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LA ÚLTIMA FRONTERA DEL ISLAM

La Yamaa Islamiya, enlace sospechoso

DURANTE LOS AÑOS SETENTA, los islamistas comenzaron a enseñar a los niños en algunas escuelas coránicas indonesias que lo único que contaba era la sharia (ley islámica) y que debían evitar las instituciones laicas, como los institutos o los tribunales. Se organizaron colectas a favor de los correligionarios necesitados, pero la tercera parte del dinero recaudado fue entregada a Abu Bakar Bassir, que en 1972 fundó su propio internado religioso, Al Mukmin, cerca de Solo, en Java central.

Este movimiento islamista, objeto de un reciente estudio del International Crisis Group, adquirió suficiente importancia en esa época como para preocupar al ex presidente Suharto. Al parecer, incluso se llegó a alentar a los predicadores islamistas a hablar en las mezquitas para poder localizarlos más fácilmente. A consecuencia de ello se produjeron cientos de detenciones y, como dijo Bassir en agosto, 'las condiciones en prisión eran duras pese a poder recibir visitas'. En una Indonesia donde se debate la adopción de la sharia desde la proclamación de la independencia en 1945, esta represión sólo ha logrado fortalecer a la pequeña minoría islamista y su hostilidad hacia un Estado laico, más ahora que la presidencia la ostenta una mujer, Megawati Sukarnoputri.

Bassir se benefició de un indulto y fue liberado al cabo de cuatro años, durante los cuales amplió su red de relaciones, incluso entre miembros del actual Parlamento. Ante la amenaza de volver a ser encarcelado, se refugió durante 14 años en Malaisia y no regresó a Indonesia hasta 1999, tras la caída de Suharto y, por tanto, después del levantamiento de la prohibición que pesaba sobre los partidos religiosos. Fue entonces cuando fundó en Yogyakarta, a una hora y media de carretera de Solo, el MMI, o Consejo Indonesio de Muyahidines, del que sigue siendo presidente y que reúne a varias organizaciones islamistas.

Fue en Malaisia donde concibió, junto con Riduan Isamuddin, alias Hambali, buscado por la policía indonesia, la idea de una comunidad islámica clandestina, la Yamaa Islamiya, cuyo objetivo a largo plazo es la creación de un Estado musulmán que englobe Malaisia, Indonesia y el sur islamizado de Filipinas. '¿Acaso es un crimen militar estar a favor de un gran Estado musulmán?', dijo, para después condenar el terrorismo, negar la existencia de Yamaa Islamiya y volver a desmentir cualquier relación con Al Qaeda, aunque aprobase, 'como hermano musulmán, la forma en que Bin Laden lucha por el islam'.

Los servicios de información de Singapur, Malaisia y Filipinas tienen una opinión radicalmente diferente: las conspiraciones que han sido desbaratadas y las confesiones de decenas de militantes detenidos a lo largo de este año convierten a Yamaa Islamiya en el enlace regional de la red de Al Qaeda, un conjunto de células capaces de operar de forma independiente entre sí.

Aunque todavía no señalan directamente a Yamaa Islamiya, las autoridades indonesias parecen acercarse a este punto de vista desde el atentado de Bali, atribuido oficialmente a Al Qaeda, 'con la ayuda de terroristas locales'.

Pero la situación indonesia, sobre todo tras la caída de Suharto, es especialmente confusa y las pistas resultan difíciles de seguir. Por ejemplo, otra organización islamista, los Laskar Yihad o combatientes de la guerra santa, que están bien consolidados y que han atacado a los cristianos en las Molucas y en las Célebes, nació en 2000 con el apoyo de algunos militares y financieros del antiguo régimen. Aunque han suavizado sus actividades en los últimos meses, los Laskar Yihad han logrado implantarse también en Papúa Occidental, donde Yakarta se enfrenta a una fuerte corriente separatista.

Una represión abierta conlleva el riesgo de radicalizar unos pequeños grupos islamistas que disfrutan de un amplio margen de maniobra desde hace cuatro años.

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