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Reportaje:

Las piezas españolas de la trama Al Qaeda

José María Irujo

Un año después del atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono, 12 personas están imputadas y en prisión por su presunta vinculación con el atentado terrorista de Al Qaeda (La Base) que ha cambiado el mundo: Zacarías Moussaoui, de 33 años, un francés de origen marroquí, en Estados Unidos; Mounir el Motasadek, también marroquí, de 28 años, en Alemania, y 10 ciudadanos, en su mayoría sirios, liderados por Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah, detenidos en España y miembros del clan Los Soldados de Alá.

La búsqueda de los únicos cerebros vivos del ataque, el yemení Ramzi Bin al Shibh y Said Bahaji, los dos pilotos frustrados que vivían con Mohamed Atta en una casa de Hamburgo (Alemania) y que podrían relatar cómo se fraguó el atentado, ha sido un fiasco y los fiscales de Virginia y Nueva York que persiguen a los cómplices (los 19 autores están muertos) tienen un caso de 2.800 víctimas mortales y el banquillo de los acusados casi vacío.

Desde el 11-S, 22 personas han sido detenidas en España por su presunta vinculación con Al Qaeda, la mayor redada de Europa
Chej Salah, un palestino barbudo y con aire despistado, intentó radicalizar la mezquita madrileña, repartió propaganda radical y fundó Los Soldados de Alá
'Pasé miedo en el aeropuerto de Ammán. Estaban los servicios secretos y creí que me detendrían por estar en la lista negra', dijo Abu Dahdah
En el cuartel de Canillas se dobló el número de intérpretes de árabe. Las escuchas y diálogos, muchos en clave, eran más sugerentes e inquietantes

Desde el 11-S, España ha sido el país europeo donde se ha detenido y encarcelado a más personas presuntamente vinculadas con Al Qaeda, 22 entre el grupo de Abu Dahdah y los argelinos del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC). Un informe reciente del Departamento de Estado norteamericano califica a España como 'campeona' en la lucha contra las redes de Bin Laden, y George W. Bush ha agradecido al presidente José María Aznar la ayuda prestada.

¿Quiénes son Los Soldados de Alá, a los que se acusa en España de tener vinculaciones con el atentado? ¿Cómo se han visto involucradas una decena de familias sirias y marroquíes, con hijos españoles, en un ataque perpetrado a miles de kilómetros de sus casas en Madrid y Castellón? ¿Son suficientes las pruebas que esgrime contra ellos el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón? ¿Por qué ha jugado España tanto protagonismo en la persecución de las redes de Al Qaeda?

En 1994, en el número 7 de la madrileña calle de Anastasio Herrero, sobre la que se levanta la mezquita de Abu Baker, una de las más concurridas de la capital, los policías que husmeaban por sus alrededores observaron a Anwar Adnan Mohamed Saleh, Chej Salah, un palestino de 36 años, un tipo alto, delgado, desgarbado y con poblada barba, que apareció como por arte de magia e intentó imponer en el centro religioso una nueva directiva de corte rigorista. Creó un grupo, al que bautizó como Alianza Islámica, que intentó desbancar al imam Riay Tatari, un sirio respetado dentro y fuera de su comunidad, y repartió propaganda extremista.

La desenvoltura de Chej Salah despertó el interés de los agentes de la Unidad Central de Información Exterior, que a partir de entonces no le quitaron ojo. ¿Qué pretendía este palestino con pinta de despistado en una mezquita que hasta entonces era un escenario de oración tranquilo y reposado?, se preguntaron los policías.

Pronto hubo novedades en el entorno de la mezquita. Los más jóvenes y radicales de Alianza Islámica se escindieron y crearon un nuevo grupo al que denominaron Los Soldados de Alá. Sus miembros eran en su mayoría sirios y a espaldas del imam repartían panfletos de Osama Bin Laden, revistas del Grupo Islámico Armado (GIA) argelino y propaganda de la Yihad egipcia.

Junto a Chej Salah apareció un hombre calvo, de cara redonda, ojos saltones, barba cuidada y algo grueso. Iba bien vestido y conocía a numerosos fieles. A los ojos de la policía parecía el embajador del palestino y hasta su escudero. Cargaba con las fotocopias de propaganda extremista de un lado a otro y tenía un aspecto tranquilo y servicial. Era Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah, un sirio de 31 años afincado en Madrid desde hacía dos décadas. Un hombre que se movía en ese ambiente como pez en el agua.

