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Una experiencia intensa y profunda

Para un público ruso, las escenas iniciales de Guerra y paz recreadas por Piotr Fomenko son una experiencia de múltiples dimensiones. Sus protagonistas siguen siendo puntos de referencia literarios para uno de los grandes capítulos del patriotismo local, pese a que León Tolstói emprendió la redacción de la novela más de medio siglo después de la invasión de Rusia por Napoleón Bonaparte en 1812.

Desde el inicio del primer acto, en el afrancesado salón peterburgués de Anna Scherer, el espectador ruso sabe ya qué destino aguarda a los personajes cuando abandonen la atmósfera en la que son retenidos por el director durante cuatro horas. Más allá de la mirada escrutadora de Fomenko están las grandes campañas de Napoleón, las derrotas rusas de Austerlizt (1805) y Borodinó (1812), el incendio de Moscú y la dantesca retirada de los franceses de esta ciudad. Fomenko concentra su talento en recrear con todos sus matices un mundo efímero, antes de que el joven príncipe Andréi Bolkonski, el ayudante de campo del mariscal Mijaíl Kutúzov, se vaya a la guerra y muera de las heridas sufridas en Borodinó, antes de que la bella y romántica Natasha Rostova se convierta en madre de familia numerosa como esposa de Piotr Bezújov. Los personajes están atrapados frente a un mapa bélico de Europa (en sentido real y figurado), junto a los retratos inacabados de Napoleón y Alejandro I. La frivolidad mundana de la alta sociedad rusa se transforma en el preludio de la tragedia que sacudirá el continente. La fabulosa representación de los actores, el extremo cuidado de los detalles y la capacidad creativa de Fomenko cristalizan en una experiencia intensa y profunda.

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'El teatro ruso está vivo y tiene una fuerza singular'

Babelia

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