Dos reclusos matan en una prisión al asesino de 16 ancianas de Santander
Los agresores declaran que los violadores 'deben morir' por la ley de la cárcel
Uno de los mayores asesinos en serie de la historia criminal española, José Antonio Rodríguez Vega, el asesino en serie y violador de ancianas de Santander, murió ayer en la cárcel de Topas (Salamanca) tras ser apuñalado por dos internos en el patio de la prisión, según informaron fuentes penitenciarias. El fallecido, de 44 años, cumplía una condena de 440 años de prisión por el asesinato, en 1987 y 1988, de 16 ancianas de entre 61 y 93 años, en Santander, y por abusos deshonestos y hurtos.
A las once y cuarto de la mañana de ayer dos reclusos considerados muy peligrosos, Enrique V. G., de 35 años y con 60 de condena por robos y lesiones, y Daniel R. O., de 29, que cumple 54 años por robos, se abalanzaron sobre Rodríguez Vega en el patio de la tercera galería de la prisión de Topas, armados con dos pinchos fabricados por ellos mismos.
No medió 'ni bronca ni gritos', según fuentes penitenciarias, que explicaron que el fallecido había llegado hacía dos días a ese centro penitenciario procedente del de Almería, donde hace un mes también intentaron asesinarle. Las mismas fuentes relacionaron esa tentativa y el apuñalamiento de ayer con un programa de televisión sobre el asesino y violador de ancianas emitido recientemente y que dio lugar a que los internos identificasen a Rodríguez Vega.
El director de la prisión de Topas, José Ignacio Bermúdez, explicó que un funcionario desarmado intentó detener a los agresores pero uno de ellos le amenazó con un pincho mientras el otro remataba ya en el suelo a la víctima, a la que siguieron apuñalando con saña incluso cuando ya era cadáver.
Los dos reclusos que llevaban dos años en el centro salmantino, declararon posteriormente ante la autoridad judicial que 'la ley de la cárcel' dicta que 'los violadores tienen que morir', según fuentes penitenciarias. Bermúdez indicó que el fallecido no tuvo actitudes 'violentas cuando llegó'.
Rodríguez Vega llevaba encarcelado desde mayo de 1988 y aún le quedaban seis años de cumplimiento de condena. La pena que le impuso en 1991 la Audiencia Provincial de Santander ascendía a 440 años de prisión. Ya había sido condenado por violación cuando tenía sólo 20 años. Fue condenado a 27 de prisión pero salió a la calle en 1986.
Cuando fue detenido en mayo de 1988 la policía le acusó del asesinato de tres viudas que vivían solas, pero Rodríguez Vega confesó otros seis homicidios. Finalmente se le imputaron 16 muertes gracias a los objetos de las mujeres hallados en la habitación, tapizada de rojo, de aquel albañil de aspecto apacible que se hacía pasar por agente de seguros o técnico de televisión para introducirse en casa de las víctimas. En su mayoría fueron halladas acostadas en sus camas y cuidadosamente arropadas, por lo que sus familiares pensaron en un primer momento que habían muerto por causas naturales.
Durante el juicio, Rodríguez Vega, que estaba separado y era padre de un hijo, declaró que agredió sexualmente a las mujeres por venganza, por el 'sofoco' que le producían los malos recuerdos de su propia 'madre sinvergüenza' y su 'suegra veneno'. 'Pagaron justas por pecadoras', dijo.
Según los psiquiatras, Rodríguez Vega no era un enfermo mental aunque tuviese una personalidad anormal, de modo que era responsable de sus actos. Dictaminaron que la sociedad no podía tener seguridad alguna de que cuando saliese en libertad no volviese a matar.
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