Chej Salah y Abu Dahdah, además de intentar imponer una línea radical en la mezquita del imam Tatari, buscaban árabes para que se integraran en los comandos de muyahidin que, procedentes de todo el mundo, combatían en Bosnia. Cuando los agentes tuvieron en el cuartel madrileño de Canillas la autorización de Garzón para intervenir los teléfonos de los sospechosos, la investigación sobre el palestino y su grupo empezó a cuajar.

Traslado a Pakistán

En octubre de 1995, un año después de aparecer en la mezquita de Abu Baker, el barbudo Chej Salah dejó su casa en Madrid y se trasladó a Peshawar (Pakistán). Su misión en España había terminado y al frente de Los Soldados de Alá siguió su fiel escudero Abu Dahdah, al que dió teléfonos de contacto.

Chej Salah había subido varios escalones en su aportación a la guerra santa. Se había integrado en Makhtab Ul Kedhamat, un grupo que reclutaba muyahidin en todo el mundo y dependiente de Osama Bin Laden, un multimillonario saudí desconocido entonces salvo para los servicios de inteligencia. El perfil de Abu Dahdah era similar al de otros sirios que vinieron a España en los años ochenta. Hijo de un general, natural de Alepo, una localidad situada a una hora de avión de Damasco, vino a España a estudiar y en busca de oportunidades. Se casó con Marisa Martín, una madrileña que trabajaba en un laboratorio y tuvo cuatro hijos. Vivía en Fuenlabrada, a las afueras de Madrid, conducía un utilitario y al igual que el resto de Los Soldados de Alá tenía la nacionalidad española.

La semilla plantada en los aledaños de la mezquita germinó y Abu Dahdad envió a Peshawar a los primeros muyahidin captados en el madrileño barrio de Tetuán. En Pakistán los recibía el palestino, les daba cobijo, ropa típica pastún y los conducía hasta la frontera con Afganistán para indicarles la senda que llevaba hasta los campos terroristas de Bin Laden, una docena de enclaves en los que se experimentaba con armas químicas. Ésa fue la primera prueba que vinculó a Abu Dahdah a las redes del terrorista saudí, según la investigacion policial que aparece en el sumario.

A finales de 1995, los policías que vigilaban la mezquita y espiaban las conversaciones telefónicas de los activos Soldados de Alá remitieron un informe al juzgado en el que definían al grupo como 'célula de integristas islámicos' y señalaban que 'estas personas no tienen medios para mantener el ritmo de vida que llevan con continuos gastos, viajes al extranjero y distribución de folletos y libros fundamentalistas sin cobrar nada'. 'Apoyan a determinados hermanos en sus necesidades y se han detectado envíos de dinero para mantener campamentos, además de crear y financiar uno nuevo en Líbano'.

El informe policial añadía que mediante el uso fraudulento de tarjetas de crédito financiaban actividades de organizaciones terroristas y ponía el acento en Abu Dahdah, el líder del grupo. 'No tiene trabajo conocido, se le han detectado muchos viajes al extranjero, hace poco ha cambiado de coche, encontrándose el anterior en buen estado; a diario recorre muchos kilómetros visitando a sus hermanos y llenando el depósito dos veces al día'.

Los policías hacían también hincapié en Osama Darra y Mohamed Needl, dos de los acólitos de Abu Dahdah, que acababan de alquilar una tienda de decomisos en la madrileña calle de los Hermanos Machado y un garaje que en opinión de la policía no tenían casi actividad. ¿De qué viven estos sirios que viajan al Reino Unido, Alemania, Turquía y Yemen y hablan por teléfono hasta la extenuación?, se preguntaban los agentes.

En 1996, en el cuartel de Canillas se doblaron los intérpretes que traducían las escuchas autorizadas por el juez y que cada día parecían más sugerentes e inquietantes. Darra recibía llamadas desde Yemen en las que le comentaban que 'los jóvenes de Cachemira necesitaban material' y faxes desde Líbano en los que le pedían dinero para veinte combatientes. El sirio hablaba con Abu al Hassan, líder del grupo terrorista palestino Hezbollah Palestina. Éste le comentó que tenían posibilidad de entrenar a cualquier muyahidin que venga 'del país que sea'. Un fax fechado el 11 de agosto le anunció la creación de 'un campamento para llevar a cabo una auténtica instrucción militar, ya que ha llegado el momento de la lucha contra los judíos y que los jóvenes estén preparados. Hay armas donde Abu al Hassan'.

