_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ánimo Laiseka

Que las caídas son gajes del oficio lo entendemos. Será economía de esfuerzo, porque el que no llegue a hacerlo, poco va a durar en este circo. A veces caemos solos, otras nos tiramos entre nosotros en un vistoso efecto dominó; y otras veces llegamos incluso a salir despedidos con los ojos cerrados dispuestos a despeñarnos por cualquier terraplén. Hasta ahí vale, los riesgos los asumimos nosotros, y cada cual es libre de sus actos, desde ponerse o no el casco, hasta tomar una curva por la tangente. Pero lo que no estamos dispuestos a aceptar es que las caídas se produzcan por factores externos. No, por ahí, no pasamos.

Caerte por culpa de un pivote sin señalizar, de unas rotondas buscadas en pos del espectáculo, de un espectador imprudente con cámara de fotos, o de una mancha de aceite sin limpiar, es algo que no podemos admitir, y que siempre que ocurre, que no son pocas las veces, por cierto, provoca nuestra indignación.

Más información
Heras se hace con el Alto de la Pandera y Sevilla se enfunda el 'maillot' de oro

Y ya no cuento nada cuando la caída se produce por un fallo en el material que utilizamos. Entonces, más que indignados, nos sentimos ofendidos. Y es que no es broma, como para no estarlo.

Hace un año tuve una experiencia de esas. Estaba corriendo en Malaisia, fui a coger la bolsa de avituallamiento, y en ese momento cedió la horquilla de mi bicicleta. Evidentemente la consecuencia es que te quedas sin rueda delantera, y como pueden imaginar, en una bici, que solo tiene dos, eso es algo que duele. Y claro, en una caída así el cuerpo no tiene tiempo para poner una postura instintiva de defensa y las consecuencias pueden ser bastante graves.

Pues bien, ayer le pasó exactamente lo mismo a Laiseka, que en este caso es amigo mío, y eso duele aún más. Su horquilla cedió, la gravedad lo atrapó y dejó su piel en el asfalto. Su piel, sus ilusiones, y sus deseos de mostrar que el viejo Roberto todavía tiene mucho que decir, que uno nunca cae solo, cae con todo su peso.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_