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Columna
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Diez mandamientos

De repente, nadie sabe por qué, un consejero de George Bush se sincera y todo el mundo se rasga las vestiduras. Hombre, tampoco es para tanto. Que la guerra del Golfo se hizo para asegurar las reservas petrolíferas del mundo occidental, todos lo sabíamos. Por consiguiente, que la nueva guerra se hará por lo mismo, y no para vengar a las víctimas del atentado de las Torres Gemelas, es otra evidencia. Tal vez quede un poco cruda la afirmación de que repartiremos el botín entre los amigos y dejaremos con un palmo de narices a los indiferentes. Pero cuando la cosa va de crudo, hay que ser ídem. Además, ese nuevo lenguaje no deja de ser una muestra del estilo bíblico fundamentalista del presidente Bush y hora es de felicitarnos por ello. Si el ejemplo cunde -y puesto que en todo lo demás así es, no veo por qué no habría de prosperar también en esto-, nuestros conservadores (los oficiales y los de tapadillo) quedarán emplazados a llamar al pan, pan, y al vino, vino. Ya veo cómo se insinúa el nuevo decálogo, las tablas de la ley que a partir de ahora han de figurar en los titulares periodísticos valencianos:

I. Amarás a Dios sobre todas las cosas. En esta religión laica de la política, debe darse la impresión de que nos mueven las grandes ideas. Hay que citar a todas horas la Constitución o l'Estatut, hay que idolatrar la bandera (mejor si son varias), hay que hablar del sagrado territorio y de cosas por el estilo. Sobre todo importa que nuestras referencias sean de otro mundo, para que permanezcan mudas y no nos puedan contradecir.

II. No usarás el nombre de Dios en vano. Claro que tampoco hay que pasarse con lo de los símbolos, pues pueden explotarnos en la mano. Todos hemos tenido experiencias muy desagradables y alguno hasta se llevó algún garrotazo en la otrora peligrosa procesión cívica del 9 d'Octubre. Para disimular, es conveniente hablar mucho de interculturalidad y hacerse fotos con los inmigrantes. Siempre con cuidado, claro. En el fondo, a los electores no les gustan y son los que nos votan. Que todo tenga un tufillo como de restaurante chino o baile de salsa.

III. Santificarás las fiestas. No es cierto que les entusiasmen las fiestas populares. En realidad, en la cridà se sienten desplazados, la mascletà les horroriza, les fogueres les parecen una vulgaridad, els bous embolats dan miedo, lo de la procesión de les canyes es una horterada, y así sucesivamente. Pero, ¡qué le vamos a hacer!, hay que cumplir.

IV. Honrarás a tu padre y a tu madre. Esto es muy importante. Nada de defender los intereses de los ciudadanos ni de procurar representar las ideas de los que te votaron. Cada uno se debe a su familia (política) y ha de votar siempre en conveniencia.

V. No matarás. El gran gurú Bush fue el primero que dio ejemplo: bombardea, pero con limpieza, y sobre todo sin que los periodistas, esos carroñeros deslenguados, puedan meter la nariz; así deja de ser asesinato y se convierte en justicia infinita. De manera similar, nunca reconocerás que lo de Ardistyl fue un crimen ni lo de las azulejeras de Onda ni lo de la legionella de Alcoi. No son crímenes, son desgracias.

VI. No cometerás adulterio. Se acabó eso de ir chalaneando por los restaurantes de moda, se acabaron los arreglos bajo mano. A partir de ahora todo tendrá respetabilidad matrimonial siguiendo el ejemplo de la AVL.

VII. No levantarás falso testimonio. Este mandamiento es ciertamente duro de cumplir. Como que muchos profesionales de la política no hacen otra cosa que lanzar bulos e insinuaciones que no se atienen a la verdad. Pero todo tiene remedio. La solución es hablar horas y horas sin decir nada o, como mucho, aquello tan bueno del sí, pero no. Ahora lo llaman lenguaje políticamente correcto.

VIII. No robarás. Realmente, después del caso Enron, lo nuestro son pecadillos. Digamos que simples irregularidades contables. Como la de aquel del parque temático o aquel otro de la sanidad.

IX. No desearás a la mujer de tu prójimo. He aquí un feo vicio: frotarse las manos cuando se está en la oposición pensando en los puestos y chollos que uno va a ocupar cuando llegue al gobierno. Es mucho más sencillo dejar a los anteriores en su puesto y simplemente duplicar (o triplicar o quintuplicar, hay que ser generosos) los puestos. Así podremos satisfacer a todos los clientes cuando nos vengan, al día siguiente de las elecciones, con aquello tan bueno de '¿qué hay de lo mío?'.

X. No codiciarás los bienes ajenos. Se acabó toda esa tontería de que sólo les mueve el bien común. Por supuesto que también les mueve el bien particular. Así que ha llegado la hora de reconocer que en política uno está para enriquecerse.

Ya ven como el curso político que comienza se presenta cargado de esperanzas y con una nueva (¿) generación de profesionales, dispuesta a tomar la alternativa. Y es que no hay nada como seguir las recetas de los grandes maestros.

Ángel López García-Molins es catedrático de Teoría de los Lenguajes de la Universidad de Valencia. lopez@uv.es

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