Los agentes se limitaron a seguir la misma política que aplicaban desde hacía años en sus indagaciones sobre terrorismo islámico: ver, oír y acumular toda la información posible. España, puerta de entrada a Europa y África, es un territorio caliente para los grupos fundamentalistas, pero éstos lo utilizan como base organizativa y retaguardia, no como escenario para sus acciones terroristas. Los policías tenían en su punto de mira a 200 sospechosos, entre ellos a un grupo de salafistas argelinos en Navarra, Valencia, Murcia, Almería y Huelva que más tarde contactarían con Essid Samí Ben Khemais, Saber, enviado por Bin Laden a Milán (Italia) para cometer atentados.

Faxes comprometidos

Mientras, los faxes que recibía Darra eran cada vez más comprometidos. 'En el nombre de Alá todopoderoso y misericordioso. Querido hermano, quiero que sepas que tengo todo tipo de armas, pero no hay jóvenes luchadores palestinos que enseñen sacrificándose por nosotros, ya que hemos preparado una sede de exploración en la cual se enseñará la ley islámica, los temas y preparaciones militares. No tenemos quien financie este proyecto educativo', decía una de las cartas de Abu Hassan. Darra le recriminó los excesivos detalles de sus misivas, que a su juicio eran 'muy peligrosas'.

El 22 de mayo de 1997, los agentes que espiaban las llamadas teléfonicas de Abu Dahdah se llevaron una sorpresa. Chej Salah, el palestino que fundó el grupo en Madrid, le informó que de la coordinación de los muyahidin que llegaban a Pakistán se encargaba Abu Zubaida, uno de los pesos pesados de Al Qaeda. 'Entonces comprendimos que estábamos ante un tema importante', dice uno de los investigadores.

Abu Dahdah, el líder de Los Soldados de Alá, vendía coches usados que traía desde Alemania, y su inseparable Darra mercadeaba con vehículos, oro y piedras preciosas. La investigación avanzó tanto que los agentes pidieron al juez la identidad de los titulares de 60 teléfonos.

La frenética pasión viajera de Abu Dahdah convirtió las pesquisas sobre Los Soldados de Alá en un asunto de interés internacional: el Reino Unido, Turquía, Bélgica, Dinamarca, Suecia, Indonesia, Malaisia, Jordania. En cada aeropuerto al que llegaba le esperaban policías locales que informaban de sus pasos a los hombres del cuartel de Canillas. ¿Por qué viajaba tanto este sirio de aspecto bonancible?

El 25 de mayo de 1997 fue a Yemen a 'visitar a los jóvenes y ver cómo está la situación', según se desprende de una llamada de Abu Kutada, de 41 años, el líder espiritual de Al Qaeda afincado en Londres con el que hablaba a menudo y en cuya casa se alojaba Abu Dahdah acompañado de Marisa, su mujer, y de sus hijos. 'Kutada es un líder religioso, como aquí un cura, y si ibámos a Londres le visitábamos. Nos abrían las puertas', dice Marisa.

'Ha salido la revista. ¿Cuántas copias quieres para los jóvenes de Madrid?', le preguntó Kutada al sirio en aquella llamada. 'He escrito el libro Tahawiyeh sobre el ateísmo de los infieles y te mandaré 10 copias para que las distribuyas'.

Los viajes de Abu Dahdah dibujaron su extensa red de contactos internacionales. En Bélgica, con Tarek Maaroufi, reclamado por Italia por sus vinculaciones con Bin Laden; en Alemania, con Mamoun Darkanzanli, Abu Ilyas, contactado con las finanzas del terrorista saudí; en Turquía, con Mohamed Bahaiah, Abu Khaled, correo de Al Qaeda con Europa; en Jordania, con Riad Oqla, Abu Nabil, líder de un grupo extremista. La lista de países y contactos era un rosario interminable, demasiado larga para un vendedor de coches usados.

Las conversaciones de Abu Dahdah eran cada vez más crípticas y despertaban las sospechas y quizá la imaginación de sus perseguidores. En una llamada desde Londres, un tal Abu Wali le pidió que cogiera urgentemente un avión, ya que tenía que mandar una 'mercancía de lana' a Madrid para los enemigos de Alá. Los agentes interpretaron que se referían a 'algún tipo de arma'. Desde Rotterdam (Holanda), Maher le preguntó si le había vendido 'los zapatos de deporte', y Tawfik, de Líbano, le anunció que había traído 'cien tablas'.

En julio de 1997, los agentes enviaron a Garzón un informe en el que recogían la conversación que mantuvo con un tal Mohamad, que le llamó para pedirle 'miel'. Abu Dahdah le comentó que no tenía, pero que un amigo la exportaba a Yemen y que era de romero. Los policías escribieron en su informe que cuando los muyahidin hablan de miel 'suelen referirse a explosivos'.

