Desequilibrio corriente
El desequilibrio por cuenta corriente se ha convertido en el principal mal endémico de la economía estadounidense. Los datos publicados esta semana referentes al segundo trimestre del año han supuesto un nuevo máximo histórico, ya que el déficit corriente se acercó a los 130.000 millones de dólares. Desde el inicio de la década de los ochenta la economía estadounidense ha convivido con un persistente déficit corriente, con la única salvedad de la crisis de 1991. En claro contraste, en la actual fase recesiva el desequilibrio por cuenta corriente no sólo no se ha corregido, sino que puede anotar nuevos máximos (el último se registró en el año 2000, con un saldo del 4,5% del PIB). Para evaluar las consecuencias de este desequilibrio sobre otras variables y, en concreto, sobre la cotización del dólar, es preciso analizar cómo se está financiando el déficit corriente.
En la actual fase recesiva el desequilibrio por cuenta corriente no sólo no se ha corregido, sino que puede anotar nuevos máximos
Las posibles vías de financiación son la entrada de capital a través de préstamos, lo que implica un aumento del endeudamiento del país, y mediante la adquisición de derechos de propiedad -inversión directa exterior (IDE) e inversión en cartera-. Este segundo caso es comparable con una empresa que vende activos o emite acciones para invertir, lo que implica un coste en términos de la remuneración del capital a través de dividendos, intereses.
Desde una perspectiva histórica podemos distinguir varias etapas diferenciadas, según el instrumento en el que se materializaron las entradas de capital. Durante el período 1985-1990 la compra de títulos privados, tanto de renta fija como variable, se convirtió en la principal fuente de financiación del déficit; entre 1992 y 1999 fueron las compras de bonos del Tesoro estadounidense y en los años 1999-2000 la entrada de inversión directa.
En la actualidad, las compras de títulos privados por parte de inversores extranjeros han renovado su protagonismo en la cuenta financiera. Es decir, la inversión en cartera ha tomado el relevo de la IDE como fuente de financiación del déficit corriente. Dado que estos capitales tienen un carácter más especulativo, aumenta el riesgo de una reversión de estos flujos en una coyuntura como la actual, lo que amplificaría la tendencia depreciadora del dólar.
En definitiva, la longeva convivencia de un creciente déficit por cuenta corriente y un dólar sobrevalorado en términos efectivos reales puede haber llegado a su fin.
Yolanda Fernández y Raquel Vázquez son miembros del Grupo Analistas.
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