin, visitó la pasada semana Houston y le recibió. Un hecho inusual, puesto que es la primera vez que el jefe de la Administración concede a un deportista una audiencia privada.

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