Listas negras

De las charlas intervenidas se desprendió que la mayoría de los sirios agrupados en Los Soldados de Alá tenían prohibida su entrada en el país por haber militado en la organización extremista Hermanos Musulmanes, algo que ahora corroboran fuentes diplomáticas. El propio Abu Dahdah confesó en una de sus charlas que en un viaje a Ammán (Jordania) 'pasé miedo porque estaban los servicios secretos' y pensó que lo detendrían, ya que figuraba 'en la lista negra'.

Ese mismo verano de 1997, Ghasoub al Abrash Galyoun, otro sirio del círculo de Abu Dahdah afincado en Madrid, viajó a EE UU junto a varios militantes de los Hermanos Musulmanes. En Nueva York, como un turista más, enfocó reiteradamente su cámara de vídeo a las Torres Gemelas y lo hizo desde diversos ángulos y distancias. También grabó la Estatua de la Libertad y el Empire State. En San Francisco filmó el pilar de sustentación del Golden Gate y apostilló que era 'uno de los pilares básicos'. ¿Básicos para qué?

En plena grabación, Ghasoub añadió otra frase enigmática: 'Esta cinta no irá a Siria, a no ser que Alá quiera que me cojan aquí en Estados Unidos', y reprochó a uno de sus acompañantes que mencionara su nombre cuando estaba filmando. Ghasoub decía en voz alta que mostraría las cintas a sus 'hermanos' de Castellón, y en concreto a Mohamed Kheir Saqqa, Abu al Darda, un empresario de cerámica que da trabajo a 120 familias, otro de los contactos de Abu Dahdah.

Todos los símbolos filmados ya eran entonces objetivos potenciales de Al Qaeda. ¿Fue un simple viaje turístico o se ocultaba algo más? ¿Por qué se recreó tanto en estos edificios emblemáticos?

Cuatro meses después llegó a Madrid Mohamed Bahaiah, Abu Khaled, un destacado correo de Al Qaeda, que antes había vivido en Canarias, y avisó a Abu Dahdah, que iría a Castellón para contactar con el empresario de cerámica 'porque allí tenía unas cosas' para recoger. ¿Eran las copias de las cintas de vídeo grabadas por Ghasoub?

La policía vigilaba también a un socio de Ghasoub y amigo de Abu Dahdah: Muhamad Galeb Kalaje, Abu Thala, de 41 años, otro sirio en Madrid y dueño de una pequeña constructora. Kalaje vestía con americana y corbata y su promotora trabajaba con éxito. Era natural de Alepo, igual que Abu Dahdah y Bassan Dalati, otro de los vigilados por la policía. Su hermana pequeña estaba casada con Abu Khaled, el correo de Al Qaeda que había estado en Castellón 'recogiendo unas cosas'.

El constructor sirio había donado 670.000 euros, parte de los beneficios de la venta de 47 viviendas, a mezquitas de EE UU, Kosovo, Jordania y Siria, y a dos ONG, y, supuestamente, el dinero acabó en manos de Al Qaeda. ¿Su promotora era parte del entramado empresarial de Bin Laden?

Cualquier persona que se relacionara con Abu Dahdah, incluso su amigo Tayseer Alouny, de 55 años, un sirio que trabajaba en Granada como traductor de árabe de la agencia Efe, atrajo la atención policial. Garzón autorizó que se pinchara su teléfono, y directivos de la agencia fueron informados por la policía del interés del FBI por las relaciones que mantenía con radicales islámicos. En febrero de 2000, Alouny pidió la baja y aceptó la corresponsalía en Kabul de la cadena Al Yazira. Un destino que le llevaría un año después a ser el único periodista autorizado por los talibanes para cubrir la guerra en esa ciudad, a recoger los vídeos amenazantes de Bin Laden y a entrevistar al hombre más buscado del planeta.

Clases de aviación

El 27 de agosto de 2001, cuando la investigación iniciada en la mezquita cumplía ocho años ininterrumpidos, el teléfono de Abu Dahdah volvió a sonar. Un tal Shakur, un marroquí de unos 34 años, bajo, gordo, con poco pelo y tez oscura, le comunicó que 'ha cortado todas las comunicaciones. 'En estos momentos estoy haciendo una cosa, estoy dando clases y dentro de las clases hemos entrado en el campo de la aviación e incluso hemos degollado al pájaro'. Sakur insistió en que la conversación era entre los dos y que no se lo dijera a nadie. 'Mi objetivo es el objetivo y no quiero entrar en detalles', añadió. Para Abu Dahdah, Sakur no era más que 'un chiflado con el que no me gustaba hablar'.

