La Cibeles
Estoy absolutamente indignada contra el último atentado a la Cibeles. Esto, no cabe duda, lo favorece la impunidad legal y la falta de sensibilidad de nuestros poderes públicos, aparte de la importancia que dan al fútbol en los medios de comunicación con extensísimas informaciones y entrevistas que a veces exceden de las páginas que cualquier sección deportiva puede soportar.
Sin embargo, ese enorme atentado algunos titulares lo denominan Historia de una diosa con mala suerte. ¡Qué frivolidad!, porque no es mala suerte, es el resultado de una agresión tras otra por un grupo de vándalos, incluidos futbolistas, que les permiten encaramarse hasta la cabeza de la diosa para festejar acontecimientos que deberían celebrarse en sus campos de fútbol. Está claro que esta opción no la han contemplado sus presidentes, ya que el césped del campo puede ser agredido y destrozado. Exactamente lo mismo hay que conservar nuestros monumentos nacionales, porque, al contrario que el campo de fútbol, es de todos los ciudadanos y buena parte de ellos no queremos que se destruyan Y por si no encuentran la fórmula para evitar estos actos vandálicos, les puedo sugerir una: prohibir hacer manifestaciones en la Cibeles y, en caso contrario, clausurar el estadio de fútbol.
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