Lavativa TV
Como el amante posesivo que de tanto querer a alguien lo asfixia con la intensidad de sus sentimientos, la televisión distorsiona la realidad en su esfuerzo por vampirizarla. En nombre de la verdad se incurre en metodologías más propias de la ficción que del rigor informativo del que tanto se presume.
Acusar recibo
El programa de Isabel Gemio, Hay una carta para ti, exprime la poética de la reconciliación y amnistía perrerías y malentendidos. Los primeros planos escarban en el rostro de los culpables buscando la lágrima, el gasoil de los audímetros. Hijas resentidas, amigas peleadas, madres que intentan recuperar a sus hijos, niños en celo, todos pasan por esta pública asesoría familiar. Gemio está comedida, prudente, casi delicada, pero la obscenidad del género se lleva por delante sus buenas intenciones. El orgullo herido del invitado que, en medio del fregao, se niega a entrar en este chantaje emocional es lo mejor del programa. Total: si llega una carta para ti, sencillamente di no.
En el mundo
La televisión interpreta el mundo por acumulación. Puedes intentar entenderlo viendo a una rana en celo, sufriendo con dos lesbianas que se autoproclaman estupendas, hidratándote con lavativas de los productos derivados de Operación Triunfo, adivinando cuándo llegará la próxima guerra, comprobando que, desde Pozoblanco, el culto al torero y a la folclórica siguen vigentes o compadeciendo a los familiares de las víctimas de ETA. Pero, pese a la enfermedad que insinúa esta radiografía catódica (mezcla de tanques, aplausos, lentejuelas y frivolidad), los diagnósticos no coinciden. Según el anuncio que, con música de Forrest Gump de fondo, promociona a Unión Fenosa, el mundo es 'casi perfecto'. El spot de Fotoprix, en cambio, dice: 'Fotos perfectas para un mundo imperfecto'. ¿En qué quedamos? En el espacio que separa lo 'imperfecto' de lo 'casi perfecto' debe de estar, supongo, el margen de beneficio.
Por alusiones
Una de las modas del sensacionalismo televisivo actual (desde Sabor a ti a Día a día, pasando por A tu lado o Abierto al anochecer) consiste en que, en el fragor del griterío, aparezca un aludido que, por teléfono, matiza lo que se ha dicho. Para el teleadicto inocente (suponiendo que exista semejante categoría) puede parecer que los aludidos llaman por iniciativa propia, como si pasaran casualmente por ahí. Pero, a menudo, son los equipos de producción quienes telefonean al interfecto para explotar el rentable filón de la polémica, dándole la oportunidad de matizar lo dicho y completar así la cadena de bulo-discusión-desmentido. Últimamente, sin embargo, los aludidos se rebelan y se ofrecen para acudir al programa a ejercer su derecho a réplica en directo y, de este modo, cobrar su legítima parte del botín. Que sean aludidos no significa que sean idiotas.
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