Tras el 11-S, la lectura de estas conversaciones, la misteriosa cumbre de Mohamed Atta y otros pilotos suicidas en Tarragona semanas antes del ataque y la aparición del teléfono de la casa de Abu Dahdah en la agenda de Said Bahaji, uno de los aspirantes a piloto que residía con Atta en la casa de Hamburgo (Alemania) donde se planificó el atentado, empujó la detención de Los Soldados de Alá y llevó a prisión a los salafistas argelinos. Garzón mantiene en su auto que los vídeos de Ghasoub se enviaron a Al Qaeda y que son 'la información preliminar de los atentados contra las Torres Gemelas'.

¿Dónde está Chej Salah, el fundador de Los Soldados de Alá? Mariano Rayón, comisario de la brigada exterior, por cuyo despacho han desfilado en el último año los responsables de los servicios secretos de varios continentes, responde: 'Creemos que vive en Pakistán o Afganistán junto a la gente que protege a Bin Laden'.

Mañana, lunes, segundo capítulo de la serie: El rastro de Atta en España.

De izquierda a derecha y de arriba abajo, junto a la imagen de Bin Laden, Mohamed Zaher, Imad Bararak, Ahmed Brahim, Anwar Saleh (huido) y José Luis Galán, detenidos en España.
De izquierda a derecha y de arriba abajo, junto a la imagen de Bin Laden, Mohamed Zaher, Imad Bararak, Ahmed Brahim, Anwar Saleh (huido) y José Luis Galán, detenidos en España.EFE / EPA / AP

No hay pruebas, según los familiares y las defensas de los detenidos

ESTUPEFACCIÓN, SORPRESA y temor son las reacciones de los familiares de los 10 detenidos en España tras el 11-S a los que el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón acusa indiciariamente de múltiples delitos de terrorismo, tantos como el número de muertos y heridos que se produjeron en el atentado terrorista. Marisa Martín, madrileña, madre de cinco hijos y esposa de Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah, presunto responsable de Al Qaeda en España, declaró hace varios meses a este periódico que su marido era inocente y aseguró que se falsearon pruebas. 'El caso de mi marido es vergonzoso. Lo han detenido porque Garzón tiene que complacer a Aznar y éste a Bush. Con las pruebas que hay no es serio llevar a una persona a la cárcel. Tengo plena confianza en él, pero no creo en la justicia'. Abu Dahdah ha declinado contestar a un cuestionario remitido a la cárcel a través de su familia. En sus declaraciones al juez y al fiscal Pedro Rubira reconoce sus contactos con diversos dirigentes de Al Qaeda en todo el mundo, pero asegura que desconocía sus actividades. 'Jamás he conocido a Bin Laden. Alguno, si tiene interés, pues va a verle. Se puede. Antes no había problema. Yo no me interesaba por eso'. José Luis Rodríguez Ramos, el abogado de Mohamad Khair al Saqqa, dueño de tres fábricas de cerámica en Castellón, al que Garzón acusa de recoger y entregar a un correo de Al Qaeda las cintas de vídeo en las que se grabaron las Torres Gemelas, define a su cliente como un hombre honesto, trabajador y cumplidor. 'No hay pruebas contra él. Sus 120 trabajadores han escrito a Garzón pidiendo su libertad'. Al constructor sirio Mohamed Galeb Kalaje, presunto gerente de las empresas de Osama Bin Laden, según lo definió Interior, lo defiende María Ángeles Ruiz. La letrada asegura que ya 'ha desmontado' la mitad del dinero que, según la acusación, no ha justificado Galeb. Ruiz critica el régimen de aislamiento que han impuesto a su defendido en la cárcel de Soto del Real (Madrid), la misma en la que están Abu Dahdah y Ahmed Brahim, otro presunto financiero de Al Qaeda. 'El caso se va a caer', dice. La defensa de Bassan Dalati, en libertad provisional bajo fianza, piensa lo mismo. Marcos García Montes, Jacinto Gil Ujena y Eduardo Molina, que defienden a otros imputados, opinan igual. Un letrado ha solicitado la autopsia de los 2.800 muertos, y otro defensor, un informe pericial sobre la causa que provocó la caída de las torres.

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Sobre la firma

José María Irujo
Es jefe de Investigación. Especialista en terrorismo de ETA y yihadista, trabajó en El Globo, Cambio 16 y Diario 16. Por sus investigaciones, especialmente el caso Roldán, ha recibido numerosos premios, entre ellos el Ortega y Gasset y el Premio Internacional Rey de España. Ha publicado cinco libros, el último "El Agujero", sobre el 11-M.

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