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Esos turistas

A principios del siglo XIX cobró impulso el viaje. La influencia del romanticismo y la mejora del transporte hicieron el fenómeno. Un factor cultural y un factor económico. Suelen ir juntos. Despertose el interés por otras naciones, otras culturas, por la arqueología, por las costumbres y los guisos. Propios y extraños escribieron algunos libros sobre este país y de ahí debe venir eso de que Spain is different. Todavía hay agencias que utilizan la frasecita para atraer el turismo de masas de hoy, aunque a este turista, que según escribió acertadamente Erich Fromm ve por los ojos de la cámara, le importa un bledo la diferencia. Quiere sol, quiere playa y quiere servicios. Y muchos, beber barato.

No suelta un duro porque no lo tiene, lo que es patente en el turismo valenciano. Con todo, aporta entre el diez y el doce por ciento del producto interior bruto de nuestra autonomía. (El doce a escala estatal). Son tantos nuestros turistas, que euro de aquí, euro de allá... Verdad es que, a largo plazo, y si el modelo no cambia -que no lleva trazas- nuestra costa y nuestro mar dirán basta y será Troya. Víctima del desarrollo insostenible, la gallina de los huevos de oro fallecerá de indigestión crónica. Si bien podría ocurrir, por lo que se ha visto este verano, que aquí acabe viniendo sólo el turismo capitalino, que es más fiel que Filomena. Si me equivoco y resulta que la crisis es sólo coyuntural, no sabré si alegrarme o entristecerme. Pan para hoy y hambre para mañana depende de cuánto pan para hoy y cuánta hambre para mañana. Hablo, naturalmente, en términos estrictamente económicos. En otros términos, el turista indiferente a la tierra que visita me produce fastidio e indiferencia.

Puede que cuando salga este artículo, nuestros políticos autonómicos sigan obstinándose en decir que no ha habido crisis turística sino todo lo contrario. En este país, parece que eso es obligación de los políticos de todo signo. No se puede admitir que algo va mal aunque naves extraterrestres siembren el terror sobre nuestras cabezas. La dictadura llevó este vicio al paroxismo y todavía colea. Luego, cuando se impone la evidencia, se admite la mitad de la mitad, se atribuye lo que se reconoce a la situación mundial y al pedrisco o la sequía, se afirma que resistimos mejor que los demás y se emiten palabras de esperanza. Es el esquema que hemos conocido a lo largo de toda la democracia. ¿Es lo mismo en todas partes? Pues más bien, no. Éste es un síntoma de madurez democrática de gobernantes y gobernados. ¿Quiero decir que aquí estamos verdes? Digamos que algo verdes y Dios nos premie la benevolencia.

Hay que reconocer que las razones que nos dan para explicar el retraimiento turístico, que sin embargo no es tal aquí en la CV por obra y gracia de nuestro irresistible atractivo, tienen peso. Alemanes y británicos, el grueso del contingente, no están pasando por un buen momento económico. En Alemania sobre todo, aumenta el paro y la economía está estancada. Pero luego uno se entera de que lo que han hecho unos y otros es cambiar de destino. Se han ido a Bulgaria, a Grecia, a Turquía, a Croacia. Ingratos. Y todo porque en esos países el sol luce como aquí, las playas están más limpias, alojamiento y comida son más baratos que por estos pagos y los indígenas son igualmente o más amables. Y creíamos, no sé la razón, que habían echado raíces, que éramos la segunda patria de millones de europeos. Madre no hay más que una y no siempre.

El sector servicios -hoteles, restaurantes, apartamentos- es, desde hace años, el más inflacionario de la economía española. Faltaba el redondeo del euro, que aquí es más redondo que la circunferencia ideal de Platón. Lenta, pero inexorablemente, año tras año, el turismo que viene con las cuentas hechas sin apenas margen de error -prácticamente todo el que acude a la CV- se encuentra con la desagradable sorpresa de que los precios han subido y si algo ha bajado es la calidad. Arroces mugrientos, calamares del pleistoceno, frituras con aceite inclasificable, sangrías sanguijuela y qué más. En la playa siempre parece haber pasado un huracán y en el agua queda desmentida la ley de la impenetrabilidad de los cuerpos. Llega la noche y la minoría se encarga de que la mayoría no pueda dormir, pues el bullicio es atronador. Y encima te hurtan el bolso así te lo cuelgues al hombro para entrar en el agua. ¿Ya estás dentro? No te alejes hasta perder pie, por si la moto acuática. Ir después al hotel y encontrarse con que no hay agua no es ya ninguna sorpresa. Pedir una cerveza y que te sirvan unas almendras rancias, pasada media hora, no es mala voluntad, sino que el servicio es de ocasión. Hombre, usted se queja hasta de las ronchas que le causan las medusas. Reconocido que los servicios sanitarios también dejan mucho que desear, pero si vamos a ponernos chinches, aviados estamos. Un corte, un pinchazo, un hematoma. En la playa sólo mueren de infarto los que no deberían meterse en el agua.

En Francia y Estados Unidos, las dos mayores potencias turísticas del mundo, esta actividad es complementaria y sin gran incidencia en el PIB. Cuando las autoridades monetarias de turno hacen oscilar el valor del dólar, ciertamente no están pensando en las repercusiones de esta medida sobre la balanza turística. Aquí, en cambio, el turismo es a la balanza de pagos lo que la lluvia de abril a la agricultura. Lo que empezó como una fácil fuente de ingresos se fue consolidando como una gran industria cuasi vocacional. Un cierto perfil de país de camareros, dicho sin ofensa, pero con desilusión. Encima, no hacemos bien los deberes. Escasa coordinación interautonómica y estatal, carencia de grandes cadenas hoteleras propias, lo que nos convierte en poco menos que siervos de los grandes touroperadores, poca alianza entre los diversos agentes que integran esta industria, deficiente formación profesional; no se introducen las más modernas técnicas de gestión ni las nuevas tecnologías. Atomizados, cada uno tira por su lado y compensa subiendo precios.

Añádase el desprecio de Medio Ambiente por la Ley de Costas, con la consiguiente destrucción y 'regeneración' de playas, vertidos, cloacas submarinas mal hechas, contaminación, urbanizaciones demasiado cercanas a la costa, etc. Lo dice Greenpeace y lo observamos todos. Puede que el turismo vuelva y sin rebajas en los paquetes turísticos. Pero con una buena competencia al acecho, nuestra primera industria ha dejado de ser habas contadas. Compuestos y muerto el litoral.

Manuel Lloris es doctor en Filosofía y Letras.

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